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Sabino von Fígaro marchaba entre los suyos, ataviado con las vestiduras oficiales de consejero real. Sin embargo, un capitán rompió filas y fue hasta él, para indicarle que Giacomo Casanova necesitaba hablar con él de manera urgente.
El muchacho corría y forzaba el paso entre el pueblo, que había parado la ciudad entera para observar a sus guerreros.
El viejo señor abandonó la marcha y fue con el joven noble, que le entregó la carta escrita por João Hanson. Y en el momento en que Sabino la abrió y la leyó, sus ojos se dilataron, sus pulsaciones se aceleraron y corrió hasta el capitán Reinaldo Grimaldi, que también fue retirado de la marcha oficial por Andreanne de manera súbita. Y preocupante.
Ninguno de los dos se reintegraría a aquellas filas.