Mis agradecimientos
A mis muy pacientes editoras, Kristen Weber y Les Pockell.
Al doctor James Terzian, por enseñarme cómo se entierran los cadáveres.
A la cafetería Brew-Ha-Ha, de North Adams, Massachusetts, por proporcionarme comida y cafeína, y por no reparar en la cantidad de veces que reutilizo una bolsita de té.
Y en especial a mi madre, Betty Saulnier, por hospedarme en Kemp Avenue, un local con tan mala fama en el pueblo, piscina, comedero, balneario canino y refugio para escritores.