7

Por la mañana pierde quince minutos en buscar unos pendientes que no logra encontrar. Ni en el joyero, ni en los cajones, ni en el cuarto de baño, ni en las bandejas y repisas donde suele dejarlos al llegar a casa. En seguida piensa en la ladrona, pero recuerda que se los puso por última vez dos días atrás, cuando la chica ya no estaba en casa. Tras revisar de nuevo todos los sitios posibles, convencida de que se los quitó al llegar aquella tarde, pregunta a Carlos si alguna vez le dejó una llave a Naima. Él no entiende la pregunta, pero ella insiste y él, tras negarlo, le pide que se olvide ya de esa muchacha, caso cerrado. Sara comenta la posibilidad de que hiciese una copia sin ellos saberlo, que cogiese la llave que siempre cuelga junto a la puerta, la sacase un día, la reprodujese, y la devolviese a su sitio sin que ellos lo notasen. Como Carlos sigue sin entender su insistencia, ella le cuenta la pérdida de sus pendientes. Y tú crees que se iba a arriesgar a entrar en casa y sólo se iba a llevar eso, pregunta Carlos. Ella da por bueno el razonamiento y se encomienda a su habitual despiste. Estoy un poco nerviosa con todo esto, pero ya se me pasa, dice, y coge otro par de pendientes del joyero. Como se le ha hecho tarde, pide a su marido que la acerque en coche al trabajo después de dejar a Pablo en el instituto, llamará para avisar de su demora con cualquier excusa. De esta forma sale con ellos por el garaje, cuyo acceso está en un lateral del edificio, y evita el portal, donde todavía espera encontrar a la pareja cada mañana, apoyados en un coche, encogidos de frío.

Durante la jornada consigue olvidar el incidente y se concentra en varios trabajos atrasados. Se convence de la necesidad de recuperar la normalidad, así que al salir toma el metro y después camina hasta su casa, como siempre. Nadie la espera frente al portal. Ya en casa, intenta de nuevo encontrar los pendientes, y tras un rato acaba desistiendo, confiada en que se trata de uno de esos extravíos domésticos que se resuelven años después, en el bolsillo de un abrigo viejo o al retirar un mueble, entre pelusas.