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«Si un día tuvieras una verdadera oportunidad, y creyeras que será la única de tu vida, agárrala con uñas y dientes».
La frase resonaba en la cabeza de una persona que ya apareció en esta historia, aunque de manera muy veloz. Se trata de Snail Galford; aun sabiendo su nombre, solía ser tan insignificante que no resultaría extraño si te olvidaste de él. Snail era aquel joven pirata, el más nuevo del grupo, en el galeón de Jamil, Corazón de Cocodrilo, que por ser novato sufría a manos de los piratas más antiguos y realizaba los trabajos más humillantes, que incluían limpiar la cubierta, probar la comida de Jamil ante el propio pirata y servir de blanco para el juego de lanzar cuchillos en las horas libres de la tripulación.
Era de noche. La mayoría de los integrantes del navío dormía para hallarse dispuesta al día siguiente, que de seguro resultaría muy agitado a partir del momento en que llegaran al puerto de Andreanne. Pero Snail no dormía. Siempre que tenía la oportunidad, subía al gran mástil para observar desde el punto más alto la extensión del mar. Le gustaban las alturas, pues allí se sentía en libertad.
La historia de Snail era muy sencilla: hijo de jugador, desde que tenía uso de razón había vivido entre personas como aquellas, consideradas la escoria del mundo.
Sin embargo, conociendo y observando a la corte, desde su punto de vista la nobleza no tenía muchos motivos para proclamarse dueña de la moral, como lo hacía con frecuencia. Pero ese era su punto de vista, y una de sus máximas era precisamente que «mi punto de vista no importa». Una frase sumisa, es verdad, pero había sido justamente una vida de sumisión la sufrida por Snail Galford.
Su madre había muerto, o al menos eso le dijeron, y él no lo creía ni lo descreía. Nada más prefería creer que lo mejor era siempre «escuchar solamente la mitad de lo que oía». De vuelta a su padre, el señor Galford fue un señor negro que vivió la mayor parte de su historia como jugador, y en mi opinión resulta una imprudencia que una persona se dedique a ese tipo de afición. Lo digo porque, si ya es arriesgado para los mejores del ramo, funciona aún peor para aquellos con talentos mediocres.
Como el señor Galford.
No tardó en ser atrapado y descubierto con sus trampas, trucos y maniobras. Por lo menos antes de morir. Sin embargo, fuera en las manos de quien fuera, heredó algunas lecciones a su hijo. Snail aprendió a convertirse en un superviviente de las calles. Fue enseñado a andar, aprendió con quién hablar, a conseguir alimento y dinero rápido, a encontrar un lugar para pasar la noche, a seguir a las personas, ocultarse en las sombras y parecer insignificante y casi invisible entre las multitudes.
Por lo que ya comentamos sobre él, lo aprendió muy bien, sobre todo aquello de volverse insignificante. Era parte de su trabajo y le gustaba. Al pensar en su padre, nunca lo consideró un gran hombre, de grandes hechos ni de grandes lecciones. Muy por el contrario. Incluso consideraba que le había dejado una desgracia como herencia: la vida de sufrimiento y soledad de quien tiene que vérselas por sí mismo desde primera hora.
Antes de morir, como si presintiera lo que sucedería con él al día siguiente, el señor Galford despertó a Snail, lloró por primera vez frente a él y le dijo aquella frase que se agitaba en su mente:
—Si un día tuvieras una verdadera oportunidad, y creyeras que será la única de tu vida, agárrala con uñas y dientes.
Un día fue cazado por una pandilla de ladrones competidores. Formaba parte de las Sombras, grupo que nació como sociedad secreta y terminó como asociación criminal para discriminados como él. Las Sombras se disputaba el territorio en la ciudad de Andreanne con los Fantasmas, la pandilla rival, y pronto su animadversión se convirtió en una guerra. Un día Snail Galford se vio solo, abandonado por sus compañeros, que escaparon con rapidez al presentir una emboscada y lo dejaron atrás sin remordimientos.
Él jamás lo olvidó.
Ese episodio siempre le venía a la mente a la hora de aceptar nuevos contratos o considerar la confianza de alguien. Para escapar, el joven se tiró al mar y no murió porque fue atrapado por una red como un gran pez. Pescado por los piratas del Jolly Rogers, en cuyo mástil se encontraba ahora observando un mar tan oscuro que parecía absorber las almas.
¿Y por qué Snail permaneció como pirata? Bueno, el hecho es que había tenido la suerte de no morir cuando fue pescado. Convenció a Jamil de que era tan desafortunado como ellos y se sometió a una semana de pruebas durante la cual fue humillado de todas las maneras posibles. Créeme: lo que él pasaba en ese momento resultaba mucho más leve de lo que experimentó durante aquellos terribles días. Más allá de eso, Snail encaró la posibilidad de haber permanecido vivo en el navío y escapado de los Fantasmas como una gran oportunidad y decidió agarrarla con uñas y dientes. Por eso aguantaba y se sometía en silencio, sin mayores expectativas. De hecho, era verdaderamente bueno para mostrar sumisión.
Pero allí, en la cima, en lo alto del mástil, observando aquel negro mar, se cuestionaba: estaba de vuelta en Andreanne, y eso podría constituir la peor cosa de su vida. Sin embargo, no había marcha atrás. Nadie le preguntaría su opinión, y en realidad su punto de vista no importaba. Como siempre, debía obedecer.
Esa era su carga.
Su frío destino.
Y la cuestión fue: si Snail era una persona tan insignificante, al punto de que él mismo lo admitía, ¿por qué diablos estuvimos a punto de interrumpir el encuentro único de una preadolescente de doce años con su salvador, cuatro años después, para contar un poco de su historia? Bueno, porque tal vez lo consideres, en efecto, insignificante, e incluso yo podría compartir esa opinión si quisiera.
Pero no en esta historia, en la que Snail Galford es tan importante que casi nos hizo interrumpir la narrativa de un gran encuentro para contar un poco de su saga. Discreto como es, a él no le gustaría que perdiéramos más tiempo del invertido con su figura. Entonces nos olvidaremos de él por un rato.
Puedo garantizarles que la propia historia se encargará de recordarnos su existencia y mostrarnos su importancia en su debido momento.