23

Primero se escuchó el silbido.

Imagina, o mejor, crea tú mismo el sonido del viento barriendo y levantando polvo en una sala sin muebles. Imagina que ese viento sólo existe dentro de esa sala en tu mente. Este gira y gira, y el polvo de la sala sin muebles gira con él. Ahora transforma esa sala en un gran recipiente de vidrio. Y transforma el polvo en arena. Pero mantén el sonido.

Así sucedió.

Las partículas de silicio comenzaron a ejecutar un baile increíble ante los ojos humanos, mientras una brisa indeleble y extenuante cobraba forma. Era un espectáculo basado en fantasía y sentimiento; una danza imposible de ser entendida con la mente, pues sólo los corazones le darían credibilidad. Y emoción.

Alrededor, fuera del recipiente, con la arena tomando formas, el aire agitado movía la ropa y los cabellos del príncipe de Arzallum, que se encontraba boquiabierto.

Y entonces las partículas de arena se levantaron, rodeadas por un campo de fuerzas de atracción imposible de ser visto por los ojos humanos, pero igualmente imposible de ser ignorado. Los cabellos se erizaron. Los ojos se abrieron y la adrenalina corrió por cuerpos que veían las partículas de arena tomar una forma que se colocaba de pie, como si la imaginación hiciera sentido en la realidad y moldeara el concepto de lo real. Pues bendito no es sólo el corazón que sueña, sino también la mente que ve existir un sueño nacido de la imaginación.

Las partículas de silicio se convirtieron en formas que dibujaban piernas, que dibujaban un tronco, que dibujaban brazos, que dibujaban senos, que dibujaban la figura de una extensa cabellera y de un rostro tan hermoso, pero tan hermoso, que incluso en la marca de la arena era posible admirar tal creación. Una forma femenina. Una forma semidivina.

Una forma humana.

El rey Anisio abrió mucho los ojos. Los corazones latieron juntos en aquel salón, incluso los corazones de los enemigos. La boca de Axel Branford no se cerró y él sintió que la arena entraba en ella. Y en el momento en que el avatar de arena en forma de mujer comenzó a moverse y a comunicarse cual si fuera un ser vivo, el gnomo Rumpelstiltskin comenzó a leer un pergamino, al lado del asistente que sujetaba un platillo con una vela:

—Saludos, pueblo de Occidente. Yo soy Badoura, heredera de Ofir, la princesa del reino de Jade —el gnomo leía los parlamentos del pergamino en sincronía con los suaves movimientos de la mujer de arena. Una sincronía que de seguro había sido ensayada antes. Mientras ella hablaba, de vez en cuando se escurrían granos de arena a causa de sus movimientos, para levantarse después de nueva cuenta y volver a sus lugares, empujados por la fuerza desconocida y antigravitacional que movía la energía contenida en el mecanismo de aquellos cristales—. Me gustaría mucho estar presente el día de hoy, en el cual tengo conocimiento de que un nuevo rey de Arzallum sube al trono, una vez más.

Era posible percibir los ojos grandes y los largos cabellos negros, además de sus túnicas holgadas, que probablemente eran de tejidos caros y finos. Parecía estar descalza, con accesorios de pulseras, argollas y pendientes en muchos lugares, incluso en los tobillos y el cuello. Axel observaba bien esas particularidades. Estaba tan cerca que veía detalles imposibles de existir en una escultura de arena, aunque estuviera viva. Veía pestañas que caían en movimientos más bruscos y regresaban a su lugar. Veía las cejas. Hasta el cabello de arena cuando se movía. Incluso era posible pensar que se veía a la princesa de arena parpadear de vez en cuando.

—Sin embargo, sé muy bien que mi presencia en esa ceremonia será mucho más sorprendente en la forma como ocurre ahora, e imagino que sorprenderá a todos los presentes. El hecho es que estoy enviando a su continente, el día de hoy, el futuro visualizado por mi padre, el sultán y emperador Badroulbadour, y por nuestro continente, y esperamos compartirlo con nuestros hermanos del otro lado del océano para que vivamos en un mundo cada vez más consciente de su viaje de evolución espiritual.

La princesa se detuvo y se puso el cabello detrás de las orejas.

—¿Puedo continuar? —preguntó ella, según la lectura del gnomo, y esperó.

Hubo murmullos de aprobación en el salón. Incluso el rey Anisio respondió:

—Claro que sí.

—Eh… —Rumpelstiltskin parecía desconcertado—. Señores, en este momento la princesa en realidad estaba hablando conmigo. Ustedes no la están viendo en este instante preciso, sino en un momento ya pasado en que ella dijo esas palabras, semanas atrás.

Los murmullos resurgieron en el salón. En ese momento comenzó incluso a extenderse la hipótesis de que había brujería, minimizada por las personas más cultas. Sin embargo, la mayoría hablaba sobre teorías que involucraban el tiempo y el espacio, así como estudios de ciencias de temáticas demasiado fantásticas que nunca habían sido dominadas.

La princesa hizo un gesto con la cabeza, como si alguien en su realidad la hubiera autorizado a continuar.

—Pues bien: en este momento el señor Rumpelstiltskin eterniza mi existencia en un bloque de éter, mediante una ciencia desarrollada aquí y conocida como magia roja. Una ciencia que genera una fuerza conocida en el Oriente como Etherpunk. Esa ciencia cambiará todo lo que conocemos en nuestro mundo e incluso nuestro conocimiento y nuestro concepto sobre lo real y lo imaginario. Finalmente, es un hecho que estamos lidiando con la propia energía que nos creó a través de semidioses más grandes que nosotros; una energía infinita que se encuentra mucho más allá de cualquier definición —una pausa. Y una bella sonrisa—. Por eso me gustaría dar mi bendición a la ascensión del nuevo rey Branford y decir que Ofir espera que hoy sea parte de un nuevo ciclo en la historia de la vida de Nueva Éter. Junto con nuestros gnomos-ingenieros, estará acompañando la comitiva nuestro guerrero y campeón Ruggiero, para representar a nuestro pueblo en el torneo para el que ustedes nos enviaron tan amable invitación por primera vez. Espero que nuestro campeón haga justicia a sus expectativas y que se desempeñe muy bien —una reverencia, que derramó bastantes granos de arena del avatar cuando bajó la cabeza y que luego se repusieron a sí mismos—. Ahora me despido y una vez más dejo en sus manos mi bendición por este día tan importante. Mi nombre es Badoura, hija de Badroulbadour, la princesa de Jade —entonces la princesa unió sus manos en señal de plegaria, a la altura del corazón—. Y la semidiosa que habita en mí saluda a todos los semidioses que habitan en cada uno de ustedes. ¡Namasté! —e inclinó la cabeza con las manos unidas a la altura del corazón.

En el salón algunas personas, todavía asustadas, intentaron copiar el gesto de regreso, como si la princesa estuviera presente. Axel, que se encontraba tan cerca, se quedó observando a la princesa levantar la cabeza con una sonrisa y deshacer el gesto. La sonrisa de aquella princesa de arena era capaz de parar una pelea; en carne y hueso es muy probable que fuera capaz de interrumpir la marcha de ejércitos. Era el tipo de princesa por la cual los soldados adoran tener motivo para morir. Entonces ella estiró la mano derecha, como si quisiera tocar a alguien frente a sí, al que nadie podía ver. En el reflejo, aún boquiabierto por aquel espectáculo, Axel Branford estiró también su brazo derecho. Y en el momento en que la mano del príncipe de carne y la de la princesa de arena se tocaron, los cristales dejaron de brillar con intensidad, y el cuerpo de arena se deshizo ante un príncipe sin palabras para describir la angustiosa sensación de impotencia que le producía ver a aquel ser cobrar forma para luego deshacerse delante de él.

Axel acercó hacia sí su mano derecha y observó la palma. Había arena en ella. Los siervos reales encendieron de nuevo los candelabros, los cuales iluminaron mejor el ambiente. Axel dio dos pasos atrás, extasiado. Y con un movimiento lento y suave quitó una línea de arena de su frente como si fueran semillas lanzadas al viento.

Miró a Rumpelstiltskin y sonrió, aplaudiendo el espectáculo.

Todo el salón, incluyendo al rey Anisio, se unió a los aplausos, que se volvieron cada vez más fuertes, acompañados de silbidos, mientras los gnomos saludaban a todos como actores al fin de una obra.

Poco a poco disminuyó la agitación local y se escuchó la pregunta:

—¿Pero qué aparato sorprendente es este? —susurró alguien en medio de la algazara.

—Señores, lo que vieron hoy es una revolución. Les hemos mostrado sólo una parte de lo que deseamos traer a este continente. Incluso aquí, en estas tierras, es sabido que la energía con que se construyó un universo no puede ser destruida, sólo transformada. Con base en este principio, nosotros, los gnomos científicos, comprendemos que lo que quiera que sea jamás se perderá en el universo de Nueva Éter. Todo lo que digamos, o cualquier actitud que tengamos, jamás será olvidada ni perdida.

—Señor Rumpelstiltskin, ¿quiere decir que ahora podemos vencer en la eterna lucha del hombre contra la muerte?

—En realidad, rey Adamantino, la muerte no existe. Al menos no como piensa. Porque ratifico: todo lo que hacemos en este universo queda grabado, y cualquier semidiós podrá dar vida de nuevo a tales momentos por el resto de la existencia. En el momento en que Nueva Éter cobró forma, todos aquí en este salón, y mucho más allá de él, nos volvimos eternos.

—Entonces —dijo el rey Anisio, razonando—, ¿afirmas que hasta los semidioses que aún no existen podrán, en el futuro, cuando bien lo quieran, regresar a este momento en que estamos ahora y darle vida de nuevo?

—Justo a eso me refiero. Finalmente, lo diré de nuevo: la energía de un universo no puede ser destruida, sólo transformada. Por el resto de la existencia los semidioses podrán volver a este momento, o a cualquier otro que ya haya tomado forma en Nueva Éter, para hacer su lectura, así como hacemos la lectura de un momento ya pasado de la princesa de Jade. Y digo más: esos momentos eternizados en el tiempo nunca serán los mismos para distintos semidioses.

—Interesante el término que usas: «lecturas» —dijo el rey Anisio—. ¿De dónde lo sacaste?

—De las escrituras sagradas, porque tales escritos dicen que en la historia de la Creación primero fue el Verbo —y el salón volvió a cuchichear—. Lo que quiero decir, señores, es que ellos usan la misma energía etérea para otorgar creación a nuestras vidas, pero cada uno de ellos tiene tanta individualidad como cada uno de nosotros. Y eso se refleja en la forma en que cada uno de ellos nos ve, al punto que el Creador no es el señor absoluto del propio universo de cuya creación es responsable.

—¡Eso es una blasfemia! —dijo un noble de la comitiva de Orión—. ¿Ahora pretenden considerarse semidioses?

—Por lo que estoy entendiendo —dijo el rey Segundo—, en realidad nuestros visitantes sólo se interesan en comprender cómo piensan los semidioses.

—¿Y eso no sería una criatura que pretende entender la creación? —insistió el noble.

—Exactamente —dijo Rumpelstiltskin—. Mas no con el objetivo de tomar su lugar, sino de volvernos mejores siervos.

—Todavía me huele a herejía…

—No —dijo el rey Anisio, con los ojos como brasas—. Eso huele al punto de evolución más fantástica que podríamos anhelar.

El salón volvió a llenarse de murmullos. Si alguien tuviera duda de que aquello fuera bueno o malo, después de escuchar la opinión del más grande de los reyes, de seguro esa duda no existiría más.

—Y, señor Rumpelstiltskin —continuó el rey—, ¿dijiste que tal fuerza derivada de una «magia roja» aquí presentada puede tener otras funciones, además de hacer la lectura de momentos ya grabados en el éter?

—Precisamente, majestad. A través de nuestros estudios dimos origen a una fuerza de atracción para la cual aún no tenemos un nombre, pero que sin embargo aprendimos a utilizar como fuerza motora. Al saber utilizar tal fuerza, incluso podemos mover molinos sin depender del estado del viento. O hacer girar hélices que empujen barcos.

—O hacerlos flotar en los cielos…

—Eso ya es algo que necesita un poco más que sólo esa fuerza motora presentada hoy. Lo más importante que debe resaltarse aquí es que las bases del conocimiento de Nueva Éter se modificarán para siempre, y estamos aquí para saber si Arzallum y todo Ocaso desean formar parte o no de esa evolución.

Hubo más agitación de nobles y monarcas excitados. Como se ha dicho, es difícil para el ser humano aceptar lo nuevo, pero la tarea se vuelve mucho más sencilla después de un deslumbramiento, pues se encuentra todavía por nacer la especie que adore más ser deslumbrada que esta.

—Señor Rumpelstiltskin… —tomó la palabra el rey Anisio, después de una rápida ponderación.

—A sus órdenes, su majestad.

—¿Podría hacerte una última pregunta?

—¿Quién soy yo para negarle su derecho legítimo, rey Branford…?

—¿Dónde conseguiste los cristales que nos presentaste? A mí me parece que la mayoría de nosotros nunca los ha visto…

—Majestad, probablemente esta sensación provenga del hecho de que sólo conseguimos esos cristales directamente de los genios.

Más agitación y vocerío.

—¿Los gnomos consiguieron lo imposible? ¿En estos tiempos se negocia ya con tales seres? —preguntó Axel.

—Sí, en el continente Naciente esa es ya una práctica común. Los genios ya no conceden más deseos de manera altruista, sino que los negocian por diversos precios. No es casualidad que las experiencias que desarrollamos involucren altos costos y busquemos siempre a los mejores socios, como hacemos en esta ocasión.

—¿Y qué podrían pedir los genios como moneda de intercambio? Es difícil algo que no tengan o que sean incapaces de generar —continuó el príncipe.

—Con toda certeza, alteza. Esas entidades podrían generar todo lo material que necesitamos comprar, por lo que sus monedas de intercambio involucran siempre necesidades que sus planos etéreos no pueden proveer.

Axel se sentía conmocionado. Abrió los ojos y no estaba seguro si quería preguntar lo que preguntó:

—¿Está diciendo que ellos intercambian esas mercancías por…?

—Como puede ver, alteza, los genios no siempre se acuestan con mujeres a la fuerza. La mayoría de las veces sólo son negocios. ¿Creía que los sultanes mantienen harenes para sí mismos? Ni en su máxima jovialidad serían capaces de cuidar a mujeres tan bellas.

Esta vez el salón se agitó tanto, que hasta el rey Anisio se dio cuenta de que ya no restablecería el control total. Era mucha la información y muchas las emociones diferentes para un único día.

—Señores gnomos, por favor, convoquen al resto de su comitiva y tomen sus lugares como invitados en el Gran Palacio. Todos ustedes permanecerán con nosotros a lo largo de esta semana y ocuparán sitios de honor en la Arena de Vidrio. No puedo desearle suerte al campeón de Ofir, pues ningún arzallino tendrá otro nombre sino el de Axel en su corazón durante el torneo, pero puedo recibirlos y acomodarlos bien. Sean bienvenidos; sean muy bienvenidos a Arzallum.

El rey Anisio acompañó al científico y a sus asistentes entre saludos y sonrisas. Axel seguía asustado con todo lo que había escuchado. Anisio no sabía si temía o se entusiasmaba con el sentimiento que lo embargaba ante aquel futuro de principios tan inciertos y diferentes. En el fondo creía que lo que sentía respecto a aquel futuro era un poco de recelo. Pero también tal vez un poco de excitación. Blanca Corazón de Nieve, cerca de su padre, al fondo, tenía mucho, mucho más miedo de ese futuro incierto, rodeado de corazones calentados en inviernos que parecían querer tardarse en pasar. Y mal sabía la princesa de nieve cuánto debía temer ella en realidad.