Revisiones antes del descubrimiento
Violentamente atacados por el P. Denifle, personalmente vapuleados en su libro, objeto de mofas y de críticas por su actitud, los exégetas calificados empezaron por gritar y tronar. Luego, con un hermoso ardor, pusieron de nuevo manos a la obra.
El terreno estaba cubierto de ruinas. Una construcción que les era odiosa y que sin embargo se les imponía, por su osadía y su lógica, se levantaba sobre las ruinas del hermoso edificio que tanto trabajo y amor les había costado erigir. Por todas partes soplaba un viento de renovación. La emoción provocada por la aparición de Luther und Luthertum no se había calmado: un hombre de gran talento, un teólogo reformado, Ernst Troeltsch, empezaba a expresar, en una serie de obras, ideas que cruzaban y a veces corroboraban curiosamente las tesis de Denifle.[21]
¿En efecto, la Reforma había marcado, en el siglo XVI, el advenimiento de los tiempos modernos? El partero heroico y genial de nuestro mundo moderno ¿se llamaba Lutero? ¿Quién debía engendrar, poco a poco y solidariamente, la masa de ideas nuevas y modernas que se había tomado demasiado fácilmente la costumbre de poner en la cuenta del viejo protestantismo? ¿Era seguro que fue por ese viejo protestantismo, el de Lutero y el de Calvino, y no por la serie de movimientos religiosos e intelectuales: humanismo, anabaptismo, arminianismo, socinianismo, por lo que se manifiesta un espíritu sectario tan fecundo? Y en definitiva, ¿no fue a mediados del siglo XVIII, y no antes, cuando se hizo el corte decisivo entre los dos mundos, el medieval y el moderno?
Así, por todas partes, nuevos problemas eran planteados por diversos espíritus. Una obra inmensa de revisión, incluso de reconstrucción, parecía necesaria. Y en primer lugar, ¿qué valor tenían los materiales empleados por Denifle? Y también, entre los que él había echado por tierra, ¿no había algunos que pudieran servir todavía?
El juego comenzó. Toda una Alemania ardiente y minuciosa se abalanzó al trabajo con una especie de furor contenido. Y sin duda se vieron entonces muchos excesos de conciencia que promovían risa. Hubo quien vino a demostrar, irresistiblemente, que, a pesar de los malvados, Martín sí era virgen el día que se casó con Catalina. Y quien, con una inexorable paciencia, emprendió el cálculo, vaso más, vaso menos, de la cantidad de cerveza y de vino que el Reformador, acusado de intemperancia, había podido beber en el curso de su larga existencia… Podemos sonreír. El esfuerzo no fue menos admirable. Y cuando concluyó; cuando, en 1917, a pesar de la guerra, la Alemania luterana celebró el cuarto centenario de los acontecimientos de 1517, los dos primeros volúmenes del Martin Luther (Vom Katholizismus zur Reformation) de Otto Scheel dieron testimonio elocuentemente en favor de la hermosa y gran obra de revisión que se llevaba a cabo, que sigue llevándose a cabo todavía desde 1904. Tratemos de señalar sus principales conquistas.