DISCURSO DE DESPEDIDA
«Olvidado» o «invisible» son adjetivos que he utilizado con frecuencia para describir a las personas de las que he tratado en este libro. Estas personas, por supuesto, no eran invisibles en absoluto; representaban casi la totalidad de la población del mundo grecorromano y eran perfectamente visibles. Es la ceguera de la elite la que las ha situado en la penumbra de la historia, en un mundo sombrío en el que algunos breves destellos de luz no hacen más que resaltar su invisibilidad. Ésta ceguera no lo es tanto frente a la existencia literal de los invisibles, sino que se trata más bien de una casi absoluta falta de interés en sus vidas. Esta tendencia hace que el empleo de las fuentes de la elite para indagar en las vidas de los invisibles sea muy problemático. No obstante, dada la escasez de datos aportados por las fuentes clásicas sobre prácticamente todos los aspectos de la historia o de la vida, desechar el material proveniente de la elite en favor de pruebas menos conocidas podría parecer, cuando menos, contraproducente y tal vez incluso insensato. Sin embargo, he llegado al convencimiento de que empezar por el otro extremo de las pruebas, por así decirlo, aportaría lo cuestionado o incluso ofuscado por la literatura prominente de la elite. Por consiguiente, me he basado fundamentalmente en material menos conocido procedente de inscripciones y papiros y he recurrido a aportaciones, sin duda problemáticas, de la ficción, las fábulas, las fuentes cristianas, la adivinación y la magia.
Estas fuentes me han ido revelando gradualmente un mundo hasta entonces invisible; un mundo de valoraciones, elecciones, posibilidades, éxitos y desastres reales. Se trataba de un mundo en el que las opciones y las oportunidades de mejorar eran limitadas, pero no de un mundo sin esperanza. Fundamentalmente, la gente se ha distinguido siempre por sacar el máximo partido de su situación; la raza humana difícilmente habría sobrevivido si, ante desafíos de enormes proporciones, manipulación y opresión, la gente se hubiera rendido. En cambio, la gente batalla dentro de sus parámetros vitales, y, en ocasiones, incluso le va muy bien. El resultado es un tapiz de gente que trabaja para que su vida sea lo mejor posible, luchando contra las adversidades emocionales y disfrutando de las satisfacciones que se le presentan. Penetrar en su mentalidad ha sido una revelación.
Al final, las personas ahora visibles no parecen diferir demasiado de las actuales. No en sentido material, ni en cuanto a normas morales, ni en lo referente a la sensibilidad política o en lo tocante a carreras y posibilidades. Sin embargo, por lo que respecta a la cruda realidad de afrontar lo que viene, buscando consuelo y gratificación en las relaciones interpersonales y en lo sobrenatural, y hacerse un sitio, son muy parecidas a otras, antiguas y modernas. Aunque esta realidad banal está muy alejada de la emoción de grandes hazañas realizadas por grandes hombres, e indudablemente no constituye el motor de destacadas transformaciones históricas, ello no significa que sea intrascendente. Tiene cierta importancia en las vidas de quienes no aparecen en los titulares; en ellas podemos atisbar a la multitud entre la que se mueven los ricos y famosos, y entenderlas nos ayuda a entender la cultura y la sociedad en su conjunto. Sin duda, podemos fijarnos en los Alejandro, los César, los emperadores y generales del mundo clásico; podemos estudiar y admirar su filosofía, sus leyes, su literatura y sus maravillas arquitectónicas; pero detrás de todos estos logros había decenas de millones de personas que sostenían el mundo en el que tenían lugar: hombres y mujeres corrientes, esclavos y libertos, gente relativamente adinerada y gente terriblemente pobre, incluso soldados, prostitutas, gladiadores y bandidos. Todos ellos merecen ser visibles en sus propios términos, y espero haber conseguido dar un primer paso en ese sentido.