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Mientras atendía una solicitud, el rey Anisio Branford conversaba con maestre Ira y maestre Orgullo.

—¿Su majestad se acuerda cuando, en la época en que vestía la piel de hombre-sapo, le ofrecí mi ayuda?

—Jamás lo olvidaré, maestre Ira.

—¿Y recuerda su majestad que acepté una solicitud suya de tolerancia forzada para no quitarle la vida al trol ceniciento?

Anisio se sorprendió. Ya había olvidado aquello. Pero en ese momento volvía a recordarlo bien.

—Sí, ahora recuerdo, así como que lo hice porque te prometí una deuda por el resto de la vida, que me sería cobrada en tu nombre o en el de otros maestres enanos en caso de que un día lo necesitaran.

—Pues la cobraremos en breve —dijo maestre Ira, con su expresión de pocos amigos.

El rey Anisio se preocupó. No le gustaba el tono de aquel viejo maestre.

Y «en breve» le gustaría aún menos.