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Una vez más María Hanson subió los escalones de la Biblioteca Real con un objetivo fijo en mente: leer sobre los Ferrabrás y también sobre teorías de conspiración y manipulación política, además de tantos otros libros que apenas uno o dos autores se habrían arriesgado a escribir. Encontrarlos entre decenas de anaqueles gigantescos daría mucho trabajo a la simpática señora Stephanie, la bibliotecaria responsable.

—María, querida, estás a punto de casarte con algún noble de la corte, ¿eh? —la señora Stephanie preguntaba entre una inspiración y otra, resultado del esfuerzo de estirar los brazos y extraer otro libro empolvado mientras hacía equilibrio en una escalera que a primera vista no parecía del todo segura.

—¡Eh… no, señora Stephanie! —el sentimiento de embarazo de María se incrementó al recordar a Axel y volver de nueva cuenta al montón de boberías y preocupaciones sin fundamento entremezcladas en su cabeza, como le ocurre a los adolescentes—. Necesito esas informaciones para un trabajo del profesor Sabino.

—¡Espero entonces que no seas la única en acordarse de la Biblioteca Real como fuente de investigación! —exclamó la bibliotecaria mientras descendía con todo cuidado por los peldaños, pues una caída a su edad significaría al menos una fractura de cadera, si no era que algo peor—. Las visitas de los jóvenes a este lugar son cada vez más escasas —esto era verdad, sólo para darse una idea, en sus trece años de vida Ariane Narin nunca antes se había interesado en visitar la biblioteca.

—Sí, tiene toda la razón. Los jóvenes deberían venir más aquí y leer un poco más también —reconoció María—. Eso les evitaría decir tantas tonterías en momentos inoportunos…

Tras descender con esfuerzo el último escalón, la señora entregó a María cuatro libros empolvados que, pensaba, le servirían para el «trabajo escolar». Y se quedó observando con orgullo a la muchacha mientras esta se sentaba a una de las mesas de la sala de lectura para comenzar su larga investigación.

Fuera cual fuese el trabajo escolar, este exigía investigar en libros de conspiraciones, manipulaciones políticas y otros asuntos tanto extraños como exóticos.