10
–Necesito descansar.
—Está bien.
Liriel miró a Snail como si hubiera escuchado la cosa más absurda del mundo, aunque por primera vez en quién sabe cuánto tiempo estuviera de acuerdo con ella en algo.
—¿Por qué dices eso?
—¿No quieres descansar?
—Sí, lo necesito.
—Entonces…
—¿Por qué aceptaste tan fácilmente mi petición para hacerlo?
—¿Debería haberla rechazado?
—¡Claro que sí!
—Entonces…
Snail observó a Liriel con asombro, como si ella fuera una alienígena caníbal. Probablemente, de haber conocido a João Hanson, ambos tendrían mucho de qué hablar sobre lo que sabían de las mujeres o, más probablemente, de lo que no comprendían sobre ellas.
—¡Pero hasta ahora no habías aceptado nada de lo que dije! ¿Por qué cambiaste de repente? —dijo con tono desconfiado.
—Porque te lo mereces.
La frase la golpeó de un modo profundo. Liriel se sintió mal por preguntar todo eso, aunque en su complejo pensamiento femenino aún no estuviera del todo satisfecha con tan sencilla aceptación.
—Cierto. Pero es raro que…
—¿Por qué?
—Porque tú no eres así.
—¿Y cómo soy?
—Patán, maleducado, arrogante y agresivo.
Snail levantó las cejas.
—¿Así me ves?
—Sí.
Snail pareció un poco… conmocionado. Y no fingía. Quiero decir… no podía fingir. Liriel se sintió mal otra vez por haber dicho lo que dijo, pero no podía dar marcha atrás. ¡Además, era verdad! Esperaba que el negro aceptara sus palabras incluso como un elogio. La reacción de él representaba un golpe para ella también.
Sin decir palabra, Snail salió de la cabaña.
Liriel esperó un tiempo.
Pero él no regresó.