Epílogo

POR desgracia, ni Sebastian, quinto duque de St. Ives, ni Helena, su duquesa, llevaron diario alguno. Sin embargo, lo que sigue fue extraído de los diarios del reverendo Julius Smedley, que desempeñó el cargo de capellán del duque de St. Ives desde 1767 a 1794. El reverendo Smedley celebró el matrimonio de Sebastian y Helena y fue un notario fiel de todo cuanto acaeció a su alrededor. Por él, nos enteramos de que:

Ariele de Stansion y Phillipe De Sévres permanecieron en Somersham Place un par de años, Phillipe ayudando en la administración de la propiedad y Ariele pasando la mayor parte del tiempo con su hermana, a la que asistió en el difícil parto de su único hijo, Sylvester. Phillipe siguió dedicado a Ariele a lo largo de los años y, por su parte, esta jamás miró a otro hombre, por más que no faltaron caballeros que buscaban atraer su atención. En consecuencia, con la ayuda de Sebastian, Phillipe compró una magnífica propiedad al norte de Lincoln. Él y Ariele se casaron y se trasladaron a vivir allí y, por ende, fuera del ámbito del reverendo Smedley.

La única otra nota de interés sobre aquellos primeros años del matrimonio del duque fue una obligada referencia a la muerte de una tal Marie de Mordaunt, condesa de Vichesse, esposa del antiguo tutor de la duquesa y su hermana y tío, a su vez, de Phillipe.

Poco después, el Terror llegó a Francia. Sebastian, con la colaboración de Phillipe y de sus propios y amplios contactos en aquel país, ya había actuado para liquidar y llevar a Inglaterra la mayor parte de la fortuna heredada por Helena y Ariele, además de a un nutrido grupo de sirvientes leales.

El hermano de Phillipe, Louis, desapareció durante esta época y no se volvió a saber de él.

Los St. Ives, tras una exhaustiva búsqueda, se enteraron de que el conde de Vichesse, advertido de que abandonase París y volviese a su fortaleza del Loira, se encontró Le Roe sitiado. La versión de los hechos que llegó a Londres fue que el conde, con considerable riesgo de su vida, había conseguido introducirse en la fortaleza, donde ordenó a sus leales criados que salvaran las vidas. Después de eso, desapareció. Y ya no hay más mención del conde, ni en los diarios del reverendo ni en crónica alguna de la época.

Sin embargo, sí hay una fascinante referencia a un noble francés que llegó a Somersham un mes después de la caída de Le Roe. Se le describe como alto, delgado, rubio y de tez clara. Solía vestir completamente de negro y era considerado camarada íntimo del duque; a menudo se les veía a ambos practicar la esgrima en una terraza.

En un alejamiento de su habitual apego a los detalles, el reverendo Smedley se olvida, un tanto evasivamente, de citar el nombre de este caballero francés.

El francés permaneció en Somersham unos meses, al cabo de los cuales, y con evidente disgusto del duque y la duquesa, decidió abandonar Inglaterra. Dejó Somersham para dirigirse a Southampton y, desde allí, viajar en barco a las Américas.