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«Entrada forzada. Cajones arrancados. Puertas de cuartos destruidas (un detalle interesantísimo). Vidrios rotos. Letras grandes pintadas en dirección a otra pared (¡ojo con eso!). Uso de tinta roja. Probablemente sangre».
Esas eran apenas algunas de las extrañas anotaciones de María, mientras su profesor Sabino lo observaba todo en las casas donde entraban cual si fueran peritos en una investigación.
—¿Adónde pretende llegar con todo esto, profesor?
—¡No me interrumpa, señorita Hanson! ¿No ve que estoy trabajando? —continuó Sabino, entrecerrando los ojos detrás de los pequeños anteojos, habilidosamente equilibrados sobre la fina nariz. Y siguió mirando cada detalle con los dedos en la barbilla, murmurando «hum, hum» de tiempo en tiempo. Pasaron algunas decenas de minutos más y se dio por satisfecho. O por lo menos eso pareció, pues cambió la mirada circunspecta y volvió a sonreír de la misma forma como lo hacía en sus clases, cuando estaba de buen humor.
—¿Quiere leerme todo de nuevo, por favor? —le pidió a María mientras el señor se sentaba en el sofá de una casa que no era suya, pero que aún tenía la suerte de poseer un sofá, pues el resto del mobiliario parecía haber sido robado o destruido por los saqueadores.
María leyó sus anotaciones, o al menos más de una docena, cada una más extraña que la anterior. O aparentemente extrañas, en vista de la fuente de donde venían. El profesor pareció satisfecho con lo que escuchó, se volvió hacia la muchacha y preguntó:
—Entonces, ¿cuál es su conclusión?
—¿Respecto de qué? —se asustó la joven.
—¡Vamos! A partir de todas esas informaciones, ¿cuál es su razonamiento y su conclusión sobre lo ocurrido en este lugar?
—Profesor… Yo… yo… concluyo que… ¡se trató de robos y saqueos en masa!
—¡No, no! —Sabino se irritó. Y mucho—. Si no ha llegado a un razonamiento o conclusión sobre aquello que le fue preguntado, admítalo, pero no finja un falso conocimiento. ¡Al admitir que nada sabe al menos demostrará que aprendió algo! —María estaba asustada. Aunque pensaba que las palabras de Sabino tenían sentido, al mismo tiempo consideraba una injusticia recibirlas, pues no comprendía nada de la situación—. Usted no concluyó que fue un pillaje en masa, María Hanson. ¡Usted sólo «lanzó» esa conclusión! Le pregunto de nuevo: ¿cuál es su conclusión, de acuerdo con las informaciones que escribió?
—Yo… no lo sé, profesor.
—Pues yo se lo diré, señorita Hanson. Lo que ocurrió en este lugar no fue un pillaje, un saqueo ni nada por el estilo. Esos crímenes de verdad ocurrieron y sería estúpido negarlo, pero el motivo de todo esto fue un aviso.
—¿Un aviso? ¿Pero cómo? ¿Y para quién?
—¡Eso es justo lo que debemos descubrir!