20
–¿Es cierta esa tontería sobre cazar brujas? —preguntó Liriel.
—Sí.
—¿Y para quién estabas haciendo eso?
—Para el rey.
Liriel Gabbiani se quedó muda un momento. Resultaba impresionante el «ascenso meteórico» —si no te importa llamarlo así— de ese negro insolente, convertido de marinero de un barco pirata y ladronzuelo muerto de hambre a hombre de confianza del capitán, agente doble de la corona y a saber dónde más se encontraba ahora…
—¿Pero todavía realizas ese trabajo?
—No. Pedí demasiado.
—¿Y por qué diablos hiciste eso?
—El pago no era todo lo que yo esperaba.
—Dudo que la corona pague mal, aun más por ese tipo de servicio…
—No, ellos en realidad no pagan.
—¿Y entonces?
Snail desvió la mirada, como cansado de tantas explicaciones exigidas. Pero suspiró, pues sabía que aquella curiosidad excesiva era parte inseparable del alma femenina.
—En realidad las amenazas corren de manera más intensa de lo que se previó. Tan intensa que Anisio Branford ha querido, más de una vez, profesionalizar en verdad esa actividad.
—¿Cómo? —Liriel hizo cara de sorpresa—. ¿Eso qué significa? ¿Que él pretende traer de vuelta a los antiguos? ¡Debes estar bromeando!
—¡Sólo digo lo que escucho! Además no importa si él mantendrá a sus cazadores como aficionados o como profesionales. Yo obtendría menos de lo que sé que puedo ganar en cualquier instancia…
—Hum, ¿y qué pretendes hacer… socio? —se arriesgó ella.
—Ah, te acuerdas de mi propuesta.
—¿Por qué otro motivo me vendrías a buscar?
Ambos se miraron por un tiempo demasiado largo para que alguno no se sintiera incómodo.
—Es el siguiente, Gabbiani: antes de que tu grupo fuera exterminado, eras una Fantasma, y antes de que el mío quedara diezmado, yo era un Sombra, ¿correcto?
—Correcto.
—Y estas eran dos organizaciones criminales que se disputaban el poder con la…
—¿Me vas a decir algo que no sepa?
—El hecho es que antes de que ellas perdieran el camino… Quiero decir, antes de que comenzara la guerra y nadie más recordara cómo comenzó todo, ¿te acuerdas de lo que eran? ¿Antes de convertirse en dos sociedades criminales?
—Dos sociedades secretas.
—Entonces…
—¿Entonces qué?
—Así es como ganaremos dinero.
—Aún no comprendo.
—Haremos que renazcan esas sociedades secretas, Gabbiani —y la quijada de Liriel casi cayó ante la osada propuesta—. Sólo que esta vez ellas renacerán como una sola…
Si el mundo estaba por cambiar, aquel parecía ser un buen día.