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Mucho se ha dicho ya sobre la familia Hanson. Su hogar ha sido mostrado innumerables veces y la convivencia entre hermanos y padres, bien detallada.

Sin embargo, muy poco se habló o mostró del hogar de los Narin, aunque su hija única sea fundamental para esta historia. La señora Narin llevaba el nombre de Anna y era la perfección encarnada de una esposa plebeya. El Creador sabe cuán difíciles fueron para ella los tiempos de la Cacería de Brujas, cuando el reino estaba en guerra, y sólo quien pasa por esas situaciones sabe cómo la plebe es la primera en empobrecerse. Su marido, el señor Golbez, también recordaba esa época. Era un labrador esforzado, que se deshacía por el bien de su familia.

Se conocieron y se casaron muy rápido. Anna debía tener unos veinticuatro años en esa época; él, unos cuarenta y nueve. La niña también pareció nacer en un abrir y cerrar de ojos. Ariane fue traída a la vida por el Creador un año después del fin del episodio histórico que acarreó tiempos difíciles para los reinos involucrados. Y por todo el horror que habían visto y no les gustaría compartir, ambos intentaron dar a su hija la mejor educación posible, tratando de protegerla de cuanto deseaban olvidar. Sin embargo, lo hicieron con excesivo celo.

Es sabido que Ariane vivió bajo una desbordada protección durante mucho tiempo y que nunca había conocido la maldad, hasta aquel encuentro que ocurrió, en verdad, en el peor día de su vida. El día en que vio a su propia abuela cómo era devorada por un violento lobo hambriento, para encontrarse cuatro años después con su glorioso salvador.

Para hablar del cazador, imagina la sorpresa de la familia cuando el propio héroe la trajo de vuelta a casa aquel día. Fue recibido con sorpresa, y habría tenido una recepción mucho mejor si los recursos familiares lo hubieran permitido. João Hanson estaba con ellos, pues sería el siguiente en ser llevado a casa. La nariz le había vuelto a sangrar, lo que hace tiempo no sucedía, y él mismo pensaba estar ya curado. La señora Anna Narin, que consideraba a João un hijo por el vínculo con su hija, trató de ayudarlo a detener la sangre al recostarlo un poco.

En ningún momento hablaron del incidente del lobo. Sólo trataron al cazador como a un amigo adorado por la familia. Era mejor así, para los niños y también para la señora Narin, la hija de la viejecita de más trágico destino en esas tierras. Recordar aquel momento podría hacerla estallar en llanto, y nadie quería llorar. No en ese momento. Deseaban sonreír, y sonrieron. Pues aquel hogar, si no era de los más ricos, estaba pleno de felicidad. Y nadie de nosotros lo dudaría.

¿O sí?