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Sonaron las campanadas de las tres horas y el corazón de la niña retumbó con ellas.
Ariane Narin estaba hecha un manojo de nervios. Faltaba una hora para la pelea de honor entre João Hanson y Héctor Farmer.
João seguía calentando y estirándose con la mayor de las calmas.
Ella juraba que quería calmarse también, pero aquel sentimiento subía por su columna, contraía sus dedos, la hacía comerse las uñas y seguía creciendo en su pecho hasta que ella tuviera que…
—¡João! —gritó, al fin.
Él dejó de esquivar los ataques imaginarios y se volvió hacia ella, curioso:
—¿Qué pasa, chica?
—¡Para todo! ¡Por el amor del Creador, ya no aguanto más, hombre! Dime la verdad, anda: ¿en verdad tienes un plan contra Héctor Farmer?
—Sí, lo tengo.
Y lo peor es que en verdad lo tenía.