Cuando Will y Chase llegan al campo de fútbol, nos encuentran a Thomas y a mí tumbados en las gradas, mirando al cielo. Es un día soleado, tranquilo y cálido. La Madre Naturaleza no llora por Mike Andover y el sol le viene fenomenal a mi cabeza palpitante.
—Madre de Dios —dice uno de ellos, y luego escucho un montón de palabrotas que no merece la pena repetir. La diatriba termina por fin con un—: Está realmente vivo.
—No gracias a vosotros, cabrones —me siento y Thomas me imita, aunque permanece ligeramente encorvado. Estos imbéciles lo han tratado a patadas demasiadas veces.
—Oye —exclama Will—. Nosotros no te hicimos nada, ¿entiendes?
—Mantén tu jodida boca cerrada —añade Chase, apuntándome con el dedo. No sé qué decir. No había pensado que fueran ellos los que intentaran mantenerme callado a mí.
Sacudo una de las rodillas de mis vaqueros. Se había pegado algo de polvo de donde me he recostado en las gradas.
—Vosotros no intentasteis hacerme nada —digo con sinceridad—. Me llevasteis a esa casa porque queríais que me cagase de miedo. No sabíais que vuestro amigo acabaría partido por la mitad y destripado.
Eso ha sido cruel. Lo admito. Chase se pone inmediatamente pálido. Los últimos momentos de Mike están pasando por delante de sus ojos. Por un segundo, me ablando, pero las palpitaciones de la cabeza me recuerdan que trataron de matarme.
Junto a ellos, pero en la parte baja de la grada, Carmel se rodea el cuerpo con los brazos y aparta la mirada. Tal vez no debería estar tan enfadado. Pero qué digo, ¿es que Carmel se está burlando de mí? Por supuesto que tengo derecho a enfadarme. No me alegro de lo que le pasó a Mike. No habría permitido que sucediera si no me hubieran dejado fuera de combate de un golpe en la cabeza.
—¿Qué deberíamos decirle a la gente sobre Mike? —pregunta Carmel—. Nos van a hacer preguntas. Todo el mundo lo vio marcharse de la fiesta con nosotros.
—No podemos contarles la verdad —responde Will con tristeza.
—¿Y cuál es la verdad? —pregunta Carmel—. ¿Qué sucedió en esa casa? ¿Debo creer realmente que a Mike lo mató un fantasma? Cas…
La miro con ojos inexpresivos.
—Yo lo vi.
—Yo también lo vi —añade Chase, y da la sensación de que está a punto de vomitar.
Carmel sacude la cabeza.
—No es verdad. Cas está vivo. Mike, también. Esto es solo una retorcida broma que habéis ideado entre todos para vengaros de mí por haber roto con él.
—No seas tan egocéntrica —dice Will—. Yo vi cómo sus brazos atravesaban la ventana y lo arrastraban hacia dentro. Escuché a alguien gritar. Y luego vi la silueta de Mike partido en dos —me mira—. ¿Qué era lo que había allí? ¿Qué hay viviendo en esa casa?
—Era un vampiro, tío —balbucea Chase—. ¡Un vampiro vivo y de verdad!
No me molesto en mencionar que ningún vampiro es de verdad, ni está «vivo». Qué idiota. Lo ignoro por completo.
—No hay nada viviendo en esa casa. A Mike lo mató Anna Korlov.
—De eso nada, tío, no puede ser —dice Chase, atenazado por el pánico, pero no tengo tiempo para su fase de negación. Por suerte, Will tampoco está dispuesto a prestarle atención y le dice que se calle.
—Le diremos a la policía que estuvimos dando vueltas con el coche un rato. Que luego Mike se volvió loco al ver a Carmel y a Cas juntos y se bajó del coche. Ninguno de nosotros fue capaz de detenerlo. Dijo que volvería a casa andando y, como no estaba tan lejos, no nos preocupamos. Cuando hoy no apareció en el instituto, nos imaginamos que estaría con resaca —Will tiene los dientes apretados. Piensa con rapidez, incluso cuando no quiere hacerlo—. Tendremos que aguantar algunos días o semanas de partidas de búsqueda. A algunos nos harán preguntas. Y, luego, se darán por vencidos.
Will fija sus ojos en mí. No importa lo gilipollas que fuera Mike, era su amigo, y ahora Will Rosenberg está deseando borrarme del mapa. Si no hubiera nadie mirando, tal vez intentaría entrechocar los tacones tres veces, como Dorothy en El Mago de Oz o algo así para hacerme desaparecer.
Y tal vez tenga razón. Tal vez fuera culpa mía. Podría haber encontrado otra forma de llegar a Anna. Pero, al infierno con eso. Mike Andover me golpeó en la cabeza con un tablón y me tiró a una casa abandonada solo porque hablé con su ex novia. No merecía que lo partieran en dos, pero se estaba buscando una patada en los huevos, como poco.
Chase tiene la cabeza entre las manos y murmura lo mucho que se ha complicado todo y el fastidio que será mentir a los polis. Para él, resulta más sencillo centrarse en el aspecto no sobrenatural del asunto. Como para la mayoría de la gente. Esa actitud es lo que permite que cosas como Anna permanezcan en secreto durante tanto tiempo.
Will le toca el hombro y le pregunta.
—¿Qué hacemos con ella?
Por un segundo, pienso que se está refiriendo a Carmel.
—Tú no puedes hacer nada con ella —dice Thomas, hablando por primera vez en lo que parecen décadas y dándose cuenta de a quién se refiere Will antes que yo—. Está fuera de tu alcance.
—Mató a mi mejor amigo —exclama Will—. ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Nada?
—Eso es —dice Thomas, acompañando sus palabras con un movimiento de los hombros y una sonrisa ladeada con los que se va a ganar un puñetazo en la cara.
—Bueno, tenemos que hacer algo.
Miro a Carmel. Tiene los ojos desencajados y tristes y el pelo rubio le cae en mechones sobre ellos. Es probablemente el aspecto más emo que jamás haya tenido.
—Si es real —continúa Carmel—, probablemente deberíamos. No podemos permitir que siga matando gente.
—No lo haremos —asegura Thomas para reconfortarla. Me gustaría tirarlo gradas abajo. ¿Es que no escuchó mi comentario de «ahora no es buen momento»?
—Oye —digo yo—. Lo que no vamos a hacer es montarnos todos en la furgoneta verde de Scooby-Doo y volver allí para sacarla con ayuda de los baloncestistas acróbatas de los Harlem Globetrotters. Cualquiera que entre de nuevo en esa casa está muerto. Y a menos que queráis terminar partidos por la mitad y mirando vuestras tripas en un montón sobre el suelo, será mejor que os mantengáis al margen —no quiero ser demasiado duro con ellos, pero es que esto es un desastre. Alguien a quien he implicado ha muerto, y ahora estos novatos quieren unirse a él. No sé cómo me las he arreglado para meterme en este embrollo. He liado las cosas demasiado deprisa.
—Yo voy a regresar —dice Will—. Tengo que hacer algo.
—Yo voy contigo —añade Carmel, y me mira como retándome a intentar detenerla. Obviamente olvida que hace menos de veinticuatro horas yo estaba mirando la cara surcada de venas oscuras de una muerta, así que no me impresiona su actitud desafiante.
—Ninguno de vosotros va a ir a ninguna parte —digo, y luego me sorprendo a mí mismo al agregar—: no sin estar preparados —miro a Thomas, que tiene la boca ligeramente entreabierta—. El abuelo de Thomas, Morfran Starling, es medium. Él conoce a Anna. Si vamos a hacer algo, debemos hablar primero con él —golpeo a Thomas en el hombro y él trata de adoptar una expresión facial normal.
—De todas maneras, ¿cómo matas algo como eso? —pregunta Chase—. ¿Clavándole una estaca en el corazón?
De nuevo, me gustaría comentar que Anna no es un vampiro, pero esperaré a que sugiera utilizar balas de plata para empujarlo gradas abajo.
—No seas estúpido —se burla Thomas—. Ella ya está muerta. No puedes matarla. Tienes que conseguir que se desvanezca o algo así. Mi abuelo lo ha hecho una o dos veces. Hay que utilizar un conjuro muy potente, velas, hierbas y otras cosas —Thomas y yo intercambiamos una mirada. De vez en cuando, este tío es realmente útil—. Puedo presentároslo. Esta noche, si queréis.
Will nos mira alternativamente a Thomas y a mí. Chase parece estar deseando no tener que fingir en todo momento que es un enorme idiota, pero es el papel que se ha buscado. Y Carmel simplemente tiene los ojos clavados en mí.
—De acuerdo —dice Will finalmente—. Nos reuniremos después de clase.
—Yo no puedo —digo rápidamente—. Cosas de mi madre. Pero iré a la tienda más tarde.
Bajan todos por las gradas con movimientos torpes —que es la única manera de bajar por unas gradas—. Thomas sonríe mientras se alejan.
—Bastante bien, ¿no? —sonríe—. ¿Quién decía que no soy telépata?
—Probablemente sea solo intuición femenina —respondo—. Asegúrate de que el viejo Morfran y tú les contáis algo convincente y que los mantenga ocupados.
—¿Tú dónde estarás? —pregunta Thomas, pero no le respondo. Sabe perfectamente dónde estaré. Con Anna.