35

Ahora viajaremos.

También mezclaremos el tiempo y el espacio, pues si narramos una historia en un lugar etéreo que sólo existe porque los semidioses piensan en él, también debemos hacerlo en el pasado, con eventos de sagas ya ocurridas hasta el momento. Sin embargo, en los lugares que sean fruto de pensamientos etéreos, como la propia Nueva Éter, tendremos la posibilidad de viajar entre los hilos del espacio y el tiempo para mostrar el mismo hecho desde el auténtico punto de vista de los que están allí en ese preciso momento.

Por eso haré algo mejor: te llevaré hasta allá. Mantén la mente abierta, pues en este instante nos dirigiremos al puerto de Andreanne.

Y viajaremos al instante en que una carreta avanza con cuatro pasajeros, seguidos de lejos por un trol al que nada le gustó ser llamado «señor orco».

Confía en mí.

Vamos, ven.

Y uno, y dos…

Y tres.

Es de noche. Nos encontramos en el puerto de Andreanne. Para que lo veas con tus propios ojos, te bastará con abrirlos. Tal vez no lo hagas de la misma forma que yo, pero si estamos aquí los dos y vemos un puerto, sea como sea se trata de Andreanne. Y, como todo puerto, emite un olor a madera corroída por la acción de la humedad salada, mientras varios navíos de diversos tamaños y formas esperan las órdenes de sus capitanes para levar anclas. Las ratas corretean por los rincones oscuros. Los mosquitos giran alrededor del fuego de las antorchas.

Hoy todo parece tan quieto, con excepción del constante murmullo del mar.

Mira a tu derecha: allí hay dos buques de carga. Los capitanes mantienen en sus rostros expresiones que demuestran que algo los retrasa. Alrededor hay mendigos que se calientan en una hoguera improvisada en una lata. Varios marineros conversan y beben en ese lugar; pero concentrémonos en uno de ellos, solitario, que se encuentra mucho más al fondo, observando el mar oscuro. Es el marinero Stiff. Y parece preocupado.

Stiff observa las olas que rompen mientras el viento agita sus ropas. Anda solitario, como si estuviese bebido o desilusionado.

Llora.

Caminas hacia él.

Dos niños de la calle corren en tu dirección y te atraviesan como si no existieras. Mantienes tu trayectoria hacia el marino solitario. Pasas en medio de un grupo de marineros que cuentan chistes y ellos no te ven ni te perciben. Observas tres sacos de arena que caen desde lo alto de un navío. Descubres una escalera donde una mujer con un aura azulada te sonríe: es el Hada del Puerto, la única que en este momento te puede ver. Porque nosotros se lo permitimos.

Continúas hasta el final del muelle, donde Stiff observa el mar al fondo.

De pronto entiendes que aquel marino solitario en realidad está reuniendo valor para suicidarse contra las piedras del mar. Parece que saltará: su cuerpo ebrio se balancea. Como todavía hay cierta distancia entre él y tú, no tendrás el tiempo suficiente para recorrerla, por lo que sugiero que no te limites al espacio.

Pronto, ven conmigo.

Uno.

Dos.

Tres.

Estás junto a Stiff, al final del muelle. Él todavía observa el mar. Un gato negro se escurre entre las piedras y parece notar tu presencia. Sólo entonces percibes a una mujer sentada y disimulada entre las sombras de las piedras próximas. El rostro de Stiff llora, pero es un llanto distinto.

Él sólo llora de un lado de la cara.

Te vuelves a mirar a la mujer entre las sombras, en las piedras. Es pelirroja, con un vestido carmesí largo, bordado y arrugado que le oculta los pies. Tiene los cabellos largos, que se encrespan a los lados, similares a paja roja. Te concentras en sus ojos, pero es difícil percibir los detalles en la oscuridad donde se encuentra. Deseas acercarte más.

Un abrir y cerrar de ojos será suficiente.

Ella está frente a ti. Congelemos este momento para que la veas sin limitaciones.

Uno. Dos. Tres.

La mujer tiene una mirada desorbitada y las manos en el regazo. Tú estás entre las piedras, cerca del mar. Acercas tu rostro al de ella y observas los ojos rojos de alguien que está a punto de llorar. Hay surcos profundos en sus pómulos y tiene la piel enrojecida de aquellos que parecen nunca dormir. La oprimes con delicadeza por debajo del ojo derecho y una lágrima cae en tu dedo.

Exactamente como la de Stiff.

Ahora mantén las cosas así, en pausa. Caminemos por allí.

Mira cómo quedó el hada pelirroja: está a punto de hacer tropezar a un mendigo. Un tipo de esa naturaleza no clava objetos peligrosos ni nada por el estilo. Ese tropezón lo salvará de cruzar frente a uno de aquellos sacos de arena que sufren la acción de la gravedad, por lo que este caerá antes de que el mendigo pase por abajo, y le dará tiempo de descubrir lo que le esperaba de no haber tenido la «suerte» de tropezar.

Una rata del tamaño de un cachorro de perro, de esas que se ocultan en las alcantarillas, intenta escurrirse por las entrañas de la oscuridad. Está contaminada, y el simple contacto con su orina quebrantaría a cualquier hombre. Sin embargo, no podemos detenernos a acabar con un bicho así, pues eso alteraría los eventos futuros a partir de nuestro presente. Este asunto del tiempo y el espacio resulta muy complejo, y por lo tanto es preferible no intervenir en nada, pues un mero detalle es susceptible de alterar toda una secuencia de acontecimientos, a manera de un inmenso «efecto mariposa». En serio, si quitáramos la existencia a esa mísera rata, toda la estructura de esta narración tendría que replantearse. Cree en lo que te digo.

Pero aún no terminamos con Stiff. Como dije, espero que nunca veas a aquella mujer de la cual hoy puedes mirar muy bien sus ojos rojos e incluso tocar su rostro como nadie más podría hacerlo. No hasta que ellas tengan que mirarla. Pues en el momento en que lo necesiten llorarán.

Como Stiff.

¿Difícil de entender? Bueno, si lo has comprendido está perfecto. Si no, sigue la narración en forma lineal y ya lo comprenderás. ¡Ah, cómo me gustaría que vieras cómo un príncipe es tomado por un plebeyo o cómo el cazador apodado el Héroe es congelado! Sin embargo, no puedo transferirte mi don de la omnisciencia. Eso es algo que ni los contadores de historias somos capaces de hacer. Pero tenemos ya el poder suficiente, muy disfrutable, de viajar algunas veces por los tubos de las líneas del tiempo y el espacio. Tal como haremos ahora para volver a la estructura lineal, así como al tiempo y el espacio originales de esta narración.

Como siempre, todo ocurrirá en un abrir y cerrar de ojos.

Y uno.

Y dos.

Y tres.