19
–¿Eres tú, Mudito?
Ariane entrecerró los ojos para ver mejor la aparición en su ventana. De lejos parecía el mismo espíritu al que ella y João Hanson habían dado un árbol durante el torneo del Puño de Hierro. Tenía la misma apariencia: con aquellos cabellos negros espesos cayendo en flequillo y aparentando la misma edad de un año atrás.
El muchacho se inclinó en la ventana y Ariane confirmó que era él. Mudito tenía una expresión preocupada.
Y la «llamó».
Ariane quería ir hasta él, pero aún se sentía con sueño. El cuerpo le pesaba. Parecía una armadura de plomo o…
«Una cáscara a nuestro alrededor que nos protegiera».
… cadenas que impedían que se levantara. Al fondo, el espíritu mudo seguía llamándola. Ariane cerró los ojos y se sintió bien. El descanso duró apenas pocos minutos.
«Después, ella aprenderá a romper la cáscara siempre que quiera».
Entonces abrió los ojos y se levantó, mejor dispuesta. De hecho, enteramente dispuesta, como nunca se había sentido en la vida. Fue hasta la ventana y el espíritu niño le sonrió. Su expresión seguía preocupada.
—¿Quieres mostrarme algo otra vez, Mudito?
Él asintió.
—Pero ya está oscureciendo.
El muchacho movió la cabeza y Ariane entendió que le decía que eso no importaba.
Él salió de la ventana y siguió llamándola.
Ariane miró hacia atrás, pensando que debería dejar una nota a sus padres para avisarles que saldría. Entonces abrió mucho los ojos y se sintió conmocionada.
Al fondo, su cuerpo seguía dormido en la hamaca, meciéndose con suavidad.
«Cuando dormimos, nuestra cáscara se abre».
Ariane observó sus propias manos y percibió que aún sentía una tocando la otra, como recordaba que también sentía en sueños. Sintió el llamado de él una vez más y se volvió asustada.
En la calle, cada vez más oscura, el niño fantasma continuaba intentando que ella lo siguiera. Ariane percibía que él atravesaba las cosas cuando andaba.
«Es uno de los medios que tenemos de activar nuestra nuez de verdad».
—Pero ¿yo puedo hacer eso sin estar en un sueño?
Entonces recordó. Recordó las últimas palabras de madame Viotti el día en que le explicó sobre la relación entre nueces, cáscaras, cuerpos y espíritus.
«Después ella aprenderá a romper la cáscara siempre que lo desee».
El cuerpo espiritual de Ariane Narin salió por aquella ventana y siguió el rastro de energía del niño espectro sin mirar atrás.