3
El cuchillo encima de la manzana giró varias veces y cayó al suelo, mientras que la fruta era atraída hacia Liriel Gabbiani. Esta vez la joven estaba sentada, mas no atada. Esta vez tenía el libre albedrío para continuar o no con todo aquello, y por más que no quisiera, continuaba allí.
Tomó la manzana en el aire, la cual había venido hasta ella.
—¿Satisfecho, cabezón? —preguntó con demasiado buen humor para el momento.
—No —respondió él, más malhumorado de lo que se esperaría—. No logras hacerlo mejor.
—No, no lo logro.
—Pero lo conseguirás.
—¿Cómo sabes?
—Porque lo necesitas.
Liriel hizo una cara de disgusto y cambió de postura en la silla.
—Porque él lo necesitará, ¿no?
—Sí.
—¿Y quién es «él»?
—Ya lo sabrás.
—Pues mientras no me digas su nombre, no haré nada.
Irritado, Snail dio un puñetazo en la pared, lo que la hizo dar un brinco y erizarse. Lo observó con los ojos abiertos de espanto. En verdad parecía furioso, pero no dijo nada. Miró hacia otro lado. Parecía más pensativo que de costumbre respecto de si debería contarle o no.
Hubo un silencio. Y entonces habló:
—Está bien, te lo diré.
Y Snail Galford le dijo al fin a Liriel Gabbiani el nombre de «aquel».
Tras comprender de qué estaba por formar parte, ella no sólo volvió a concentrarse más de lo que creía posible, sino que comenzó a dar lo máximo, pero en verdad lo máximo de sí a cada nuevo intento.