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El soldado cubrió el cuerpo muerto que le había sido mostrado. Axel Branford apretaba los puños, sintiendo la tensión en su cuerpo y la cabeza hirviendo como si le fuera a estallar. El peso del mundo aumentó en sus espaldas. Los dientes se apretaron al punto de crujir.
Ningún soldado levantó la cabeza.
Y, en silencio, todos profirieron una oración al Creador por el alma de uno de los suyos.
El trol Muralla estaba muerto.