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La reina Blanca Corazón de Nieve sentía dolor en el pecho, como si la caja torácica se comprimiera de manera lenta y asfixiante. Se apoyó en la pared del cuarto, con la mano en los senos y sin que ninguna aya estuviera cerca para ayudarla. Tropezó, se tambaleó un poco y, por fin, evitó la caída al sostenerse en una cómoda. Frascos de fragancias y otras especias raras cayeron y se rompieron. De la pared cayó también la llave con punta de estrella, sujeta alrededor de un llavero pesado formado con monedas antiguas soldadas. Blanca permaneció con la cabeza baja y las manos trémulas en las orillas del mueble, hasta que su respiración se calmó poco a poco y el corazón se tranquilizó.
Se inclinó y agarró la llave caída. Cuando levantó la cabeza, al frente de ella había un espejo. El espejo reflejaba a una reina abatida, con ojeras y marcas que la envejecían mucho más que su edad verdadera. Y Blanca, en ese reflejo, visualizaba lo mejor y lo peor que existía en sí misma.
Entonces se cuestionó mientras observaba aquel espejo:
—¿Existe alguien mejor que yo para estar en esta posición en este momento?
Y sin quitar la vista del espejo:
—¿Existe alguien más competente que yo para estar en esta posición en este momento?
La imagen seguía reflejando mucho más a una mujer cansada que a una reina mítica.
Entonces el espejo comenzó a reflejar no sólo eso.
En el espejo, detrás de ella, estaba el reflejo de Ariane Narin.
La reina comenzó a girar el cuello para mirar hacia atrás, y el reflejo de Ariane en el espejo movió la cabeza negativamente. La mente de Blanca le ordenaba con violencia que mirara hacia atrás y comprobara la alucinación provocada por la tensión a la que estaba siendo sometida.
El corazón le exigía que utilizara sólo la fe y creyera en lo que estaba presenciando.
—Quieres mostrarme algo, ¿no? —preguntó en voz alta.
El reflejo de Ariane asintió.
—¿Y cómo quieres hacerlo?
La imagen de Ariane estiró los brazos, como si lo hiciera al lado de la reina, en dirección al espejo. Por el reflejo mostrado, lo que la reina veía era el reflejo de Ariane estirando la mano hacia ella. O una parte de Ariane. O la verdadera esencia que era Ariane.
Blanca Corazón de Nieve suspiró. Finalmente, ¿era una mujer cansada o una reina mítica?
—Entonces muéstrame —dijo una reina cansada—. Espejo mío, muéstrame lo que hay detrás de mí.
La reina estiró los dedos y tocó las manos de Ariane estiradas en el reflejo. Y todo lo que Ariane había visto antes le fue mostrado.