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En alta mar, el ocio abandonó el ambiente de un galeón. Un galeón que exhibía la bandera de Stallia y, en sus cubiertas, hombres que no habían nacido en ninguna de las tierras del reino que ondeaba en el mástil.
La orden de un capitán fue dada.
Las velas izadas.
Y el navío zarpó con rumbo al puerto de Andreanne.
—Estamos en camino. Pronto llegaremos, y entonces todo lo planeado saldrá bien… —las palabras de Jamil sonaban preocupantes, primero porque cuando un pirata dice que algo saldrá «bien» o «conforme a los planes» significa que algo malo ocurrirá, pues esos hombres sólo piensan en maldades y caos, y segundo, porque su interlocutor asustaría e irritaría a cualquiera con su sola presencia.
No importaba que aquel viejo tuviera el corazón atrofiado de odio y rencor hacia la vida, un cuerpo podrido a causa de un cáncer que le sobrevino por el sufrimiento acarreado a los demás, una mente inmunda por las frustraciones imputables a su posición actual, ridícula e inútil, aunado a la inmovilidad en esos huesos que crujían a cada movimiento. Descrito así, da la impresión de que hablamos de un viejo impotente incapaz de atender sus propias necesidades sin ayuda, de enunciar frases completas o razonar con lógica. Todo esto era verdad. Independientemente de su estado y sus condiciones físicas, se espera que todo viejo sea tratado con respeto, no importa si esta deferencia ha sido conquistada con base en el buen ejemplo o el temor.
«Un día, mis oponentes vencerán, mas no será hoy…».
Y esto adquiere aún más fuerza cuando nos referimos a James Garfio.