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Afuera llueve —comenzó la reina Corazón de Nieve—. Miro la lluvia golpeando los vitrales de este palacio y no puedo dejar de pensar en cómo me recuerda a las lágrimas. Porque en este lugar muchas fueron derramadas, ya sea por parte de mi familia, ya sea por parte de la de mi amado. Dos familias que a partir de hoy se convierten en una, así como sus lágrimas y sus sonrisas. No existen dos vidas iguales, pero sí sentimientos que cohabitan en corazones diferentes. Y hoy, consagrada reina de la nación más grande del mundo, mi único deseo es que un mismo sentimiento habite en nuestros corazones. Que ese sentimiento sea de justicia, amor, esperanza, solidaridad. No importa. Mi único deseo como reina es que un día un mismo sentimiento habite diferentes corazones. Hoy los reinos de Arzallum y de Stallia se unen en una bandera que no sabemos si será manchada de sangre, pero que nos hará estar en las arenas cuando sea preciso, así como estar en la sala de los enfermos cuando sea inevitable. Estaremos en campos de batalla en tiempo de guerra y en los anfiteatros en periodos de paz. Pero la guerra interna, no importa en qué tiempo nos encontremos, nunca termina. Merlín Ambrosius, el Cristo de Avalón, nos ordenó orar y velar cada segundo. Nos ordenó amar a nuestros enemigos y nos enseñó que la magia de un caldero es menos peligrosa que la fuerza de un pensamiento. Entonces les pregunto: ¿qué tipo de pensamientos tendremos en Arzallum? ¿Qué tipo de sentimientos tendremos unificados en nuestros corazones? Ayuden a su rey y a su reina a descubrirlo. Por eso, cuando sea posible, olviden un poco y hagan como los semidioses: sueñen. Sueñen hoy, sueñen siempre. Sueñen con nosotros.

Los nobles se levantaron y aplaudieron con vigor a su nueva reina. Y unificaron, por un instante, el mismo sentimiento en cada corazón. Un sentimiento que decía mucho.

«Sueñen con nosotros».

Siempre.