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Ariane Narine bostezó. Finalmente, estuvo de pie hasta hacía pocas horas y se había tardado en dormir la noche anterior. De hecho, había soñado que era una princesa y, de repente, un caballero con el rostro de João Hanson —está bien: y con el cuerpo de Axel Branford— entraba de súbito y se la llevaba para casarse. Era el tipo de sueño en el que resulta difícil querer volver a la realidad para una chica como ella.
Y mantenerse en ella por mucho tiempo.
—¿Te aburro hoy? —la pregunta que la trajo de nuevo a Nueva Éter había sido hecha por María Hanson.
—¿Qué? ¿Quién? No, este… no, es que… Mari… digo, dormí muy poco ayer, profesora Hanson.
Sí, estaba en la Escuela Real del Saber. Algunas alumnas rieron de la marca que había quedado en el rostro de Ariane cuando ella despegó la cara de su mochila. La chica se pasó la mano por el rostro, como si la marca se pudiera limpiar como una suciedad.
—Continuando —dijo María Hanson, en medio de la clase de adolescentes—. ¿Un emperador rige una nación a través de qué tipo de gobierno?
Una adolescente levantó la mano. Y dijo:
—De un gobierno de soldados.
—Así es —continuó la profesora—. Pero el término correcto es un gobierno militar.
Taruga, la mejor amiga de Ariane Narin, levantó un dedo y cuestionó:
—Pero ¿sabe?, a veces he pensado: ¿si un rey quisiera ser emperador? ¿Podría?
—Sí, claro que podría hacerlo, aunque debería basar su gobierno en conquistas militares y supremacía sobre otras naciones.
—Es decir, ¿dominar otras naciones?
María sonrió. Y dijo:
—Sí, eso.
—¡Pero Ferrabrás acabó con la monarquía en Minotaurus!
—Sí. Pero ser emperador es una cosa. Gobernar a través de la monarquía es otra. Son dos modelos diferentes. Él tomó las dos decisiones juntas.
Algunos alumnos se rascaron la cabeza. Hasta que Taruga resumió la duda de todo el mundo en aquel salón:
—¿Entonces por qué Ferrabrás no se quedó siendo rey y emperador?
El chico Albarus, sentado más al fondo, respondió antes que la profesora:
—Para ser mejor que los demás.
Taruga se volvió hacia Albarus. En realidad, toda la clase se volvió hacia él.
—Sí, pero ¿cómo eso lo hace mejor?
—En realidad, lo vuelve distinto —dijo María, atrayendo de nuevo la atención.
—¿Distinto de qué?
—De Arzallum —dijo Albarus.
Taruga levantó las cejas. Ariane, que ya había perdido el sueño, preguntó esta vez.
—Ese pelón-delgaducho-sin-noción está medio tapado, ¿no? Porque, hablando en serio, ¿quién puede enfrentar a Arzallum?
—No es tanto por eso —volvió a comentar Albarus.
—¡Entonces explica! —dijo Ariane, más como una orden que como una petición.
—Profesora —él miró a María.
—Siéntase en libertad.
María Hanson se apartó y se sentó en su escritorio. Albarus pasó al frente de la clase.
—Por ejemplo, todo el mundo aquí conoce a mi hermano, ¿no?
—Lógico, ¡es igualito a ti!
Albarus y Andreos eran los gemelos más conocidos de la ciudad. Ambos eran los mejores amigos de João Hanson y querían convertirse en caballeros. Pero Albarus dividía su tiempo entre la Escuela Real del Saber y la escuela de aprendices de caballero, mientras que Andreos se dedicaba en exclusiva al objetivo de convertirse en caballero.
Ese año Andreos, al igual que João, ya había avanzado una etapa y se había vuelto escudero de un caballero real.
—Entonces —continuó Albarus—, ¡digamos que Andreos y yo peleáramos! ¿A quién le apostarían ustedes?
El grupo se dividió en los votos. María comprendía a dónde quería llegar el muchacho y encontró fascinante su razonamiento. En el recuento había una pequeña ventaja para Andreos.
—Bien, la mayoría escogería a Andreos. ¿Y por qué?
Uno de los adolescentes dio su opinión:
—¡Tú divides tu tiempo entre estudiar y entrenar, Albarus! Andreos sólo entrena. ¡Ya hasta se volvió escudero!
—Cierto. Pero eso no significa que él sea mejor que yo, ¿no? ¡Sólo lo parece! Tal vez hasta lo sea. Pero únicamente lo sabrán si luchamos, ¿no?
El grupo estuvo de acuerdo.
—Así que, desde afuera, juzgando por la apariencia, ustedes se unirían a Andreos porque él parece dedicarse más a eso que yo.
—¡Ah, ya sé a dónde quieres llegar! —dijo Ariane—. ¡Quieres decir que tú eres Minotaurus! —hizo una mueca para sí misma—. ¿O tú serías Arzallum?
—Es lo mismo. Pero digamos que yo fuera Arzallum. Digamos que yo fuera un rey Branford, conocido por gobernar bien y ser un gran líder de ejércitos.
—¿Estamos hablando del fallecido rey Primo o del rey Anisio? —preguntó Taruga, confundida.
—¡Es lo mismo! —dijo Albarus, con paciencia—. Puedo ser cualquier rey de la familia Branford. Lo que interesa es que soy conocido por ser un buen gobernante y un buen militar, ¿de acuerdo?
El grupo asintió. María seguía fascinada con la facilidad con que Albarus exponía.
—Si Ferrabrás se convierte en monarca y decide que será un rey y un emperador, el mundo mostrará dudas respecto de quién es el más poderoso: ¿el rey Ferrabrás o el rey Branford?
—¡Claro que el rey Branford! —dijo Ariane.
—¿Por qué?
—Porque él, vaya, ¡es el más grande de los reyes!
—Es decir, ¡porque tú piensas que él lo es! —concluyó Albarus.
—¡Ay, está bien, sabihondo! —comenzó Ariane en su eterna impaciencia—. ¿Y usted qué piensa? ¿Que no?
Albarus se divertía. La risa venía de pensar en cuán distintos eran su amigo Hanson y esa chica y, al mismo tiempo, cuán parecidos.
—¡No, Ariane! Mira: ¡mi opinión no importa! ¡Importa que comparemos!
—¡Albarus tiene razón! —dijo María—. Nosotros creemos que Arzallum es más fuerte porque el rey Primo Branford se convirtió en el rey de reyes cuando lideró la Cacería de Brujas y exterminó a centenares de magas negras.
Ariane se encogió con el recuerdo. Antiguamente vibraba con esas historias. Hoy las lamentaba, aunque a solas y sin que pudiera comentarlo con nadie más. María continuó:
—A los ojos del mundo, él se convirtió en el rey más fuerte del mundo. Sin embargo, quien está hoy en el poder es su hijo, Anisio Branford, y nadie aquí puede afirmar con seguridad que Anisio es tan fuerte como lo era Primo. Creemos en eso y tenemos que creerlo en verdad, pero sólo habría forma de saberlo en una guerra, que esperamos jamás suceda.
—Entonces —continuó Albarus—, la fuerza de Arzallum ante el resto del mundo vive de la fama de la familia Branford, ¿correcto?
El grupo estuvo de acuerdo.
—¡Así que, si yo quisiera combatirlo en condiciones iguales, el mundo elegiría a Arzallum! A causa de su fama.
El grupo siguió mostrándose de acuerdo. María corrigió:
—Y, siguiendo con el razonamiento de Albarus, si un reino abole la monarquía, estará creando una propuesta diferente. Y si decide que se volverá emperador, generará una duda.
—¿Qué duda? —preguntó una de las alumnas.
—Sobre ser el más fuerte —dijo Albarus—. Es el mismo caso que mencioné al principio. ¿Por qué la mayoría aquí apostaría por Andreos? Porque parece que vive entrenando. ¡Así como Minotaurus! Y Arzallum sería mi caso: ustedes me miran e imaginan que soy bueno, pero divido mi tiempo entre aprender a luchar y estudiar. Entonces, dudan si apostar todas las fichas a algo que involucre un combate, ¡ignorando que la inteligencia y la estrategia también son fundamentales en una batalla!
—¿Estás diciendo que Andreos no es inteligente? —Taruga puso mala cara.
Los alumnos rieron, percibiendo que había un algo más en aquel interés de Taruga por defender al hermano ausente. La chica se puso roja cuando se dio cuenta.
—¡Claro que no! ¡Sólo estoy diciendo que eso causa la duda!
—Y fue esa duda —dijo María— la que llevó a los aliados a unirse a los ideales de Minotaurus.
Se hizo el silencio. Y entonces Ariane preguntó:
—Pero, profesora, ¿qué piensa usted? Si hubiera una guerra entre Arzallum y Minotaurus, ¿sería mejor estar del lado del hijo del rey que sabía liderar ejércitos y gobernar un pueblo, o del lado del pelón-delgaducho-sin-noción que sólo piensa en liderar ejércitos?
María reflexionó. Reflexionó. Reflexionó. Y dijo:
—Espero nunca descubrirlo, Ariane. Espero que ninguno de nosotros tengamos que descubrirlo jamás.
Por desgracia, en ese momento María Hanson aún no tenía cómo saberlo, pero ella y el resto del mundo en poco tiempo lo descubrirían.