Conclusión

Sé que soy asumido y comprendido en el mundo que asumo como objeto. No puedo tomar posición, en tanto que científico, sobre las luchas a favor de la verdad del mundo social sin saber que lo construyo, que la única verdad es que la verdad es el objetivo de luchas tanto en el mundo científico (el campo sociológico) como en el mundo social que ese mundo científico toma como objeto (cada uno de los agentes tiene su visión idiótica del mundo que aspira a imponer, y el insulto, por ejemplo, es una forma de ejercicio salvaje del poder simbólico) y respecto al cual dispone sus luchas de verdad. Al decir eso, y al preconizar la práctica de la reflexividad, soy también consciente de que estoy entregando a los demás unos instrumentos que pueden aplicarme para someterme a la objetivación; pero, al actuar de ese modo, me están dando la razón.

Como la verdad del mundo social es el objetivo de unas luchas en el mundo social y en el mundo (sociológico) que está abocado a la producción de la verdad sobre el mundo social, la lucha por la verdad del mundo social carece necesariamente de final, es interminable. (Y la ciencia social jamás llegará al final de su esfuerzo por imponerse como vivencia.) La verdad es la relatividad generalizada de los puntos de vista, dejando a un lado quién los constituye como tales al constituir el espacio de los puntos de vista. No es posible dejar de pensar en una metáfora que ya he mencionado: sacada de Leibniz, consiste en considerar a Dios como el «centro geométrico de todas las perspectivas», el lugar donde se integran y se reconcilian todos los puntos de vista parciales, el punto de vista absoluto desde el cual el mundo se ofrece como espectáculo, un espectáculo unificado y unitario, una visión sin punto de vista, view from nowhere y from everywhere de un Dios sin espacio, que está a la vez en todas partes y en ninguna. Pero el «centro geométrico de todas las perspectivas» no es otra cosa que el campo en el que, como no he dejado de recordar, los puntos de vista antagonistas se enfrentan según unos procedimientos regulados y se integran progresivamente, gracias a la confrontación racional. Es un progreso que el sociólogo concreto, por grande que pueda ser la contribución que aporte a la estructuración y al funcionamiento del campo, debe procurar no olvidar. De la misma manera que tampoco debe olvidar que si, como cualquier otro sabio, se esfuerza por contribuir a la construcción del punto de vista que es el punto de vista de la ciencia, en tanto que agente social está atrapado en el objeto que asume como objeto, y que, por ese motivo, tiene un punto de vista que no coincide ni con el de los demás ni con el punto de vista omnisciente de espectador casi divino que puede alcanzar si satisface las exigencias del campo. Así pues, sabe que la particularidad de las ciencias sociales le obliga a trabajar (como he intentado hacer en el caso del don y del trabajo en las Méditations pascaliennes, 1997) para construir una verdad científica capaz de integrar la visión práctica del agente como punto de vista que se ignora como tal y se realiza en la ilusión de lo absoluto.