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–Diga —dijo Lemuel Gulliver con los ojos llenos de ojeras por las noches mal dormidas, al abrir la puerta de una de las decenas de cuartos de huéspedes.
—Capitán Gulliver —dijo la capitana Bradamante—. Disculpa por despertarte a esta hora de la madrugada, pero el rey Anisio Branford exige tu presencia en los confines de la Sala Redonda.