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Llegaron al puerto. Más específicamente, a la parte vigilada, donde nadie caminaba de noche. La parte silenciosa.
Al Cementerio de Barcos.
Caminaron por aquel pabellón como una pandilla y casi no fueron notados, ya que en ese momento los ciudadanos de Andreanne estaban esparcidos por el centro de su ciudad, bendiciendo a sus soldados y rezando para que regresaran con vida. Había pocos guardias en la entrada. En realidad sólo uno, que los dejó pasar sin problemas.
Pasaron por viejos almacenes hechos de piezas metálicas soldadas en hierro y vanos rellenos con albañilería de ladrillos macizos. Los techos de tejas eran a dos aguas, con lo que se creaba un efecto que debía ser bello en un día de sol y en la época en que eran nuevos.
El vano libre era de unos veinte metros y variaba en alrededor de ochenta metros para cada almacén. En los días de asueto aquel lugar funcionaba como atracción turística de la ciudad, sobre todo para abuelos que gustaban de llevar a cuantos nietos pudieran arrastrar para escuchar viejas historias de guerra.
Al fondo, entre aguas que bajo esa iluminación más parecían un pantano, decenas de barcos en las condiciones más diversas imaginables se hallaban estacionados de manera desorganizada, unos al lado de los otros, como condenados a la espera de la ejecución.
Y al frente de ellos estaba Will Scarlet.
Snail y su grupo se aproximaron al grupo de guardaespaldas de Will, los mismos que lo acompañaban en el patrullaje del puerto o de otros lugares más sucios y de los cuales Snail había formado parte tras la liberación de Stallia.
Quien observara la escena de lejos, sin embargo, habría pensado que las Sombras y los Fantasmas habían renacido y estaban a punto de enfrentarse.
—Oí decir que Stallia irá a otra guerra —dijo Snail.
—Suelen pensar eso sobre Stallia —comentó Scarlet.
—Lo sabías bien cuando estabas del otro lado.
—Siempre estuve del mismo lado.
—¿Entonces sabes qué significa estar del lado de alguien?
—Tanto como tú sabes qué es estar por ti mismo.
Los dos se miraron e hicieron el ambiente más tenso que un corazón intranquilo. Detrás de Snail, a la derecha, estaba el viejo Jim Hawkins. Del otro lado, Liriel Gabbiani. Cada uno con su propio objetivo.
Liriel Gabbiani quería la confianza de Snail Galford. Snail Galford quería el mapa en la cabeza de Jim Hawkins. Jim Hawkins quería el barco en poder de Will Scarlet. Will Scarlet quería a Liriel Gabbiani.
Alguien sería traicionado.
—¿Mantienes el acuerdo? —preguntó Snail.
—¿Una persona como tú tendría miedo de la traición?
—Por el contrario. Estoy acostumbrado.
Will Scarlet sonrió.
—Bueno para ti.
El grupo de Snail caminó hacia la cercanía de la rampa que daba acceso al barco. Y Scarlet dijo:
—¿Sabes? Existe un pirata recién llegado que quiere el Jolly Rogers.
—¿Ah, sí?
—En realidad, lo que ocurre es que no es exactamente un recién llegado. Más bien es un veterano que decidió regresar. Parece que un hueso duro de roer.
—Todos siempre lo son.
Will Scarlet lanzó una risa irónica. Admito que Jim Hawkins también.
—No, no este. Este en verdad parece un hueso duro de roer, un tipo realmente malo. Para que te des una idea, parece que se puso un ojo de vidrio en lugar de uno arrancado, y un pedazo de palo en lugar de la mitad cortada de una pierna.
—Eso no es un pirata, sino la última mujer que durmió contigo.
El propio Will Scarlet tuvo que reír.
—Eres un desgraciado, ¿lo sabías? —dijo Scarlet mientras extendía la mano.
—No te imaginas cuánto.
Snail la apretó, y en cuanto lo hizo, sus adolescentes comenzaron a subir al barco.
Liriel Gabbiani comenzó a gritar cuando dos hombres de Scarlet la sujetaron y le torcieron el brazo.
—¡No! ¿Qué significa esto? Tú no… Tú no puedes… —sus gritos no resonaban en dirección de Will Scarlet—. Tú no puedes.
Resonaban en un apático Snail Galford con la cabeza baja.
—Confié en ti —dijo ella, con la voz triste—. Confié en ti otra vez.
Jim Hawkins palmeó dos veces la espalda de Snail Galford, como si lo consolara por haber hecho lo correcto. Él ya no parecía tan seguro.
Y fue así como Liriel Gabbiani vio a Snail Galford apartarse para subir en el Jolly Rogers en busca del mayor tesoro del mundo.
Sin ella.
«Confié en ti».
Alguien debía ser traicionado.