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–La situación de João me recuerda a «las tres heridas».
María Hanson y Ariane Narin se miraron con expresiones curiosas. La típica mirada de quien no sabe si está escuchando algo positivo o destructivo.
—¿Qué es eso, madame? —preguntó Ariane.
Madame Viotti pensó en cuánto debía decir. Ariane la había buscado y ella se sorprendió cuando la chica entró con María Hanson. Pero, por la urgencia de la voz de la joven, algo en verdad era diferente aquella noche.
Y madame Viotti decidió que iría hasta el final.
—Cuando una persona se volverá espiritualmente avanzada, pasa por una especie de provocaciones, ¿comprenden?
Ariane observó a María para dilucidar si ella cuestionaría algo, pero esta se quedó mirando. A Ariane le gustó eso.
—Por ejemplo, para que alguien se convierta en el Pendragon —continuó Viotti— es preciso que el elegido pase por tres grandes provocaciones. Tres momentos de dolor que le traerán la evolución necesaria.
—Pero —esta vez María se manifestó, ignorando, sin embargo, curiosidades más grandes que surgían en aquel momento—, ¿esa evolución siempre debe realizarse mediante tres momentos malos, madame?
—Eso varía de acuerdo con la era por la que el planeta esté pasando. En el caso de Nueva Éter, estamos iniciando la nueva era, donde pasaremos por momentos de intensas provocaciones y entonces obtendremos el merecimiento y la evolución espiritual. El mundo evolucionará por provocaciones a través del amor.
—¿Fue así también en la era del rey Primo Branford? —preguntó Ariane.
—No. Primo dio fin a la era antigua. Una era donde todo era dolor. Su reinado estuvo marcado por la provocación de la Cacería de Brujas, que le dio una bonanza temporal. Pero incluso él sufrió en carne propia al final por no creer que semejante sufrimiento no había terminado. Y la nueva era no se había iniciado todavía.
—¿Y por qué piensa que João pasó por tres heridas? —insistió Ariane.
—Queridas, necesito que entiendan que lo que diré ahora sólo se basa en hechos, no en mi opinión ni en mi deseo real, ¿comprenden?
Las dos asintieron.
—El hecho es que, por más difícil que resulte pensar en ello, sabemos que, si dependiera en exclusiva del destino, João Hanson estaría muerto.
Ariane y María sintieron una punzada en el corazón. Aquel era el tipo de asunto que a ninguna de las dos les gustaba comentar, y ni siquiera pensar. Antes de que se manifestaran, y antes de que el ego comenzara a generar negaciones ante lo obvio, madame Viotti concluyó:
—João habría muerto sacrificado por Babau en la Casa de los Dulces, pero sobrevivió gracias a su padre y a María. Después habría muerto a manos de la misma bruja en la catedral de la Sagrada Creación, pero Ariane intercedió por él. Ahora parece que habría muerto por tercera vez. Y de nuevo, por algún motivo no natural, evitó la muerte.
Las dos jóvenes querían hacer miles de preguntas. Pero no podían. Cualquier duda generaría más preguntas y más conocimientos que ninguna sabía si estaba preparada para poseer.
—Y si un espíritu supera la muerte tres veces en una sola vida es porque existe algo especial en su línea de vida que le será cobrado.
—¿Está diciendo que João es un muchacho especial? —preguntó María.
—Estoy diciendo que es un «tocado». Son personas elegidas por el Creador, capaces de realizar hechos por encima del promedio.
—¿Qué clase de hechos? —preguntó Ariane.
—Ninguna persona es igual a otra. Algunas son capaces de hechos extraordinarios; algunas poseen sangre de hadas que corre por sus venas; algunas hablan con seres superiores; algunas predicen el futuro; algunas curan enfermedades con un solo toque; ¡algunas convocan a los dragones de Éter! No existe una regla. Son seres elegidos que ayudan al mundo a evolucionar.
—¿Pero qué tendría João de especial? —insistió Ariane—. Quiero decir: él siempre pareció un muchacho normal.
—No, siempre fue más inteligente que la mayoría —dijo María—. Y después de la Casa de los Dulces, después de la primera «provocación», comenzó a sentir cosas.
—Sí, incluso le sangra la nariz, ¿no? —reflexionó Ariane.
—La «primera herida» —concluyó madame Viotti.
María estaba tan pálida como pensativa. Y al fin reunió valor para preguntar:
—Madame, ¿un tocado puede caer?
Madame Viotti se quedó mirando a la joven, sorprendida por la inteligencia de la pregunta. Por un momento imaginó cuánto contribuiría María Hanson en un aquelarre si tal fuera su destino.
—Sí, incluso las hadas pueden, querida.
María se levantó, extremadamente preocupada, y se desahogó:
—Miren, le prometí a Ariane que no haría mayores preguntas acerca de por qué ustedes dos entienden de esas cosas y cumpliré mi promesa. ¡No pretendo ni quiero saberlo! ¡No quiero saber nada referente a la brujería! ¡Ya tuve suficientes muestras de ella a lo largo de mi vida y ninguna de ellas resultó buena para nadie de mi familia!
De nuevo madame Viotti no dejó de pensar en cómo sería la vida de esa chica si, en vez de caer en las garras de una maga negra, María Hanson hubiera conocido a una bruja blanca en la época en que creía en la bondad por encima de todo.
—¡Pero esto ahora involucra a mi hermano! ¡No sé en qué se está convirtiendo, y sea lo que fuere quiero que usted sea sincera conmigo, madame! Quiero que me diga: ¿João puede convertirse, o ser manipulado para convertirse, en una persona mala?
Silencio.
—María, tu hermano posee una esencia —dijo Viotti pausadamente—. Nadie puede mancharla sin que él lo permita. Sin embargo, él puede bajar la guardia en algunos momentos y ser tentado por fuerzas sombrías. Y durante ese proceso, al creer que está haciendo lo mejor, se puede cegar ante determinados actos.
—Usted en verdad cree eso, ¿no? —preguntó María, pensativa.
—Incluso el propio rey Primo Branford pasó por eso.
Ariane y María se miraron. Ambas tenían la misma pregunta y fue Ariane quien la hizo primero:
—¿Y cómo podemos ayudarlo a no perderse?
—Ustedes son los pilares de la persona que es él —dijo ella, seria—. Ustedes dos y el padre por cuya libertad arriesgó la vida. Manténganse cerca de él.
Las dos siguieron mirándose como si el mundo, o toda la carga que viaja en caos por el mundo, resultaran obvios. Aquello era algo que ellas harían de cualquier manera. Sin embargo, cuando parecía que aquella conversación había adquirido un tono más ligero, madame Viotti dijo, todavía con seria intensidad:
—Pero estén preparadas para el futuro antes de recoger los buenos frutos. João Hanson escapó de la muerte tres veces y tal vez su cuerpo haya sido cerrado contra ella. Pero eso no significa que la Banshee lo olvidará.
—¿Usted cree que ella seguirá intentándolo? —preguntó Ariane, con un tono melancólico en la voz.
—Lo hará, como lo haría con cualquiera de nosotros, querida. Pero en el caso de João, como ella no podrá tocarlo tan fácilmente, estará siempre alrededor de él. Por eso ustedes dos deben estar atentas. Y por eso él las necesitará.