[181] Wider die himmlischen Propheten, W., XVIII, 66: «Wie man die wilden Thiere mit Ketten und Kercker hellt.» <<
[182] Ibid., p. 100: «So meyne ich, das land sey der Fursten zu Sachssen und nicht D. Carlstadts, darynnen er Gast ist, und nichts hat». Y todo el pasaje. <<
[183] Wider die raüberischen und mörderischen Rotten der Bauern (W., XVIII, 344-361). <<
[184] De Wette, II, 669. <<
[185] End., V, n° 935, p. 183: «Ego sic sentio, melius esse omnes rusticos caedi quam Principes et magistratus, eo quod rustici sine autoritate Dei gladium accipiunt… Nulla misericordia, nulla patientia rusticis debetur, sed ira et indignatio Dei et hominum.» <<
[186] End., V, n° 934, p. 181. E., LIII, p. 306. <<
[187] «Drumb, lieben Herren, loset hie, rettet hie, hellft hie, erbarmet euch der armen Leute», etc. W., XVIII, p. 361. <<
[188] Citado por Will, p. 246. <<
[189] «Notum est ingenium principis, quod viros levipendit.» End., V, 849, p. 74, 24 de noviembre, 1524. <<
[190] End., V, p. 75, n° 849, 27 de noviembre de 1524: «Et substantia mundi non parva ad marsupium Principis redire coepit ac quotidie magis redit». <<
[191] Carta (en alemán) señalada en End., V, p. 303, texto impreso en E., LIII, p. 364, n° 159. <<
[192] Compárese en texto citado por Cristiani, Du luthérisme au protestantisme, p. 118 (W., VI, pp. 290-1). Y muchos otros. <<
[193] Tischreden, W., III, p. 264, n° 3316. <<
[194] W., XVIII, p. 602. <<
[195] End., V, p. 77, n° 450, 30 de noviembre de 1528: «Animus est alienus a coniugis cum exspectem quotidie portem et meritum haereticis supplicium». <<
[196] End., V, p. 157, n° 916, 16 de abril de 1525: «Nolo hoc mireris, me non ducere, qui sic famosus sum amator». <<
[197] «Nec amo, nec aestuo, sed diligo uxorem.» End., V, p. 204, n° 957, 12 de junio, 1525. <<
[198] End., id., ibid. Para el sentido que damos a la primera frase: «Spero enim me breve tempus adhuc victurum», cf. End., V, p. 77, n° 850, 30 de noviembre, 1524; «Spero autem quod (Deus) non sine me diu vivere». <<
[199] Cf. igualmente Tischreden, W., I, p. 195, n° 446 (Recopilación de Veit Dietrich, principios de 1533): «Sic occidi Muncerum etiam, der todt ligt auff meim hals. Feci autem ideo quia ipse voluit occidere meum Christum». <<
[200] Señalada en End., V, p. 303, n° 1022 que identifica al destinatario. Texto alemán en E., LIII, p. 364 y en De Witte, III, p. 83, n° 771, loc. cit., p. 84. <<
[201] Hay varias cartas a Weller de 1530, todas interesantes. La que citamos es de julio (?), lleva el n° 1737 en el t. VII de Enders, loc. cit., p. 160. <<
[202] Para todo esto, cf. por ejemplo: Will, pp. 107-10. <<
[203] End., VI, p. 6 (7 de enero, 1527). <<
[204] Tischreden, W., III, p. 113, n° 2948 a y b (Rec. de Cordatus, febrero, 1533). <<
[205] Para todo esto, cf. Will, pp. 296 ss. <<
[206] G. de Lagarde, Recherches sur l’esprit politique de la Réforme, pp. 209 ss. <<
[207] «Principes mundi sunt dei, vulgus est Satan», Tischreden, W., I, p. 79, n° 171 (Veit Dietrich, principios de 1532). Otros textos, E., XLI, 209, W., XXVIII, 612; W., XVI, 106, etcétera. <<
[208] W., XXXVIII, 102. <<
[209] Denifle, en su primera edición, consagró un estudio bastante malévolo, y de un subjetivismo un poco exagerado, a los Retratos de Lutero. <<
[210] Numerosos textos, recogidos con amor (u odio) en D.-P., passim v. en el índice, t. IV. <<
[211] Cf. p. ej., Tischreden, W., III, p. 26, n° 2849: «Oculi sunt donum praestantissimum omnibus animantibus datum», etc. <<
[212] Tischreden, W., I, p. 567, n° 1150 (1530; Veit Dietrich y Melder). <<
[213] Tischreden, W., III, p. 210, n° 3174 a (1532; Cordatus). <<
[214] Tischreden, W., III, p. 22, n° 2845 a (Fines de 1532; Cordatus). <<
[215] Tischreden, W., I, p. 6, n° 140 (Fines de 1531; Veit Dietrich). <<
[216] Tischreden, W., III, p. 55, 2891 b (Cordatus). <<
[217] Frase recogida por Schlaginhausen. <<
[218] Tischreden, W., III, p. 6, n° 2815 (1532; Cordatus). <<
[219] «Coniugium est in tota natura… Etiam arbores maritentur, item gemmae» (Tischreden, W., I, p. 4, n° 7, 1531, Veit Dietrich). Sobre el matrimonio en el siglo XVI, y más en general sobre la historia del matrimonio, cf. Lucien Febvre, Autour de L’Heptaméron, París, 1944. <<
[220] E., Op. exeg. lat., I, 412, Com. sobre el Génesis, caps. 3-7. <<
[221] «Ich wolt mir lieber zwey par ansetzen, den eins ausschneiden!» (Tischreden, W., III, p. 38, n° 2865 a, 1532, Cordatus). <<
[222] W., t. X, parte II, p. 290. El texto suscitó naturalmente interminables discusiones. Cf. Grisar, II, 505. <<
[223] Tischreden, W., III, 29, n° 2858 a y b (1532; Cordatus). <<
[224] Tischreden, W., III, 440, n° 3594 (Lauterbach y Weller); ibid., p. 292, n° 3366 (Cordatus). <<
[225] Tischreden, W., I, p. 103, n° 244. <<
[226] Tischreden, W., III; numerosas versiones, pp. 94-97, n° 2933. <<
[227] Hay numerosas exposiciones de estos hechos. Cf. p. ej. Chavan, Revue d’Histoire et de Philosophie religieuse, Estrasburgo, 1924, en parte según el t. IV de Seeberg. <<
[228] Tischreden, W., III, p. 591, n° 3900. <<
[229] Jacques Maritain coincide conmigo en este punto, en una página notable de sus Notes sur Luther (p. 610), con la diferencia de que él concluye lanzando el anatema sobre el mundo moderno, en lo cual yo no lo imito precisamente. Pero dice muy bien: «Lutero mismo no era ciertamente un hombre moderno, ni más ni menos que no era un protestante. Esto no impide que esté en el origen del mundo moderno, del mismo modo que está en el origen del protestantismo. Y esto precisamente es lo que hace el inmenso interés de su caso: católico, fulminado, santo fracasado, en su manera falsa y furiosa (y en la que, en realidad, el Yo se convertía en centro v regla soberana) de lanzarse sobre ciertas grandes antiguas verdades demasiado olvidadas a su alrededor (confianza en Cristo y desprecio de sí, valor de la conciencia como regla inmediata de nuestras acciones, imposibilidad para el hombre caído de un estado de perfección natural adquirido sin la gracia de Cristo, etc.) es donde se ve aparecer en él el principio de los errores modernos». Y añade: «Que la idea de una religión individual haya horrorizado a Lutero, que haya amado siempre la idea de una Iglesia… estamos persuadidos de ello. Pero, al liberar a las comunidades cristianas de la “tiranía romana” y de la autoridad espiritual del Vicario de Cristo, las arrancaba en realidad a la unidad del cuerpo de Cristo para encarcelarlas a pesar suyo en el cuerpo temporal de la comunidad política o nacional, y someterlas finalmente a la autoridad de esos príncipes que detestaba». He querido citar esta página difícilmente accesible. <<