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–Nadie dejará este salón —dijo el señor Tulan al grupo de María Hanson, listo para salir—. No hasta que yo lo permita.
María, asustada, miró a Casanova, igualmente preocupado.
—¿Usted es de la Guardia Real? —preguntó Giacomo Casanova, con mirada seria.
El señor de barba malhecha y varios agujeros en la piel del rostro sonrió. Y lo hizo con ironía.
—Muy por el contrario —respondió.
«Muy por el contrario».
Así comenzó la pesadilla en Andreanne.