17

–¿Entonces no crees que estoy equivocada? —preguntó Ariane Narin extremadamente admirada.

—No, no lo creo. No —respondió María Hanson.

—Ay —dijo, con su típica mirada desorbitada de asombro.

—Pareces sorprendida. ¿Crees que debería cambiar de opinión?

Ariane salió del trance y comenzó a sonreír, avergonzada.

—¡No, claro! Es que, ¿sabes?, ¡tú siempre te pones del lado de João en todo! Hasta cuando está equivocado, y yo nunca imaginé que…

—¡Yo no me pongo del lado de João cuando está equivocado!

—¿No?

—¡No! Cuando es necesario soy dura con él. Así como él lo fue conmigo. Es que… nosotros nos protegemos.

Ariane volvió a sonreír.

—Lo sé. De vez en cuando me imagino cómo sería si yo también hubiera tenido un hermano, ¿sabes? ¡Los veo a ustedes y pienso si él también sería tan mi amigo como ustedes lo son el uno del otro!

Fue el turno de María Hanson de sonreír. Por un instante las dos incluso olvidaron por qué estaban enojadas con el muchacho.

—¡Pero eso no significa que vaya a perdonarle a João que haya andado de coscolino con aquella lagartona! —dijo Ariane, cruzando los brazos, cerrando la expresión y recordando el motivo.

—¿No traía puesta una toalla?

—¿Y cuál es la diferencia?

A María siguió pareciéndole divertido —no era con ella, ¿no?— y buscó su saco encima de una silla, con la intención de comenzar a despedirse de casa de los Narin. Mientras buscaba, preguntó a Ariane:

—¿Sabes? ¡Creo que necesitas relajarte un poco! ¿Qué tal si salimos esta noche?

—¿En serio? ¿Nosotras dos?

—En realidad, recibí una invitación.

—¡A ver, espera, María! ¿Estoy peleada con mi novio y me llamas para hacer mal tercio? ¿Es eso un programa «para distraer» o qué? —sólo entonces Ariane se dio cuenta de las entrelíneas en lo que decía—. ¡Eh, espera! ¡Espérate! ¿Saldrás con alguien hoy? ¿Quién es? ¿Quién? ¡Habla! ¡Habla ya! Es uno de aquellos dos guapitos, ¿no? ¿No? ¿No?

María intentó disimular. Pero no lo consiguió.

—¡Lo sabía! —gritó Ariane—. ¿Cuál de ellos? ¿El morenito musculoso de cabello erizado con cara de lindo?

—No, recibí una carta de Casanova.

Ariane abrió la boca y así la dejó.

—Ahí está. ¿Qué hacer? Entonces es el semidiós rubio con cabello, barba y cara de macho.

—Bueno, sí —dijo María sin remedio, queriendo encontrar exageradas aquellas descripciones, pero sin conseguirlo.

—Ay, tú haces que nos den ganas de aventarnos de un puente.

—¿Quiénes serían «nos», Ariane?

—Las pobres muchachas mortales. ¡Muchachas que, si perdieran a alguien como Axel Branford, nunca, pero ni aunque un hada consumiera su varita pidiendo cosas, nunca encontrarían a alguien que se acercara siquiera a una cosa de esas! ¡Y tú, para humillarnos de una vez, consigues a dos!

—¡Pero yo no «conseguí» a nadie! Aún.

—¡Ay, María, deja de hacerte la tonta! ¡Sabes de lo que estoy hablando! ¡Tienes a un Casanova y a un De Marco tras de ti! ¡Son los dos solteros más codiciados de la ciudad!

—No, no es así.

—¿Qué te falta para entender bien la situación? ¿La cabeza?

—¡No es eso, Ariane! Es que, bueno, dime la verdad: ¿ellos harían eso si yo no fuera «la tal plebeya» que conquistó el corazón de Axel?

Ariane reflexionó. Y dijo:

—Tú eres linda de cualquier manera.

—Gracias, querida —dijo ella, con una risa larga—. Pero volviendo a la cuestión: Axel, cuando yo le gusté, le gustó lo que yo era. ¡No tenía nada que ofrecerle en términos de estatus!

—¡Claro que no: él es el príncipe de Arzallum! ¡Pero ya te dije que no puedes compararlo con nadie! ¡Él es único! ¡Es más: te dejó y se fue detrás de otra lagartona no correspondida! ¡Ay, pero cómo hay lagartonas en este mundo!

María quería decir que comprendía a Axel. Quería decir que entendía sus obligaciones reales como príncipe y que debía cumplir compromisos que rebasaban su verdadera voluntad.

Pero no lo conseguía. Juro que ella lo intentaba pero no lo conseguía.

—¡Bueno, vamos a concentrarnos en el caso de esos dos! De nuevo: ¿se tomarían tanto trabajo si yo no me hubiera vuelto conocida como la «elegida del príncipe» o cualquier cosa de ese tipo?

—¡Ya, ya, está bien! ¡Debes tener razón! ¿Pero cuál es la diferencia?

—¡La diferencia es que no quiero sentirme un objeto de conquista! No quiero ser como un «premio» en el juego de dos muchachos de clase alta y mimados y ricos.

—Y lindos…

—Bueno, también.

Ariane apretó los labios y comenzó a pegar en el suelo con el pie, impaciente.

—María Hanson, no necesitas casarte con todo el mundo con el que salgas en la vida, ¿entendiste?

—Mira quién habla: ¡la novia prometida!

—Pero en mi caso es diferente, ¿no?

—¿Por qué es diferente en el tuyo?

—Porque ya encontré al hombre de mi vida.

Y Ariane se detuvo al darse cuenta, de nuevo demasiado tarde, de lo que había dicho. Miró a María Hanson con los ojos entrecerrados de quien se da cuenta de que ha caído en una trampita deliberada de la amiga.

—Eso fue un golpe bajo.

María irguió los hombros y dobló un poco el cuello hacia un lado.

—¿No será que llegamos a un punto en que el buen sentido es minimizado por el orgullo?

—¿Qué quieres decir?

—Tú lo amas. Él se equivocó y lo sabe. Y tú sabes que él te ama. —Ariane odiaba cómo, del modo en que María ponía las cosas, todo parecía tan simple—. Bien, olvida eso.

Ariane volvió a los brazos cruzados, la cara enfurruñada y el pie golpeando el suelo.

—Ay, no sé. No sé.

María llegó a la puerta y dijo:

—Bueno, pues entiéndanse entre ustedes. Yo aún debo decidir si acepto o no la invitación de hoy en la noche.

Ariane hizo un gesto con las dos manos, como si quisiera ahorcar a María. Esta sonrió y se fue.

Ariane caminó hasta una hamaca próxima a la ventana y se acostó. Dejó que su cuerpo se meciera, como es obvio, como siempre pensando en João Hanson.

«¿No será que llegamos a un punto en que el buen sentido está siendo minimizado por el orgullo?».

Seguía impaciente. Y de repente, comenzó a sentirse cansada. No, en realidad no se sentía exactamente cansada. En realidad se sentía con sueño.

De hecho, con tanto sueño, que habría jurado que veía el rostro de un espíritu afligido del otro lado del vidrio de la ventana.

Y lo peor es que eso era precisamente lo que estaba viendo.