7

Ariane estaba con su madre en una cabaña aislada. Allí estaban las dos, pero no solas. Había alguien más.

Una persona más.

—¿Desde cuándo ocurre eso? —preguntó la señora.

—Desde… ¿Desde cuándo, querida? —preguntó Anna.

—Desde mi iniciación.

La señora inclinó la cabeza, en señal de que concordaba. El nombre de la tercera era madame Viotti, y también era una bruja. Una de las mejores.

—¿Eso es normal, madame?

—Tal vez, si tomamos en cuenta el potencial de esta niña.

—¿Y qué son esos sueños, madame? —preguntó Ariane.

—Viajes.

—¿«Viajes»?

—Astrales.

—¡Ah, sí, eso lo explica todo!

—¡Ariane! —reprendió la madre—. Habla correctamente con madame. Ariane arrugó la cara. No le gustaba que la reprendieran frente a otra persona. Madame Viotti hizo a Anna una seña de «todo bien» y le sonrió a Ariane, como siempre.

—Querida, quiero que imagines una nuez, ¿sí?

—…

—Ariane no respondió, todavía enojada con su madre.

—¿Sí? —insistió Viotti.

—Sí.

—Si te doy una nuez cerrada, ¿qué haces con ella? ¿Te la llevas a la boca y te la comes?

—¡Eh! Claro que no. ¡Las nueces tienen cáscara!

—Ariane… —insistió la madre, en tono grave. Ariane decidió no empeorar el humor de Anna e intentó tomar en serio la conversación.

—¿Entonces qué harías primero?

—Rompería la cáscara.

—¿Por qué?

—¡Porque no se puede comer la cáscara!

—¿Por qué?

—¡Porque sabe horrible!

—Conozco animales que la comerían.

—¡Pero la cáscara no sirve para eso!

—¿Entonces para qué?

—Para proteger lo que está adentro, ¿me entiende?

—¿Y qué está adentro de ella?

—¡La nuez!

—¿Pero la cáscara no forma parte de la nuez también?

Ariane comenzaba a ponerse nerviosa. Ya era impaciente por naturaleza y aquellas preguntas sólo la agitaban más.

—Es como… así: la cáscara forma parte de la nuez no sólo porque la protege, ¿ve? Pero ella no es la «nuez-nuez», ¿entiende? Sólo forma parte de ella. Pero la verdadera nuez está adentro de la cáscara, ¿me está entendiendo?

—Hum…

Madame Viotti parecía mucho más satisfecha. Movió algunas veces la cabeza y volvió a sonreír.

—Querida, imagínatelo ahora así. Imagina que estamos formados de energía semidivina, pero que somos parecidos a esa nuez que visualizaste.

—Sale… —Ariane comenzó a prestar más atención a aquella conversación. Incluso olvidó que estaba enojada con su madre.

—Imagina que, así como tú misma explicaste, tuviéramos una cáscara a nuestro alrededor que nos protegiera. Una protección un poco más… fuerte, que nos envolviera.

—Hum… hum…

—Imagina que esa cáscara somos nosotros pero al mismo tiempo no somos exactamente nosotros. Que cualquier cosa que seamos sólo pueda ser en verdad hallada adentro de ella. Y que esa protección sea sólo una cáscara que proteja a la verdadera nuez. ¿Entiendes?

—Va.

—Si siembras una nuez con cáscara, ¿qué pasará?

—¡Uy, pues no pasará nada!

—¿Y si siembras la nuez sin cáscara?

—¡Nacerá un árbol de nueces!

—Entonces evolucionará en algo mejor.

—Creo que sí, ¿no?

—En eso debemos pensar.

—¿Cómo?

—Imagina que ese cuerpo de carne que tienes, con todo y tus lindos ojos, sólo es la cáscara de una nuez…

—…

—…

—… y que quienquiera que seas en verdad, se encuentra en tu interior, protegida por la cáscara.

—Perfecto…

—Si crees que sólo eres esa cáscara que te rodea, tu vida será como la nuez a la que entierran con cáscara, ¿entiendes? Nunca cambiará ni evolucionará. No importa lo que suceda; al final, cuando la cáscara se pudra, seguirá siendo la misma.

—Creo que estoy entendiendo.

—Si entiendes que en realidad eres lo que está adentro de la cáscara, entonces serás capaz de evolucionar, como la nuez sembrada sin ella.

—Cierto. ¿Pero eso qué tiene que ver con mis sueños?

—Cuando dormimos, nuestra cáscara se abre.

Ariane quedó en silencio. A pesar de que su raciocinio juvenil todavía era limitado ante aquella señora experta, algo comenzó a cobrar sentido.

—Entonces, significa que nosotros…

—Quiero decir que es uno de los medios que tenemos de activar nuestra verdadera nuez.

—¿Y por qué no nos acordamos bien de los sueños?

—Porque la mayoría cree que la nuez es la cáscara.

—¿Y por qué yo soy diferente?

—Porque ya entendiste que no lo es.

—Pero usted me acaba de explicar todo eso. ¿Cómo podía saberlo antes?

—Porque ya sembraste la nuez. La de verdad.

—¿La sembré sin cáscara?

—Por eso está en el sueño. Y a lo largo de él.

—¿Entonces nació un árbol de nueces?

—Evolucionaste.

Anna observaba con admiración a aquella señora y su forma de ordenar las palabras. Sabía que no sólo estaba ante una profunda conocedora de los grandes misterios: se encontraba ante una verdadera maestra.

—Y, madame —era notable cómo Ariane volvía a hablar con esa señora de una manera no sólo respetuosa, sino también sincera, que es lo que ocurre cuando el respeto se conquista y se impone—, ¿qué ocurrirá de aquí en adelante?

—El «árbol de nueces» dará frutos.

—¿Pero qué son esos lugares que mi yo verdadero visita?

—Otros planos.

—¿De qué?

—Del éter. Lugares como Nueva Éter, nacidos de la esencia de un Creador y de otros semidioses que los mantienen vivos.

—¡Guau! —Ariane estaba asustada.

Toda esa información daba miedo a primera vista. Pero había que admitir que, al mismo tiempo, resultaba extremadamente excitante.

—Y ese es sólo el primer paso…

—¿Cómo, madame? —preguntó esta vez la madre, también un poco asustada.

—Por lo pronto, Ariane necesita el sueño, porque aún no ha sido entrenada. —Ariane mantenía sus típicos ojos muy abiertos—. Pero en el futuro ella no estará presa de esa condición —ojos todavía sorprendidos—. Después ella aprenderá a romper la cáscara siempre que quiera.

Los ojos muy abiertos no se cerraron.

Pero una sonrisa había nacido bajo ellos.