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El gigante mensajero se detuvo ante la figura del general militar. Estaba en Minotaurus, la nación que amaba la guerra y al emperador que comandaba la guerra.
La nación que odiaba a Arzallum.
El mensajero medía tres metros con catorce centímetros y era uno de los más pequeños del reino de donde venía. Ferrabrás había leído un pergamino escrito en lengua altiva y su expresión era de aquel que permanece analizando una sorpresa agradable.
—¿Entonces Brobdingnag tiene al muchacho?
El gigante mensajero asintió. Hasta aquel momento Ferrabrás aún no estaba seguro si aquel ser enorme sabía hablar o no.
—¿Y Arzallum ya lo sabe?
El gigante meneó la cabeza en negativa.
El emperador de Minotaurus esbozó una gran sonrisa de placer.