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Snail Galford entró en el lugar con otros diecisiete jóvenes que habían escuchado su historia y se sentían inspirados para estar allí. Entre todos, aquel galerón alojaba ya a más de ciento ocho niños de la calle y el número seguía creciendo.

—Liriel, separa una parte del grupo que no saldrá en misión de convocación. Mándalos a cortar trozos de madera, varios, del tamaño de un antebrazo.

Últimamente Liriel odiaba aquellas órdenes.

—¿Acaso tengo cara de ser tu empleada?

—¿Quieres asumir el liderazgo y presentar cuentas a la mera hora?

Liriel tragó en seco. Snail se dio cuenta y dijo:

—Qué pena. Yo preferiría…

Ella volvió a mirar a aquella banda de adolescentes.

—La comida comienza a escasear para todo este personal —dijo Liriel, preocupada.

—Aumenta el grupo responsable por los alimentos. Elige a los más rápidos, de manos ligeras.

—¿Y luego?

—Dales un título. Nómbralos «capitanes de arena» o cualquier cosa por el estilo, y elogia su trabajo siempre que esté bien hecho. Pero elógialos poco.

—No sabía que te gustaban los elogios.

—Y no me gustan.

—¡Hablas como si todo fuera tan simple! ¿Ya pensaste que ocurrirá si atrapan a alguno de estos niños y él cuenta lo que ocurre en este galerón? Seríamos exterminados al día siguiente.

—Quienquiera que sea el capturado, no lo contará.

—¿Cómo lo sabes? ¡Son niños!

—Son soldados.

—Y seres humanos.

—No, son huérfanos. ¿Sabes lo que eso significa?

—…

—No importa si viste morir a tu padre, como yo también vi morir al mío, Gabbiani. ¡Estos muchachos simplemente no vieron a su padre morir, porque la mayoría de ellos no lo conoció! O, si lo hicieron, han pasado demasiado tiempo solos como para acordarse de cómo eran. Además, debido a la visita de extranjeros de todo el mundo, Andreanne utilizará la política de esconder su basura durante el periodo del Puño de Hierro. Créeme, los soldados tienen la orden de desaparecer de la calle y los zafarranchos durante ese periodo, lo que hace de este lugar un refugio perfecto para la propia seguridad de los niños. Pronto ellos mismos vendrán a nosotros sin que siquiera necesitemos convocarlos.

—…

—Y el dolor que hay dentro del corazón de personas como ellos es poderoso. Si no es moldeado, se convierte en odio, ¡y pronto habrás formado un Corazón de Cocodrilo, que Aramis lo guarde! Basta una chispa, una sola chispa, para canalizar una energía lo bastante poderosa para destruir ejércitos.

—¡Aun así, Galford! Son niños que no resistirían las torturas.

—Ellos nunca fueron niños. Nacieron en un mundo de adultos. Es más, ¡sobrevivieron en él hasta hoy! Y ahora, por primera vez, encuentran un sentido de unidad. Un sentido que ningún torturador les quitará.

Tenía sentido.