13
Y Robert de Locksley salió del Gran Palacio y encontró al pugilista William Gamewell esperándolo en un caballo tras escuchar un relato cautivador de Axel Branford sobre su victoria en el Puño de Hierro.
El pugilista descendió del caballo y le dio un fuerte abrazo a la legendaria figura.
—Hola, Will —saludó Locksley—. Sólo faltaba nuestro benjamín.
—¿Cómo te fue con el rey Branford? —preguntó William.
—No nos ayudará —respondió Locksley—. ¿Cómo te fue con el príncipe Branford?
—La simiente ha sido plantada en él. Esperaremos a que germine y dé frutos para las grandes conciencias.
—¿Y tú? Supe que te fue bien en el torneo.
—Di lo mejor que pude, pero el maldito oso blanco era en verdad fuerte.
—¿Y ahora?
—Ahora es hora de retomar nuestra lucha. No pretendo perder por segunda vez ante Minotaurus.
—John y Marion vinieron a Andreanne conmigo. Es hora de partir para el plan B. ¿Estás listo?
—Sí. A partir de este momento soy de nuevo el «rojo»: uno más de tus capitanes.
Y Robert, satisfecho, montó en su propio caballo y dijo con convicción:
—Entonces trabajemos, Will Scarlet.