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Cuando João Hanson percibió lo que tendría que haber percibido antes, de haber tenido la experiencia necesaria para eso, ya se encontraban volteando la parte cerrada del carruaje, derribando compartimentos y caballos al mismo tiempo. La parte cerrada cayó con violencia, provocando un ¡crash! por el estallido que cortó tanto a João Hanson como a lady Almirena mientras ambos eran arrastrados por la inercia.
Cuando el vehículo se detuvo, João inspiró hondo entre los cortes, sangre, polvo y vidrios para forzar la puerta destruida volteada hacia arriba, mientras los caballos seguían jalando lentamente el carruaje con ataques esporádicos de pavor en su intento de liberarse de las riendas.
El capacete de hierro lo había protegido de un traumatismo craneano, pero tuvo que retirarlo con cuidado, pues sentía la cabeza presionada y cortada por astillas que habían entrado en la protección.
Logró abrir la puerta, cargó a lady Almirena en los hombros y salió.
Al mirar alrededor, la adrenalina aceleró todavía más su corazón. La nariz explotó en sangre. Y tuvo mucho, demasiado miedo a la muerte.