13

Liriel Gabbiani dio un salto de susto cuando escuchó, a sus espaldas, que alguien gritaba:

—¡Aaarrr!

Detrás de ella estaba el viejo Jim Hawkins con una botella de ron que ya pasaba de la mitad.

—¿Tienes algún maldito problema? —preguntó ella, con un extremo mal humor.

—Me preguntaba si estaba durmiendo o si había despertado de una pesadilla. A final de cuentas no sabría cuál es la diferencia.

—Por el tiempo que llevas dormido y roncando, no dudo que no sepas diferenciar los momentos.

El viejo caminó tropezando hasta ella. Y dijo, con un fuerte aliento a alcohol:

—¿Quieres saber qué soñé, enojadita?

Liriel arrugó la cara por el olor y el apodo. Iba a colocar el dedo en la cara del viejo cuando este concluyó:

—Que estaba preso en un galerón con una pareja formada por un negro idiota y una blanca imbécil, los cuales habían resuelto adoptar a un montón de criaturas sin hogar y me habían escogido para ser el abuelo.

—Ah, apuesto que la mujer blanca de ese sueño tenía en mente otros nombres mucho mejores para el puesto.

—Para eso ella tendría que pensar.

—No, para escogerte a ti ella tendría que hacer justo lo opuesto.

—¿No pensar? Ah, entonces ella ya estaría acostumbrada.

El viejo volvió a beber de la botella. Liriel mantuvo su expresión airada. Iba a apuntar el dedo de nuevo cuando surgió Snail, quién sabe de dónde, y se metió entre los dos, diciendo:

—¡Qué bueno que despertaste, viejo Jim! ¡Tu presencia aquí nos inspira!

Liriel miró a Snail como si quisiera que él muriera. Como si quisiera que aquellos dos murieran.

—Al menos alguien tiene una inspiración en un lugar como este —rezongó Hawkins.

—Vamos. —Snail abrió los brazos, lo tomó por los hombros y comenzó a caminar con él por el galerón—. Admítelo, ¿no está mucho mejor que la vieja prisión en la que te hallabas?

—¿De qué sirve sacarme de una prisión inmunda y mal frecuentada para ponerme en otra peor?

—¿Qué es eso, viejo Jim? ¡Aquí no estás preso! ¡Te encuentras en casa!

—Entonces dime qué debo hacer para estar preso.

Snail soltó una carcajada forzada, sin saber si era una broma lo que el viejo había dicho. Liriel observaba la escena y no podía dejar de creer que todo eso estaba por debajo de lo patético.

—Jim, querido mío, admítelo: ¡tienes una gran suerte!

—Imagínate si estuviera «salado».

—Fuiste sacado de prisión, conseguiste una nueva tripulación y ahora estás listo para morir como un hombre rico.

—¿Cuál es la diferencia de la riqueza para un hombre muerto?

—¡Serás recordado, Jim Hawkins! ¡Como el más grande de todos! Incluso después de la muerte.

—¿Por qué querría ser recordado si no estaré aquí?

—Yo continuaré tu legado cuando decidas partir.

Jim Hawkins observó a Snail Galford de arriba abajo e hizo una mueca de disgusto.

—¿Quieres decir que viví una vida entera de conquistas para morir en la cuneta y dejar mi legado a un autoproclamado pirata, que ni siquiera tiene un barco?

Snail irguió los hombros y abrió los brazos, como si dijera en lenguaje corporal: «¿Qué se le va a hacer?».

—Hagamos esto, querido Jim: ¡tú aceptas llevarnos contigo y yo te prometo que te consigo un barco!

—¿Y cómo me conseguirías un barco, pata rajada?

—En breve, Stallia estará en guerra. Puedo pensar en algo.

—¿Stallia entrará en guerra?

—Eso parece.

—¿Basado en qué?

—¡Movimiento de tropas, reubicación de milicias, refuerzo de los puertos y menos patrullaje de caballeros!

El viejo se detuvo y miró sorprendido a Snail.

—O sea que incluso sirves para algo, ¿no?

Snail volvió a levantar los hombros y a abrir los brazos. El viejo pirata bebió otro trago.

—¿Qué quieres de mí, pata rajada?

—¡Que me lleves hasta el gran tesoro de Flint!

El viejo Hawkins escupió lo que bebía.

—Enloqueciste de repente —dijo, creyendo que era broma.

—¡Te apresaron cuando te disponía a ir para allá! ¿Cuál es el problema de concluir la misión?

—¡Exactamente! ¡Caí preso cuando salía para allá, hace tantos años que ya no me acuerdo del tiempo exacto! ¿Crees que me acordaría a dónde me dirigía?

—Sí lo creo.

—¿Y crees que te llevaría a ti, para que me vieras la cara y te quedaras con la gloria?

—Sí lo creo.

—¿Y por qué haría eso?

—Porque conozco pocas cosas de esta vida, pero sé que nosotros no hacemos lo que hacemos porque la vida nos puso aquí ni por pretextos similares.

—¿No?

—No. Lo hacemos porque nos gusta. Lo hacemos porque nacimos para ello.

—¿Crees que los hombres nacen para ser piratas, saquear y robar al prójimo, pata rajada?

—Si las personas como nosotros no existieran, todavía viviríamos en las cavernas.

—¿Quieres decir que personas como tú ayudan a que la sociedad evolucione?

—Las personas ambiciosas lo hacen.

El viejo pirata rio con fuerza. Esta vez era una risa sincera.

—Haz algún contacto —dijo el viejo sucio—. Ese contacto debe conseguirte un barco, no sé a qué precio. Sea cual fuere, consíguelo. Si lo consigues, cargaré con esta banda de gente inútil que tienes aquí.

Snail sonrió como sonreiría un niño ante la atención de un tío que acaba de conocer.

—No te arrepentirás de esto en el futuro.

—Ya estoy arrepentido. Por eso no hay forma de que me arrepienta en el futuro.

Snail lanzó una carcajada, todavía envuelto en la energía de la ignorancia. Finalmente, en pocas horas conseguiría ese barco.

Sólo que no imaginaba a qué precio.