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El rey Anisio Branford estaba en su trono, al lado de la reina Blanca Corazón de Nieve, cuando entró la capitana Bradamante de la Guardia Real.

Con ella iba Ruggiero, capitán de los Caballeros de Helsing.

—Majestad —ella hizo la reverencia, bajando la cabeza casi hasta la altura de la cintura y doblando las rodillas.

—Capitana, capitán —el rey hizo lo mismo en dirección a cada uno, pero de pie, llevando sólo la quijada a la altura del pecho.

En el Salón Real estaban también los consejeros reales, uniformados con sus vestimentas coloridas. Pero ninguno estaba allí para decir algo. Su función era sólo observar y guardarse sus comentarios para cuando fueran consultados en la Sala Redonda del Gran Palacio.

—Capitana, ¿cómo va el llamado a mis comandantes militares?

—Todos ellos ya fueron convocados y se encuentran en camino hacia el Gran Palacio, su majestad.

—¿Y mis caballeros?

—La mayoría ya está aquí. El resto se aproxima también.

El rey movió la cabeza, satisfecho. Y dijo:

—Entonces ordena que la parte que ya está aquí comience desde ya a prepararse para la primera marcha de guerra.

—Majestad —dijo la capitana, en parte asustada y con un tono que aceptaba la orden recibida pero, al mismo tiempo, imploraba por mayores detalles.

—Comenzaremos la marcha para la batalla contra Brobdingnag esta madrugada.