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–¿Cómo sabes todo eso que estás diciendo, Hanson? —preguntó Born, desconfiado.
João sostenía un arma envuelta en un paño, de lo cual se deducía que era de entrenamiento.
—Sé lo que me fue mostrado.
—¿Y por qué nos liderarías tú?
—Porque estoy solicitando el liderazgo en este momento.
Born cerró la expresión.
—¿Y si alguien aquí no está de acuerdo?
João Hanson puso el arma envuelta en el suelo, se quitó la camisa y la arrojó también al suelo. Entonces desenvolvió el objeto oculto parecido a una espada de entrenamiento de madera.
Era una espada mediana auténtica.
—Entonces alguien podrá intentar quitarme ese liderazgo.
Balanceó la espada con la mano derecha, en un ademán que asustaba.
—Lideraré este grupo porque fui yo, entre todos ustedes, el que sobrevivió a la trampa de una bruja caníbal cuando era niño. Fui yo quien mató a un hombre antes de los quince años. Fui yo al que solicitó lord Wilfred de Ivanhoe. —João Hanson se volvió de espaldas y la visión de su dorso marcado y tatuado con símbolos místicos tribales antiguos estremeció a los presentes—. Y fui yo quien debería haber perdido la vida tres veces en situaciones de riesgo y regresó de los senderos de la muerte por caminos sobrenaturales.
—João —comentó para sí un Albarus conmocionado y con voz temblorosa.
—Y protegeré a esta ciudad con o sin ayuda. Moriré por caminos naturales o violentos, por ella y por las personas que viven en ella. La cuestión es que quiero darles la opción de que estén conmigo o no.
Se hizo el silencio. João se puso la camisa y envolvió la espada.
—Ahora, ¿quién desea volver a casa y quién me seguirá?
El silencio persistió. Pero las expresiones cambiaron. Y João Hanson, en aquel instante, experimentó qué era ser una figura legendaria como Robert de Locksley, capaz de inspirar a hombres ordinarios para realizar hechos extraordinarios. Y allí él también comenzaba a colectar espíritus.