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–Hoy, al sonar la medianoche, Arzallum marchará.
Así comenzó el discurso del rey Anisio Branford, en un patio inmenso del Gran Palacio, ante centenares de caballeros, lanceros, arqueros y líderes militares.
La escena era histórica por dos motivos: primero, porque allí se iniciaba una guerra de proporciones mundiales; segundo, porque era la primera vez que centenares de personas escuchaban a la perfección la voz de su rey.
Para que eso fuera posible, el gnomo Rumpelstiltskin y su equipo habían construido una plataforma donde se colocaba un artilugio alienígena. El aparato poseía una forma cónica y proyectaba la voz del rey en forma distorsionada, pero bastante ampliada. La voz se arrastraba en ecos y parecía estar basada en el mismo efecto que ocurre en el interior de las grutas cuando alguien dice o grita algo.
Los comandantes militares estaban al frente de cada tropa. Los caballeros se encontraban en formación militar, vestidos con sus uniformes, sin las armaduras. Detrás de ellos venían los lanceros. Detrás, los arqueros. Y más atrás, los soldados.
Frente a ellos estaba su rey en un estrado, con su reina al lado. Frente a la tropa, más abajo del estrado, estaban personajes como el comandante Sabino von Fígaro, la capitana Bradamante y el capitán Lemuel Gulliver.
—Hoy Arzallum irá a la guerra. Marcharemos por terrenos insólitos y escalaremos lugares intangibles. Será la guerra más difícil que cualquiera de nosotros haya visto. Sin embargo, ¿quién puede decir lo que esta nación no es capaz de hacer? ¿Quién puede menospreciar a este reino, si fue este reino el que lideró la Cacería y si fue un Branford quien salvó a esta sociedad la primera vez? Pues hoy iremos al campo de batalla otra vez por el orden de la sociedad. Arzallum no combatirá sólo por orgullo, aunque el orgullo de esta nación haya sido atacado. Y ha sido atacado en el momento en que Brobdingnag transgredió el Pacto de Swift para mantener a un niño arzallino bajo su custodia, rehusando el pedido del rey de esta nación de devolverlo en paz. Como hombres de una orden militar, y como seres que comprenden qué es vivir de esta forma, con seguridad todos aquí comprenden por sí mismos que, si Arzallum permite que otro rey pisotee sus tratados e ignore los pedidos de esta nación, otras se adjudicarán el derecho de hacer lo mismo y esta se tornará la noción más débil, más sumisa y más ridiculizada que haya existido en Nueva Éter —una pausa reflexiva, mas no extensa—. Sin embargo, dentro de ustedes corre sangre arzallina como la de aquel niño rehén del reino gigante. Y todos saben que Arzallum no es una nación débil. Ni sumisa. Y que jamás será ridiculizada por ninguna civilización que exista o esté por nacer. Porque aun cuando un día Arzallum deje de existir, ¡este será recordado por siempre como el reino más grande que ha existido! —los soldados apretaron los dientes—. Y en el campo de batalla, si alguno de ustedes se preguntara por qué muchos se arriesgan a morir por la vida de un solo niño, sepan que Brobdingnag no mantiene a ese niño sólo por provocar a este pueblo. ¡Brobdingnag mantiene a un niño arzallino como su rehén porque existe la sospecha de que él sea nuestro esperado avatar! —los ojos se abrieron; las respiraciones quedaron en suspenso; los dientes siguieron apretados—. ¡Y si el Creador eligió que su avatar retornara en la sangre de un arzallino, entonces esto sólo prueba la responsabilidad y el deber de nuestra nación de mantener su conquistada superioridad y su más histórica vocación! Pues si el Cristo Merlín Ambrosius volvió para traer la verdad, entonces nos da un motivo para vivir. ¡Y un motivo para morir! —puños apretados; gargantas secas; corazones acelerados—. ¡Iremos a la guerra en nombre del sagrado Creador, que escogió a este pueblo para traer a su avatar! ¡Y si otras naciones se ponen en nuestro camino por la búsqueda de la verdad, entonces nos acordaremos de que ya vimos lo que un arzallino puede hacer con los mayores campeones del mundo en un cuadrilátero! ¡Y, si fuera preciso, nosotros también demostraremos al mundo lo que Arzallum puede hacer con los ejércitos de nuestros enemigos en un campo de batalla!
Los soldados pisaron firme en el suelo, con los ojos fijos y los cabellos erizados. En sus mentes y en sus corazones todos estaban listos.
La Primera Guerra Mundial había comenzado.