13

–¡Madreee! ¡Madreee! ¡Ven acá! ¡Ven acá! ¡Ven acá ahora!

Anna Narin dejó todo lo que hacía y corrió para reunirse con su hija.

—¿Qué pasa, por el Creador?

—¿No escuchas… eso?

Anna Narin lo escuchaba. Tanto, que corrió con su hija con el corazón acelerado… y el mundo en conflicto. Al salir, encontró a grupos de habitantes que hacían lo mismo: todos se miraban y se preguntaban no sólo qué era aquello, sino también si estaban de nuevo en tiempos de guerra.

Era triste ver lo que un inesperado atentado pirata anterior había hecho con ese pueblo, otrora tan seguro de sí y asimismo ejemplo para todos los pueblos de ese continente. Lo más difícil parecía ser el hecho de aceptar que la paranoia y el miedo se habían instalado no sólo en las casas de aquellas personas, sino también en los corazones de cada una de ellas. Un lugar de donde sólo ellas serían capaces de retirar el sentimiento, lo que dificultaba mucho más la tarea.

Cuando aquella cosa pasó por encima de ellas, algunas personas se agacharon por temor a que se tratara de otro ataque, esta vez aéreo en vez de por mar y tierra. Ariane Narin, asustada por la sombra que aquello hacía sobre su cabeza, se aferró con fuerza al cuerpo de su madre.

—¿Qué es eso, madre?

A lo largo de su vida Anna Narin había visto muchas cosas en eventos que involucraban a brujas buenas y malas. Había visto magias negras destruidas, así como había visto a brujas caníbales intentar devorar a los niños. Había presenciado cosas espantosas y otras que parecían imposibles.

Aun así, jamás había atestiguado nada igual a eso.