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Las espadas y las láminas piratas se encontraron una, dos, tres, cuatro veces. Al rozarse despedían chispas y toda una tripulación gritaba excitada, sin saber con exactitud para quién. Dos piratas que habían regresado de la muerte exhibiendo un corazón sostenían un duelo de vida o muerte por el barco de un pirata que no regresaría de Aramis.
La lámina de Jamil rasgó un pedazo de Snail junto a las costillas y, en seguida, el pirata cojo sufrió un corte en el rostro. Snail sintió que una rodilla se tambaleaba, que el muslo le ardía, que la mandíbula le estallaba. Giró y atacó y giró y atacó y giró y sintió que la cintura recibía un corte, la sien recibía un golpe y el plexo sangraba. Se apartó y percibió que el maldito pirata deforme al que enfrentaba aún era muy peligroso, no obstante que tuviera un solo ojo y una pierna de…
Su respiración se fue estabilizando. Un solo ojo. Una pierna de palo.
Las láminas entrechocaron dos, tres, cuatro veces más; los gritos continuaron mientras Snail mantenía el cuerpo más volteado hacia el ojo que aún veía de Jamil. Jamil golpeó y se dio la vuelta. Snail percibió que el pirata se aproximaba con el dorso de la mano directo a su cara y mantuvo el rostro fijo a la espera del golpe… El cual estalló, pero en el pecho. Snail escupió sangre con el golpe. Sin embargo, el que gritó fue Jamil.
Había un tajo en diagonal a la altura de las costillas de Corazón de Cocodrilo. Un golpe que no había visto, pues había sido aplicado mientras la atención del atacado estaba en otra parte. Un golpe invisible. Un golpe que era la especialidad de Jamil Corazón de Cocodrilo, pero cuando tenía los dos ojos, y cuya técnica Snail Galford le había robado y aprendido bien.
Bufando de rabia, Jamil avanzó, como siempre, por el lado del ojo bueno. Snail lo paró con la lámina de uno de los cuchillos, y otra vez…
—¡Argh! —el pirata deforme sintió un corte en el lado ciego.
Jamil atacó de nuevo y…
—¡Argh! ¡Maldito hijo de…!
De nuevo Snail lo cortó del lado ciego. Jamil cayó de rodillas. Snail creyó que se rendiría cuando el arrodillado saltó encima de él como un loco y le cortó el pecho en diagonal, con la lámina rozando en varias láminas pequeñas escondidas en los bolsillos falsos del abrigo del ladino. Snail, sangrando e irritado, paró una vez más la lámina de Jamil y ¡bam!, la patada pegó en el pliegue cosido de piel y madera, y la pierna de palo se tambaleó. Desesperado, Jamil se lanzó hacia el frente intentando cortar la garganta del enemigo. Snail Galford se arrodilló por reflejo y…
—¡Aaargh!
… clavó uno de los cuchillos en el pie todavía bueno de Corazón de Cocodrilo. Jamil cayó con las dos rodillas en el suelo, llorando de dolor, rabia e impotencia. Era un hecho: ambos sabían que el verdadero Jamil Corazón de Cocodrilo, aquel Jamil joven que mató a un cocodrilo con las manos y enloqueció a un rey en el auge de su inteligencia, se habría tragado a Snail Galford en una lucha directa. Pero no aquel Jamil.
Y no los restos de aquel Jamil.
—Que alguien me traiga un hacha —dijo la voz taciturna de Snail Galford, ante una tripulación conmocionada—. Y que me traigan al traidor Jim Hawkins.
Siguiendo el código pirata, los mercenarios del Jolly Rogers lo permitieron, y los capitanes de arena de Snail se agitaron cuando el pequeño Twist le trajo un hacha de leñador. Afilada. Los otros trajeron a un viejo Hawkins rojo y asustado con aquel maldito que regresaba de la muerte y sometía a un pirata legendario.
—Que todos los presentes sean testigos de que yo, Snail Galford, reasumo por derecho mi puesto como capitán de este barco, a no ser que uno de ustedes se atreva a desafiarme en este momento por quitármelo.
Nadie hizo comentarios. Para aquellos hombres Snail Galford se había convertido en un ser tan sombrío como cualquier versión de Jamil Corazón de Cocodrilo. Un marinero mercenario transformado en capitán pirata por derecho y merecimiento. Y tal vez por motivos más sombríos que eso.
En el suelo, estirado de dolor con el cuchillo aún clavado en el empeine de su único pie, Jamil hablaba en voz baja en medio del dolor:
—Lo lograste, negro —las frases eran interrumpidas por muecas y toses—. Lograste ser, entre estos inútiles, el más cercano a mí.
Snail levantó el hacha. Las voces se acallaron. Y Jamil supo que moriría.
—Todavía no me parezco a ti —dijo el negro antes de que el hacha descendiera en un ángulo violento.
Jamil gritó. Y se dio cuenta de que seguía vivo. Los murmullos corrieron por la cubierta.
Y sólo un pedazo de la pierna de Jamil se separó del cuerpo.
—Tienes razón, pirata. Yo, entre todos, soy lo más cercano a ti. En verdad soy el más esforzado, pero no soy de la misma calaña que tú, o que Garfio, o que Flint, o que Barba Azul, o que este inútil que me traicionó —tanto Corazón de Cocodrilo como Hawkins escuchaban atentos cada palabra, tratando de entender si morirían ese día o no—. Sin embargo, seré más grande que todos ustedes. Para eso necesito aprender con ustedes. A partir de este momento, la vida de los dos y las almas de todos los presentes en este barco que comando, son mías. A partir de este momento serán mis consejeros, pero también mis esclavos. Haré de ustedes hombres ricos si se quedan de mi lado. Haré de ustedes hombres muertos si eligen el otro. Haré de ustedes muertos-vivos si no toman partido.
Liriel Gabbiani sintió un escalofrío con aquellas palabras y aquel tono de voz. El Snail Galford que ella veía en ese momento era un hombre muy distinto al que había conocido. Era un Snail potencializado, todavía más calculador, más frío, más directo. Ella admitía que sentía miedo al respecto, pero también una atracción y una peligrosa excitación por aquella figura a la que le resultaba difícil resistirse. O explicar.
—A partir de este momento, este hombre derrotado ya no es más Jamil Corazón de Cocodrilo. Será sólo Jamil, el Cojo.
Jamil miró la pierna de madera disminuida y el pie perforado y, por más que odiara profundamente a aquel negro insolente, admitía que alguna parte sombría y distorsionada dentro de sí también lo admiraba.
—Padre —dijo el joven Twist, atrayendo la atención en el clima tenso; Snail lo miró—. ¿Y en cuanto al viejo traidor…?
—Acuéstenlo en el suelo, pues necesito probar el filo de esta hacha.
Los capitanes de arena sonrieron de placer. Los antiguos marineros de Cocodrilo, que ahora también eran de Galford, se agitaron. Jim Hawkins comenzó a tener un ataque de nervios.
—¿Y cómo deberemos conocer al viejo? —insistió el huérfano, con una sonrisa en los labios, curioso por el desenlace.
—Jim, el Manco —respondió el nuevo y sombrío capitán del legendario Jolly Rogers.