I

De Köstlin a Denifle

El 17 de julio de 1505, por la mañana, un joven laico trasponía la puerta del convento de los agustinos de Erfurt. Tenía 22 años. Se llamaba Martín Lutero. Sordo a las objeciones de sus amigos que ya entreveían para él, como coronamiento de estudios universitarios bien empezados, alguna carrera temporal lucrativa, venía a buscar en el claustro un refugio contra los males y los peligros del siglo. El acontecimiento era trivial. No interesaba, al parecer, más que al aspirante al noviciado, a sus parientes, a algunos amigos de condición modesta. No contenía nada en germen, más que la Reforma luterana.

El hábito que ese joven inquieto y atormentado quería llevar, el hábito de tosca lana de los eremitas agustinos, debía abandonarlo un día y cambiarlo por el atuendo del profesor. Sin duda. Pero si Martín Lutero no se hubiera revestido de ese hábito despreciado por los burgueses prácticos; si no hubiera vivido en el convento durante cerca de quince años; si no hubiera hecho la experiencia personal y dolorosa de la vida monástica, no hubiera sido Martín Lutero. Un Erasmo que no hubiera entrado, por gusto o por fuerza, en el monasterio de Steyn, puede concebírsele mediante un juego del espíritu. Y del mismo modo, un Calvino colocado por los suyos en algún convento. ¿Habrían diferido mucho el uno o el otro del Erasmo o del Calvino que creemos conocer? Pero un Lutero que hubiera permanecido en el siglo, un Lutero que hubiera proseguido en las universidades sus estudios profanos y que hubiera conquistado sus grados de jurista, habría sido todo salvo el Lutero de la historia.

El «monjazgo»[3] de Lutero no es una anécdota. Haber querido ser monje, haberlo sido con pasión durante años es algo que marca al hombre con un signo indeleble; algo que hace comprender la obra. Y se explica uno entonces el prodigioso número de glosas e hipótesis contradictorias que durante estos últimos años se han amontonado alrededor de este sencillo hecho: la entrada de un estudiante de 22 años en un convento de Alemania, el 17 de julio de 1505, por la mañana.