El asunto de las indulgencias
Así, pues, el Lutero ulcerado por su estancia en Roma, el Lutero que reprimía sus ascos, pero que desarrollaba en su interior una pasión vehemente por la reforma de los abusos eclesiásticos, ese Lutero ha muerto hoy para nosotros. Lo sustituye un cristiano solitario que sufrió mucho y meditó mucho antes de forjarse su verdad. ¿Cómo este hombre, preocupado ante todo por la vida interior y la religiosidad profunda, fue sacado bruscamente de sus pensamientos y de sus piadosas preocupaciones? ¿Cómo explicar, de acuerdo con lo que hoy creemos saber de su evolución primera, la transformación brusca de un cristiano que se abisma a los pies de su Dios, en tribuno soberano que guía a las multitudes? Si es verdad que el asunto de las indulgencias constituya el preludio, la obertura del drama de la Reforma; si es verdad que forma el primer eslabón de una cadena que une a Wittemberg con Worms, se nos permitirá consagrar al estudio de lo que es más que un episodio, un lugar justificado por la importancia misma, la importancia decisiva de los acontecimientos de 1517.