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Los niños salieron al fin para encontrarse con sus padres y referirles la increíble experiencia de conocer artistas consagrados. Bueno, no todos corrieron con sus padres; algunos, como João Hanson, lo hicieron con su hermana:

—María, ¡tendrías que haber estado allí! ¡Es un espectáculo muy bueno!

—¿Y qué tal Ligia Sherman, gente? ¡Muuuy linda! ¡Además es totalmente simpática! —eso de «totalmente» se estaba volviendo una expresión popular entre los adolescentes. Todo lo bueno lo era «totalmente».

—¡La reina Terra lo presentó! —dijo João—. Toda la familia real estaba en el Palco de la Majestad.

—¡Es verdad, María! —Ariane seguía en éxtasis—. ¡Hasta esas dos guapuras de príncipes! ¡Ah! Incluso Anisio tiene más estampa de Rey, ¿sabes? ¡Pero Axel es más lindo! —João detestó el comentario—. Y la princesa de Stallia también es muy simpá… María, ¿estás oyendo?

No lo hacía; cuando Ariane preguntó, por fin salió del trance. Ni siquiera se había dado cuenta de que los niños ya habían salido. De su mente no se apartaba la imagen de…

—¡María, estás embobada! ¡Pareciera que fuiste cortejada por un Rey! —dijo Ariane.

—No… un Rey no… —se limitó a responder, aún atolondrada. No diría que había sido un príncipe ni que se trató de un cortejo; ¿quién era ella para ser cortejada por un príncipe? Pero aun así fue un instante inolvidable. Y aquel momento se volvía más especial porque había conocido a un príncipe que todo lo tenía y no obstante parecía tan sencillo como ella.

Pasarían muchas, muchas horas para que María dejara de recordar cada momento. Puedo decir incluso que, tan enajenada como se hallaba, fueron los niños quienes la llevaron de regreso y no al contrario. Al llegar a casa de los Narin, a pocos metros de la de los Hanson, Ariane aventuró una hipótesis directa, como João jamás lo haría, respecto de la extraña conducta de María:

—¡Está enamorada! —susurró Ariane y dio un codazo a João en el costado.

—¿Enamorada? ¿De quién? ¡Mi hermana no sale con nadie! Dice que no piensa gastar el dinero que sudamos para ponerse en situaciones de esa naturaleza…

—Anda tú. ¿Y desde cuándo se necesita dinero para enamorarse, João? Además, ¿quién dice que el amor es de dos? A veces surge de un solo lado. ¡Tal vez esté enamorada de un tipo que no se ha enterado de que ella existe!

—¿Será? —João recordó aquel día en que María descubrió la nota en su cuaderno y él arrancó la página con vergüenza. Parecía que el destino le daba una oportunidad de regresarle aquella sensación—. ¡Uf! ¿Y cómo hacemos para descubrir la identidad de esa persona? —su raciocinio comenzaba ya a concebir diversos planes complicadísimos, los cuales no le hacían justicia a una situación tan simple.

—Podríamos seguirla, ¿entiendes?

—Hum… totalmente.