Pueda respirar el aire que sale de tu boca.
Pueda contemplar tu belleza cada día, que es mi oración.
Pueda oír tu dulce voz en el viento del norte.
Pueda mi cuerpo crecer lleno de vida por tu amor.
Inscripción en el sarcófago de Akhenatón
6.1. ¿Faraón y Drag queen?
El término «reinona» o Drag queen se refiere a un hombre que se viste y actúa exageradamente como una mujer, de forma provocativa para dar un efecto más cómico, dramático o satírico. Se trata de una forma de transformismo con fines primordialmente teatrales o de entretenimiento en espectáculos públicos. ¿Y qué mayor espectáculo público pudo ser en el antiguo Egipto que un cartel publicitario con la figura del faraón Akhenatón-mujer, un hombre con caderas y pechos femeninos, sin sexo?
¿Era aquel ser, divino para sus súbditos, un personaje excéntrico, un soñador, un hombre cruel, malvado, pederasta, obseso sexual o romántico, hippie o el más normal del mundo? Es posible que el pueblo egipcio no tuviese una opinión muy clara sobre este asunto.
Después de muchos años de imaginar bellas escenas de amor a la luz de la luna entre la bella Nefertiti y Akhenatón-Amenofis IV, extrañamente representado a veces como hombre y a veces como mujer, normal o deforme y atormentado por visiones y sueños divinos, los descubrimientos de las estatuas del faraón mujer o de la existencia de una esposa secundaria, aunque muy importante de Akhenatón, llamada Kiya, echaron un jarro de agua fría sobre las imaginaciones y bellas ilusiones de los aficionados al Antiguo Egipto y la aureola místicoromántica con que se había rodeado la corte de Akhenatón. El ídolo soñador y hippie se rompió, como el tiempo fragmentó los adobes de la Ciudad del Sol. Y sus trozos dispersos recuerdan ahora tristes historias de luchas familiares por el poder, llantos de niñas casadas con su padre en la más tierna infancia y, sobre todo, el dolor de una familia real por las extrañas muertes de parto de sus miembros femeninos, al menos una, si no fueron tres las fallecidas en estas dolorosas circunstancias. Otras mujeres reales de la época se esfumaron en la nada del olvido. O vivieron con nombres masculinos, como veremos, por lo que el misterio o misterios continuados de esta extraña época se multiplican, con el problema añadido del travestismo onomástico y físico de reyes y reinas.
Akhenatón, es evidente, fue representado con cuerpo de reinona, como una extraña mujer. Y ataviado de reinona se fue a la eternidad, porque el sarcófago sin rostro descubierto en la KV 55, que dicen que fue suyo, lleva peluca de señora.
Buscada o no tal continuación «tipo señora» del viaje vital en el mundo de los muertos, muchos atribuyen a este faraón el «invento» del monoteísmo, aunque esté rodeado de las figuras de numerosos dioses, porque parece ser que, anclados a piñón fijo los egiptólogos aficionados en que este faraón era monoteísta, ya no se sabe ni contar. ¿O es que la palabra «monoteísmo» ya no significa «un dios», por aquello del cambio semántico moderno? En las escenas de Amarna se ven claramente varios dioses.
El Atón o Disco (1) + Akhenatón (1) + Nefertiti (1) + Wadjet, la cobra (1) + Nekhebet, el buitre (1) + tropecientas mil imágenes de dioses más que coexisten en época de Amarna = 5 + tropecientos mil no es igual a uno, sino a numerosos dioses en Egipto, es decir, politeísmo, como siempre.
Esta cuestión del pretendido monoteísmo empieza a ser preocupante, pero está claro que muchos dioses no es un monoteísmo. Ni siquiera henoteísmo (adorar a un dios sobre muchos), porque, curiosamente, el Atón era uno y trino + más la pareja real, en la que tanto Akhenatón como Nefertiti eran dioses.
Total, un lío que multiplican quienes, no sé por qué extraña razón, se empeñan en seguir propalando que Akhenatón es Moisés. Otros aseguran que no murió en Egipto, sino que emigró a Israel, previo paso por el Sinaí y el milagro de las aguas del mar Rojo y el maná, o que Akhenatón se casó con Tutankhamón, que era mujer, o incluso que Akhenatón cambió de género y reinó como mujer. Total, puestos a imaginar, solo falta decir que se vino a las fallas de Valencia o que está enterrado en el sur de Francia, como María Magdalena.
6.2. Influencia babilonia en Amarna
El faraón-travesti rodeó su nueva ciudad de Akhetatón con lo que se denomina «Estelas de Frontera», esculpidas entre el quinto y el octavo año de su reinado.
¿Qué pretendía Akhenatón con estas estelas? Quizá, rodear la ciudad en un cartucho o círculo mágico, suponen algunos investigadores, como la elipse que rodea el nombre del faraón, que guarda y protege mágicamente su esencia, es decir, su nombre, origen y esencia del ser real que lo porta. Por eso, se utilizó también el cartucho para rodear el nombre del Atón. Porque dicho límite mágico no solo rodea, sino que también preserva, delimita, y, desde un punto de vista mágico, hace inexpugnable a lo encerrado en él. Eterno. Esas estelas de Amarna delimitan con un cerco mágico «la ciudad vibrante y viva» que creó el faraón con su magia real, el poder de su voz, derivado del poder divino del que él mismo emana. Y para preservar las estelas y con ellas la ciudad, eternamente, Akhenatón dejó grabadas en ellas sus propias palabras. Eternas. Inmutables. Energía divina pura. Al descifrarse la escritura egipcia y leerse los textos, la voz que las lee repite las palabras del faraón, activando así una energía sagrada que la vuelve a hacer existir a través de una máquina del tiempo.
¡La ciudad mágica del Sol volvía a la existencia por la magia de la palabra de Akhenatón escrita en las estelas que la rodean! Porque la palabra mágica es palabra de poder. Y el mundo existió cuando Dios lo nombró, bien fuese Yahvé o Toth. Se activó la «energía» existencial. El Big Bang divino. La gran pila. El modelo científico que trata de explicar el origen del Universo y su desarrollo posterior a partir de una singularidad espacio-temporal ya lo habían inventado los antiguos, solo que el nombre era diferente: «El dios habló», se dice. Y surgió todo lo creado. En Egipto y en Israel.
Técnicamente, el Big Bang moderno se basa en una colección de soluciones de las ecuaciones de la relatividad general, llamadas «Métrica de Friedmann-Lemaître-Robertson-Walker». El término Big Bang se utiliza tanto para referirse específicamente al momento en el que se inició la expansión observable del Universo (cuantificada en la ley de Hubble), como en un sentido más general para referirse al paradigma cosmológico que explica el origen y la evolución del mismo. Una explicación demasiado complicada que la simplicidad egipcia y hebrea solucionó con solo una palabra mágica y una prolongada acción que Yahvé completó en seis días.
6.3. Las fronteras mágicas y las estelas kudurru
Las primeras estelas de frontera fueron descubiertas por el jesuita Claude Sicard en el yacimiento de el-Amarna en 1714, tras diversos trabajos llevados a cabo por arqueólogos más o menos aficionados. Las quince estelas que quedan in situ se identifican mediante una letra del alfabeto, un sistema de ordenación inventado por el egiptólogo Flinders Petrie, quien, de este modo, las hizo «existir».
De ellas, tres, las estelas A, B y F, se encuentran en la orilla occidental del Nilo, mientras en el lado oriental se encuentran las otras doce, llamadas sucesivamente J, K, L, M, N, P, Q, R, S, U, V y X. El grupo K, L, X fue erigido en el año quinto de reinado, y las restantes (A, B, F en el oeste, y J, M, N, P, Q, R, S, U y V en el este) son del año sexto.
En los textos escritos en estas estelas se explica por qué la ciudad fue construida en honor de Atón, y se describe el diseño inicial previsto de la ciudad y sus medidas. Algunas de las escenas grabadas en ellas representan a Akhenatón y su familia adorando a Atón. Lamentablemente, muchas de estas estelas de roca tallada que marcaron los límites exactos de la ciudad de Akhetatón (Horizonte de Atón) se encuentran ahora en un lamentable estado de destrucción y abandono, debido a causas naturales, como la erosión o el débil tipo de roca en que se tallaron. Por eso, su grado de conservación es diferente. Así, mientras la Estela P fue volada en 1906, la Estela A está todavía bien conservada y su acceso es fácil para los arqueólogos y los turistas que quieran llegar hasta ella.
Las estelas X, M, K, en los límites norte y sur de las colinas de la ciudad, en la orilla este del río, están muy dañadas. La fecha que figura al principio de los textos es difícil de leer, quizá el año 6 del reinado de Akhenatón, y las tres tienen la misma inscripción, con la dedicación de la ciudad al Atón. De las otras once estelas, la mejor preservada es la Estela S, y todas llevan la misma inscripción, comenzando con el año 6 del faraón, lo que proporciona una demarcación muy exacta de los límites de la ciudad, que se extendía por el oeste hasta los campos que debían ser la fuente principal de alimentos para la ciudad.
La inscripción repetida especifica que el rey nunca volvería a pasar los límites o fronteras de la ciudad mágica, lo que algunos investigadores interpretaron como una especie de juramento de que Akhenatón nunca saldría de su nueva ciudad. Pero el caso es que Akhenatón continuó viajando por el país, y por eso se supone, más bien, que era la palabra mágica del faraón la que mantenía dicha «permanencia eterna real», aunque Akhenatón no estuviese en la ciudad físicamente.
Sin embargo, la energía prometida en aquellas estelas debió acabarse pronto, porque en el año 8 del reinado de Akhenatón se añadió una nueva inscripción, renovando la dedicación inicial de la ciudad por el rey al sol-rey. Por si acaso se había pasado el efecto mágico de la primera, había que «recargar las pilas». La fecha de la fundación de la ciudad mágica marcaría la vida y la muerte de sus habitantes. Encerrada y protegida dentro de los límites mágicos, la ciudad era también un templo de vida y muerte, matriz primordial y tumba sagrada fijada para toda la eternidad, cuyos límites mágicos el faraón y su familia se comprometían a no traspasar.
Al estudiar estas estelas de frontera de Akhetatón, no podemos evitar establecer cierto paralelismo con unos monumentos similares que existían en Mesopotamia: las estelas kudurru (en acadio «límite»), unas piedras que se erigían para constatar la donación de terrenos en beneficio de una comunidad o un personaje importante. Las estelas kudurru babilónicas eran varias cosas a la vez. En primer lugar, eran mojones oficiales de piedra que delimitaban las propiedades concedidas por el rey de Babilonia a diversos personajes de su país, por diversas circunstancias. A veces, en la piedra se representaban las figuras de ambos, rey y beneficiario. En segundo lugar, eran documentos jurídicos, ya que llevaban incisos los documentos de donación y los nombres y cargos de los magistrados y el rey, los propietarios, sus cargos, etc., mientras que el documento oficial en otro material, tablilla de barro posiblemente, se guardaba en el archivo correspondiente. Asimismo, eran documentos religiosos y mágicos, protegidos por los dioses que figuran grabados en ellos, pues contenían las palabras de las fórmulas religiosas y las maldiciones contra quienes osasen violar las fronteras que delimitaban.
Akhenatón conocía perfectamente las estelas kudurru, y las adaptó al estilo egipcio, a lo grande. Y se hizo representar en sus estelas kudurru de Amarna, pero vestido de mujer o acompañado de las mujeres de su familia que complementaban su divinidad, encerrado en una mágica frontera, protegido por su disco solar, el joven faraón andrógino con Nefertiti complemento al lado, muestra una vez más de la influencia extranjera de su culto preferido: el de la diosa sol de Arinna y los sacerdotes vestidos de mujer de los ritos frigios a Cibeles, la diosa siria. Así, estas enormes estelas kudurru o mojones mágicos delimitarían la ciudad de sus sueños, consagrando para la eternidad, jurídicamente, la dedicación escrita en ella al disco solar, dueño y señor de la nueva tierra concedida por el faraón que todos activarían eternamente con su sagrada presencia, que nada ni nadie debía borrar ni dañar.
Pero hay más. Porque también su culto al sol pudo ser extranjero en Egipto. Si no babilonio, al menos sirio o hitita. Y su caracterización femenina podría ser propia del sacerdote castrado de la Gran Madre Cibeles, llamada Kubaba en Anatolia. Imposible saber todo lo que Akhenatón y su familia aprendieron en sus viajes por Siria, con sus parientes de Anatolia, los hititas y los babilonios de Mesopotamia, o en la inmensidad del harén del faraón egipcio, poblado por cientos de mujeres hititas, sirias, mitannias, babilonias, con sus dioses, sus costumbres, sus servidores, hechiceros, parientes, cocineros, palafreneros, conocidos, embajadores y sacerdotes, magos y brujas incluidos.
6.4. La ciudad del Horizonte de Atón
Para su dios, Atón, Amenofis IV creó la ciudad llamada Akhetatón, «El Horizonte de Atón», en la actual el-Amarna, en el Egipto Medio. La corte y la administración central se trasladaron allí, y la antigua capital, Tebas, y su dios, quedaron relegados a un segundo plano, tanto económico como político y religioso.
La Ciudad del Horizonte de Atón estaba dividida fundamentalmente en seis sectores básicos, comunicados entre sí por una gran Vía Procesional o Camino Real, de 42 metros de ancho. La ciudad, que en realidad era una unión de sectores separados entre sí, estaba formada por los siguientes barrios:
Ciudad norte. Era la residencia de la familia real y sus allegados. Allí se encontraba el Palacio Norte, vivienda particular de Nefertiti en algún momento y, además, los puertos comerciales, aduanas y almacenes de la ciudad.
Ciudad central. Aquí se encontraba el complejo administrativo, diplomático y religioso de la nueva capital, donde se realizaban todas las funciones de gobierno, administración y culto. Sus edificios principales eran el Gran Templo de Atón y el Palacio Real oficial, flanqueado por los barrios norte y sur, donde vivía el resto de la población de Akhetatón.
Sector Sur. Allí se encontraban los bellos templos llamados «Maru», entre ellos uno, cuyo nombre completo era Pa Maru en pa atón o «El palacio mirador de Atón», cuya función parece ser servir como lugar de descanso y también de recogimiento religioso. En uno de estos palacios vivía la esposa secundaria llamada Kiya.
Necrópolis. Existieron dos lugares para el eterno descanso de los nobles: las Necrópolis Norte y Sur. Entre ellas, la tumba real, a la que se llegaba a través de un wadi (río estacional) orientado hacia oriente (al contrario que en el resto de Egipto, que se enterraba a sus muertos hacia occidente, el lugar por donde desaparece el sol diariamente, la mansión de los muertos).
Poblado de los trabajadores. Igual que en Deir el-Medina, la ciudad de los obreros de la necrópolis de Tebas, también en Amarna había una serie de casas en las que vivían los trabajadores de las necrópolis.
El Rey anunciaba en los textos escritos en la ciudad que excavaría allí tumbas para la familia real, aunque en realidad solo fue una, y también para el toro sagrado de Heliópolis, con lo que vinculaba su nueva capital con la ciudad del sol del norte de Egipto. Asimismo, habría también sepulcros para los sacerdotes de Atón.
La construcción de una nueva ciudad no era algo impensable en Egipto, pero sí algo extraordinario en aquellos tiempos que no iban muy bien ni política ni económicamente. Tampoco era extraño cambiar de capital, lo que se hizo varias veces durante la larga historia egipcia, pero nunca antes o, al menos, desde hacía muchísimos siglos, se había construido una ciudad desde cero. Más tarde, Ramsés II construiría Pi-Ramsés en el Delta oriental, pero ahora era un gasto que Egipto apenas se podía permitir, porque, aunque el oro aún afluía abundantemente a las arcas de los faraones, ya desde los últimos años de Amenofis III Egipto no estaba en su mejor momento, debido a la política de «regalos» que llevó a cabo para mantener las alianzas asiáticas («mándame chicas guapas para mi harén», decía en alguna carta suya que se ha conservado, y devolvía el favor con oro), y debido también a las ricas ofrendas que había realizado al templo de Karnak para tener tranquilos y ricos a los sacerdotes de Amón.
A pesar de los gastos de su papá, Amenofis IV se empeñó y, como era el jefe, comenzó a construir su nueva capital, y se llevó hasta allí a los trabajadores de Tebas, dejando la ciudad sin obreros, para fastidio de los sacerdotes de Amón, que perdieron mano de obra barata y los impuestos que de ellos y el comercio recibían, además del chollo de las comisiones y las limosnas al santuario de los innumerables fieles del dios, que ahora seguían la nueva moda y también habían cambiado de dios y de ciudad.
En el año octavo de Akhenatón se paralizaron definitivamente las obras tebanas por falta de mano de obra, ya que este había trasladado casi todos los obreros de Tebas a Akhetatón para acabarla cuanto antes. La velocidad de la construcción afectó a la calidad de los edificios, ya que apenas se usó la piedra, ni siquiera para los templos. En su lugar, se usaron ladrillos sobre los que se hacían los grabados coloristas (estos ladrillos, de unos 60 × 60 cm se denominan talatats) que embellecerían la ciudad. A juzgar por los restos encontrados, Akhetatón debió ser magnífica, hermosa, radiante a los rayos de su dios sol, convirtiendo un desierto en vergel, regado por las aguas de canales y estanques, y unas amplias avenidas, diseñadas ortogonalmente (como siglos después en Grecia), que darían esplendor a la nueva y efímera capital egipcia.
6.5. El dios uno y trino
El título completo del dios de Akhenatón era «El Ra Horus que se regocija en el horizonte, en su Nombre de Luz que se manifiesta en el Disco (o Atón)», título que aparece en muchas de las estelas que delimitan la nueva capital del rey Akhenatón, llamada Akhetatón, la moderna el-Amarna, abreviada en Amarna para simplificar.
Atón, en egipcio jtn, era originalmente en la antigua mitología egipcia, el disco solar, y un aspecto visible de Ra, y solía ser representado como un disco del que salían rayos terminados en manos. El título abreviado de la divinidad sería Ra-Horus-Aten o solo Aten en numerosos textos, con lo que parecería que se trataba de un solo dios, en lugar de tres. De ahí el famoso e inventado monoteísmo que Freud se sacó de la manga para justificar el posible origen del monoteísmo hebraico. Sin embargo, cuando un egipcio se refería a Atón, entendía que era uno (Atón) y trino (Ra-Horus-Atón), algo que los cristianos entendemos perfectamente por la Santísima Trinidad: un solo Dios verdadero, pero tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Así, Atón-3 dioses, para entendernos, era la síntesis de dioses antiguos, vistos de una forma «moderna».
Una de las características de dos de estos dioses, Ra y Horus, consistía en que eran parte de un «todo», aunque el dios resultante de esa suma también era considerado como poseedor simultáneamente de características masculinas y femeninas, ya que toda creación emanaba del «dios-suma» y era creado por él. Además, era un dios «faraón», porque su nombre se escribía dentro de un cartucho, solo utilizado para el supremo jefe político de Egipto, rompiendo también una tradición antigua de tener a los dioses por un lado y a los faraones por otro. El Atón aparece ya en los Textos de las Pirámides, y también en el Papiro de Sinuhé, donde el faraón difunto es descrito al renacer como un dios en el cielo, unido al Disco solar, saliendo su cuerpo divino de su Creador.
En resumen: un dios que es faraón y un faraón que es el dios Sol, de donde se deducía que lo mismo daba adorar a uno u otro. «Adora al Sol, que soy yo, y conmigo renaces y, puesto que soy hombre y mujer a la vez, mi esposa es una diosa-Sol». Así pues, Akhenatón y su reina Nefertiti eran ambos manifestaciones del dios Sol, tanto en forma masculina como femenina. Curiosamente, entre los hititas, el Sol es señora: la diosa Sol de Arinna. ¿Casualidad, o es que, quizá, había hititas-indoeuropeos en Egipto desde la época de los hicsos y resulta que los sirios y sus cultos solares influyeron sobre los egipcios?
Desde un punto de vista político, intuimos que, al sumar todas estas características de los dioses Horus, Ra, etc., el faraón estaría probablemente metiendo en un mismo cesto un contrapeso al poder de los que daban culto a Amón. ¿Se trató de una centralización en el faraón y su esposa, de los poderes políticos y divinos para oponerse al creciente poder de los sacerdotes de Amón, que querían mandar más que el propio faraón?
Ra-Horus, llamado más corrientemente Ra-Harakhtes («Ra, que es Horus de los dos horizontes»), es una síntesis de otros dos dioses, que se atestiguan desde muy temprano en las creencias egipcias. Este Horus, dios halcón solar, fue identificado con Ra, el Sol, y su viaje diario desde el horizonte oriental al occidental. En Egipto lo tienen facilísimo para orientar una ciudad de este a oeste: solo hay que ver que el Nilo va hacia un lado y que el sol lo cruza todos los días. Si se mira hacia ese lado norte que va el río, el sol pasa por encima de él. El lado de la vida queda a la derecha (este), y el de la muerte a la izquierda (oeste).
En realidad, Ra-Harakhtes fue más un título o manifestación que un dios compuesto. Lo que se pretendía era vincular Harakhtes a Ra, como un aspecto de Horus al amanecer. Se ha sugerido que Ra-Harakhtes se refiere simplemente al recorrido del sol, de horizonte a horizonte, como Ra, o que es un aspecto del dios Ra como símbolo de esperanza y renacimiento. Esto fue alentado probablemente porque Ra y Horus estaban vinculados al sol y al faraón. Durante la época de Amarna, esta síntesis fue considerada una invisible fuente de energía, de la que el disco solar, el Atón, fue la manifestación visible como un dios-suma de Ra-Horus-Atón. Sin embargo, el verdadero cambio consistió en el abandono de algunos dioses, especialmente de Amón.
Como recuerda M. Lichtheim, el sincretismo se aprecia perfectamente en el Gran Himno al Atón, donde Ra-Harakhtes, Shu y Atón se mezclan en el dios de Akhenatón. El origen de este dios combinado Ra-Harakhtes como aspecto visible del dios Atum-Ra.
Generalmente, se atribuye esta revolución cultural y religiosa únicamente a Akhenatón, pero parece que él no hizo más que seguir una tendencia surgida durante el reinado de su padre Amenofis III, uno de cuyos epítetos era «Radiación de Atón» y que ya había propiciado dicho culto. El egiptólogo Nicolás Grimal defiende la existencia más que evidente de una «solarización» de los principales dioses ya bajo este rey y que el culto exclusivo al disco solar en época de su hijo sería únicamente una evolución lógica del proceso iniciado desde varios reinados antes por los faraones de la Dinastía XVIII.
El Atón era, como divinidad, totalmente diferente y opuesto a Amón. Sus santuarios eran abiertos, no oscuros como los del dios carnero de Tebas, cuyo epíteto más famoso es «El Oculto». Así pues, se enfrentaban dos teologías o concepciones totalmente opuestas: luz solar en templos abiertos (Atón), frente a oscuridad en templos cerrados (Amón).
En el culto a Atón, el faraón no solo era su Sumo Sacerdote, sino también su profeta y el que hablaba con él, además de un dios, emanación del Atón (igual que lo era la reina Nefertiti, forma femenina de Atón. Ya se ha dicho arriba que el dios era andrógino, o sea, hombre-mujer), por lo que es evidente que no se puede hablar de monoteísmo o culto a un solo dios, puesto que, además de la trinidad citada, con Akhenatón harían cuatro dioses y con Nefertiti cinco. Durante el periodo de Amarna se respetaron casi todos los cultos a los innumerables dioses egipcios, como Maat, la justicia; Wadjet, la diosa cobra protectora de los faraones y garante de su poder; y Nekhbet, la diosa buitre de su corona real, compañera de la cobra, aunque se persiguió a algunas divinidades típicamente egipcias, como Hapy, el dios Nilo, y al mismo Osiris, a los que, sin embargo, el pueblo llano siguió adorando con fervor, esperando tal vez, sabio y viejo, a que las nuevas y extrañas modas pasasen, y las locuras y veleidades del joven gobernante desapareciesen pronto, barridas por el viento del desierto, para volver a disfrutar con ponderación, calma y mesura, del tradicional orden cósmico que los antiguos dioses garantizaban a sus fieles desde hacía muchísimas generaciones. Todo protegido por el viejo dios Aker. O Ruty, los dos leones. Otros dos dioses más en Akhetatón para evidenciar que Akhenatón no fue monoteísta.
6.6. El himno al Atón y el Aker o Ruty
Sustos y modas aparte, el mejor documento que se conserva de esta época es el Himno al Atón, grabado sobre las paredes de algunas tumbas de el-Amarna. Borrados los faraones de este tiempo de las listas reales, la huella de la época de Amarna se conservará durante toda la época Ramésida (Dinastía XIX) y en cierto modo la religión egipcia posterior fue influida por este culto, que acercó a los dioses y a los hombres, aunque sin llegar al pretendido monoteísmo del Atón que, como ya hemos dicho, fue una invención de Sigmund Freud en su intento por hallar un origen lógico al monoteísmo judío.
Los primeros intentos de Akhenatón de rendir culto a Atón tuvieron lugar en Tebas, el antiguo centro del culto de Amón. Luego fundó para su dios la citada ciudad-templo de Akhetatón, «Horizonte de Atón», algo considerado por muchos como un acto muy valiente, aunque seguro que su mamá y sus consejeros estaban detrás de la decisión y algo ganaban, porque debían tener negocios en Siria y Hatti. Así, con la arrogancia y la ilusión de la juventud, Akhenatón puso en evidencia a los problemáticos sacerdotes de Amón, que se opusieron a los planes del rey porque fastidiaban su boyante economía. El momento se narra tal vez en uno de los textos escritos en una de las estelas fronterizas de la nueva ciudad:
Fue algo peor que lo que habían oído cualquiera de los reyes que hubieron asumido alguna vez la blanca corona [del Alto Egipto].
Este «algo» no se especifica, pero se puede suponer que, tal vez, temiendo por su propia vida y la de su familia ante la amenaza de los sicarios de Amón, o quizá porque buscaba un territorio donde no se hubiese adorado hasta entonces a ningún dios, Akhenatón se dirigió hacia el norte. Y eligió un lugar semicircular, protegido por una cadena de montañas al oeste, dividida en dos partes por un valle. Por entre ellas, el sol salía y sale cada día. Dos cumbres en forma de león cerrando el semicírculo por el norte y por el sur le señalaron el lugar y vio tal vez en su imaginación (dice en una de las estelas de demarcación que lo soñó), la figura de Aker o Ruty.
Esta antigua divinidad llamada Aker, dios del horizonte en la mitología egipcia, era representada como una franja de tierra bajo la que sale un disco solar entre dos cumbres sostenidas por los lomos de dos leones contrapuestos, que a veces son sustituidos por una franja de tierra con cabeza humana y brazos en los extremos. Durante el Imperio Nuevo, Aker fue el guardián de las dos puertas de la Duat, la oriental y la occidental, de ahí la imagen de los dos leones contrapuestos que simbolizan la entrada y salida del Más Allá, del pasado y el futuro. Es el dios que abre las puertas entre la tierra y la Duat, para que pase la barca solar de Ra. Aker abriría también las puertas para que entrase el faraón en la Duat, tal como se narra en el llamado Libro de Aker. En cuanto a sus epítetos, se le denominó el «Guardián de los secretos que están en la Duat», como responsable de su custodia. Además, Aker era a menudo llamado Ruty, el término egipcio que significaba «dos leones». Entre ellos aparecería a menudo el jeroglífico para el horizonte, que era la línea bajo la que el disco solar salía entre dos montañas. Los leones fueron representados a veces como leopardos, con puntos, lo que ha llevado a algunos investigadores a pensar en alguna especie extinta de león. Puesto que el horizonte era donde la noche se convertía en día, Aker fue usado para guardar la entrada y la salida al mundo terrenal, abriendo las puertas para que el sol pasase a través de ellas durante la noche. Como protector, se decía que el difunto tenía que solicitar a Aker que le abriese el Más Allá. Pese a ser uno de los dioses principales de la más antigua religión egipcia, Aker no tenía ningún templo, aunque fue conectado con los conceptos más primitivos de las antiguas energías de la tierra. Su imagen se usó a menudo como amuleto y suele aparecer en los denominados «marfiles mágicos» del Imperio Medio. Era también considerado guardián de los niños y de la familia, y se creía que protegía también contra las picaduras o mordeduras de algunos animales venenosos.
Ruty era denominado «El del león y la leona»; doble león divino adorado en Leontópolis. Asimilado a Shu y Tefnut en el mito heliopolitano, su cometido era el de vigilar las ofrendas de los muertos. Ruty es una personificación del lugar de donde surgió el sol; su imagen sustituye a veces a la del horizonte y su nombre sirvió también como epíteto de Atum como padre de Shu y Tefnut. Era también el guardián del santuario de la corona real que se colocaba al difunto para que pudiera circular por los caminos del cielo. Su morada era el signo de Leo. Se representaba a Ruty como un busto doble de león, o como dos felinos adosados. En los Textos de las Pirámides aparece estrechamente unido a Aker, guardián de la puerta del Mundo Inferior.
Así pues, la nueva ciudad era, según su ubicación, un lugar mágico, protegido por estelas o mojones mágicos (similares a las estelas kudurru de los casitas), por donde se entraba y salía al mundo de los muertos. No era solo el capricho de un faraón, sino el resumen vivo de toda una cosmovisión, una teología solar que, partiendo de los antiguos cultos de Heliópolis, trascendió tiempo y espacio y renació tras siglos de oscuridad por el deseo del nuevo faraón, que posiblemente se formó en su más tierna infancia entre los sacerdotes del sol en el Delta. Debemos recordar además a su familia mitannia y siria, y sus herederos y herederas de las reinas hiscsas y los hititas mercenarios que vivían en la corte del faraón y las princesas del harén real y sus numerosos séquitos y sus dioses-sol femeninos, como la diosa Sol de Arinna adorada en Hatti, en Anatolia. Su padre Amenofis III había sido adepto a esta religión. Coronado siendo todavía un niño, probablemente a una edad entre los seis y los doce años, Amenofis IV-Akhenatón fue educado y dirigido en su infancia por su madre, la reina mitannia Mutemuja, posiblemente hija del rey Artatama I y una de las primeras princesas de Mitanni enviadas a la corte egipcia como muestras de la alianza entre ambos Estados amigos. Mutemuja estaría ayudada por sus propios partidarios y amigos, cuidando del joven faraón y del gobierno del país por medio de un consejo de regencia.
En resumen, no todo era tan lineal ni tan autóctono e inmutable en las tierras del Nilo como se suponía hasta hace pocos años. Las numerosas influencias foráneas rondaban y modificaban el país desde hacía siglos, y en él dejaron su huella los artistas minoicos que necesitaban trabajar y exponer sus ideas, y los arquitectos diseñaron los cambios y modernizaron las viejas construcciones, y los albañiles y fontaneros hicieron baños y duchas y cañerías para llevar a las nuevas mansiones de los ricos egipcios, embajadores, comerciantes y militares de los ejércitos del faraón, las comodidades que ya conocían por sus viajes a Canaán o Creta.
La nueva moda mediterránea estaba servida. Y la riqueza para comprarla, arrebatada a los sacerdotes de Amón, también. Solo faltaba algún joven decidido, soñador, emprendedor y resuelto que se atreviese. Y ese fue Amenofis, el cuarto de este nombre, al que secundaron y ayudaron las mujeres de su familia, tanto su madre como sus hermanas y, sobre todo, su esposa principal, que fue parte del plan preconcebido y soñado por el joven rey, sus consejeros, sacerdotes, administradores, familiares y artistas.
Lógicamente, los sacerdotes, comerciantes y funcionarios enriquecidos por el culto al dios Amón y ahora desposeídos de todos sus privilegios, rumiaban, en la sombra, su venganza.
6.7. El cambio de capital no era algo nuevo en Egipto
En la larga historia de Egipto, Amenofis IV no fue el primero que abandonó la antigua capital y se buscó una nueva. Había sucedido al menos una vez antes, con Amenemhat I, el fundador de la Dinastía XII, unos seiscientos años antes de la época de Amarna. Amenemhat había sido el visir del último faraón de la Dinastía XI, Mentuhotep IV, y sus ejércitos emprendieron campañas en el sur, hasta la segunda catarata del Nilo, y en el Cercano Oriente. En su época también se restablecieron las relaciones diplomáticas con Biblos y los gobernantes del área del mar Egeo. Preocupado y deseando apartarse de los elementos hostiles al poder que acababa de obtener, decidió establecer una nueva capital en Itjtauy, en el oasis del Fayum, cerca de la ciudad de Menfis. Aquella aventura duró poco, pero fue un periodo muy significativo de la historia de Egipto. Amenemhat fue asesinado, momento que se relata en el conocido Papiro de Sinuhé, que no tiene nada que ver con la novela homónima de Mika Waltari. Curiosamente, este faraón fue el que tomó como dios dinástico al oscuro Amón el Oculto. Fue, además, uno de los primeros faraones que formó su nombre de Hijo de Ra con el nombre de este dios: «Amón es el Primero», Amenemhat.
Por su parte, Akhenatón, al dejar Tebas en manos de los poderosos sacerdotes de Amón, pretendía posiblemente, quitarse de en medio a su principal oposición de una forma similar a lo que hizo Amnemhat I, buscando como él un lugar nuevo en el cual sentirse libre para celebrar los cultos y ceremonias en honor del Atón. Cualquier muestra de oposición a los cambios que el faraón quería imponer sería, según sus deseos, acallada por las oportunidades económicas y políticas que la construcción de la nueva ciudad para su dios brindaba a su pueblo, que, distraído y animado por el nuevo lugar y su acondicionamiento, siguió entusiasmado al faraón que le garantizaba tierras de labor, casas y trabajo abundante.
Akhetatón, el «Horizonte de Atón», la nueva ciudad de Akhenatón, se fundó en un lugar del Egipto Medio que no había sido previamente dedicado a ninguna divinidad: el actual emplazamiento de el-Amarna. La única particularidad era que, en sí misma, aquella tierra inhóspita era la figura del dios que abría las puertas de la Duat. El lugar mágico por excelencia que aún nadie había descubierto y que el propio Atón le había revelado al faraón en una visión.
Abandonada poco después de la muerte de Akhenatón y nunca ocupada de nuevo, hoy en día son numerosos los vestigios de aquella ciudad que se están recuperando entre los adobes de sus casas y sus templos en ruinas. Las tumbas de los más próximos servidores del faraón, vacías, exquisitamente decoradas pero con sus imágenes muy dañadas. Y también la tumba real. Y alrededor de todo el conjunto, la serie de grandes estelas que establecían los límites mágicos de la ciudad.
6.8. La tumba a pilas
Según el egiptólogo Nicholas Reeves, el plano del emplazamiento de la tumba real en relación a la ciudad reproduce, a gran escala, el plano de la principal estructura religiosa de el-Amarna, el Gran Templo de Atón, lo que evidencia que la ciudad en sí, sus edificios religiosos y la misma tumba fueron concebidos y diseñados como uno de los mayores centros religiosos y mágicos de Egipto: un gran templo solar. Y, como todos los templos, también este tenía su propio foco central de energía: la tumba real, situada al este de los acantilados, entre los cuales el Atón renacía cada mañana, como si lo hiciese entre las cumbres de la figura de Aker o Ruty de la que hemos hablado más arriba. Desde la tumba real de Amarna, la energía irradiaba hacia los templos y las estelas de la ciudad. La ciudad era un gran templo que vibraba con la energía del sol, que se elevaba sobre las colinas orientales, iluminaba la tumba real y la activaba. El Atón era, y es, una gran pila energética, fuente de vida y calor, recargada diariamente por el sol naciente, mantenida durante todo el día en marcha por el sol viajero entre los dos horizontes y continuada por el sol del Más Allá, que volvía a renacer cada día siguiente, cargando de nuevo de energía cósmica las pilas vitales del Universo y del templo que era Amarna. Una preciosa teoría de inmortalidad que estuvo en funcionamiento poco más que el faraón, unos dieciocho años.
Así pues, en la nueva teología amarniense, la tumba real no solo era el sepulcro del propio Akhenatón, Nefertiti y su familia, el lugar de su renacimiento, producido por Atón, cotidiano y eterno a la vez, como sol inmutable. Provocaba también la resurrección de su padre, Amenofis III y la de todos los faraones de Egipto hasta él, uniendo así el pasado, el presente y el futuro, seres divinos y eternos todos y fusionados hasta el fin de los tiempos con el sol.
6.9. Significado (posible) del culto al Atón
Por lo tanto, el culto al Atón no solo era un culto dinástico, sino también el culto a toda la monarquía egipcia y al reino mismo. La religión de Akhenatón fue un culto a los antepasados reales y al rey Akhenatón y Nefertiti divinizados. Punto final a la codicia de los sacerdotes de Amón, por la reafirmación del poder real, manejado por el dios carnero y sus sacerdotes de forma creciente desde la época en que Hatsheptsut, un siglo antes, les debió el trono e hizo de su padre físico, el faraón Tutmosis I, un real cornudo contento y de su madre, la reina Ahmose, una feliz casquivana, que la concibió en los brazos del dios Amón en carne mortal y no dudó en unirse ella misma al dios, como proclamaba en su regio nombre: Hatsheptsut Khenemetamón, es decir, La primera de las nobles damas, unida a Amón.
El caso es que, en algún momento entre el año octavo y el duodécimo de reinado de Akhenatón, las cosas se complicaron. Hubo revueltas populares, tal vez por la prohibición de los cultos a algunas divinidades muy populares, y el rey desencadenó una persecución cruel y vengativa contra Amón y su consorte, la diosa Mut. Tal vez se dieron órdenes tajantes de eliminar las imágenes y los nombres de dichos dioses en todo el país, lo que constituyó una provocación para los ambiciosos sacerdotes de Amón, porque los templos de los dioses proscritos fueron abandonados, causando un grave perjuicio económico a parte de los departamentos de la administración real, a los sacerdotes y otros funcionarios de los templos, agentes y funcionarios del faraón y, al tiempo, recaudadores de impuestos e incluso a los oficiales del ejército, que ya no medraban en las guerras. Mientras, el miedo se extendió entre las clases más humildes y se eliminaron de los monumentos públicos los jeroglíficos con los nombres de divinidades cuya vista ofendía al Atón, restringiéndose el uso y la venta de pequeños objetos personales, como los amuletos con las figuras de las divinidades más populares.
Según Aldred, el cultivo y explotación de las tierras de los templos de otras divinidades fueron otorgadas a los diversos santuarios de Atón que se edificaron a lo largo de todo Egipto, como Karnak, el Gempaaton, el Rud-menu y el Teni-menu en Tebas; en Heliópolis, Menfis, Asiut, varios en Nubia y hasta en Siria, unas rentas que eran administradas por los altos funcionarios del rey, que las empleaban, más que directamente para el culto a Atón, sobre todo para financiar la construcción de Akhetatón y para uso y disfrute del rey y su corte.
Pero las noticias sobre la ciudad del sol y sus habitantes cesan bruscamente en el año 17 del reinado de Akhenatón.
¿Qué pasó entonces? ¿Abandonaron la ciudad los nobles y plebeyos? Las escasas tumbas de los dos conjuntos funerarios de los nobles están vacías. ¿Dónde están sus momias? ¿Dónde están las tumbas de los obreros que murieron en las obras, las de los enfermos, los comerciantes y sus familias, los soldados, los marineros o los artistas extranjeros y egipcios? ¿Dónde están las tumbas de sus mujeres e hijos, de las bellas damas de la corte de Amarna? Porque en las necrópolis de Amarna todas las tumbas están vacías… ¿Qué sucedió en Amarna para que al faraón se lo llamase posteriormente pa-kheru-en-Akhetatón, que podría traducirse como «el derribado Akhenatón»? ¿Derribado por quién?
¿Caído en desgracia? ¿Contrario a la Maat, la justicia tradicional?
6.10. La incógnita de la tumba real
La aureola ideal que hasta hace algunos años rodeaba a la figura del extraño faraón de Amarna y su familia ha ido esfumándose poco a poco por la aparición de opiniones contrarias a Akhenatón y su actuación, no solo religiosa sino también política y familiar, unas opiniones peyorativas derivadas del examen desapasionado de la escasa y fraccionada documentación existente sobre aquella época.
Así, se hizo evidente que Akhenatón era polígamo a tope y, además, estaba casado (¡horror!) con sus jovencísimas hijas, una de las cuales (o tal vez más de una) murió de parto de su hermano-hijo, unos hechos que no están inventados por nadie ni son hipótesis de trabajo, sino que están claramente representados en las escenas esculpidas en las paredes de la tumba real de Akhetatón.
En la tercera y última cámara de la tumba real (gamma) fue enterrada Maketatón, la segunda hija, fallecida a los doce años, y en la escena de la pared se aprecia una estatua de dicha princesa, fallecida, de pie bajo un dosel o pabellón decorado con hojas. Frente a ella están las otras princesas, el rey, la reina y diversos asistentes y cortesanos. El diseño de este pabellón está asociado con el parto, y por ello se ha sugerido que Maketatón podría haber muerto al dar a luz al niño, representado en brazos de la nodriza. Esta y otras escenas de la tumba transmiten sobre todo una profunda y fuerte emoción, única en el arte egipcio. Su interpretación es difícil, porque no se sabe si es una sola princesa muerta la representada en la tumba real, si son varias las que han fallecido de parto, posiblemente hasta tres, o también, como proponen algunos estudiosos, que una de las jóvenes fallecidas representadas podría ser una reina de nombre desconocido.
Según Geoffrey Martin, «El contexto sugiere que Akhenatón fue el padre en cada caso de los bebés nacidos, probablemente cada vez más desesperado por tener un heredero varón. El retrato del rey (supuestamente divino) y la reina Nefertiti, mostrando en público su dolor y angustia, es bastante singular. La presencia de cortesanos como el visir sugiere que debían ser testigos del nacimiento y estaban reunidos para celebrarlo, pero los acontecimientos tomaron un giro diferente y participan, sin poder evitarlo, del “duelo real”».
Todos dan culto al Atón en un templo y se aprecia que el sol se pone por el oeste. Debajo de ellos hay cortesanos. En la pared frente a la entrada, a la izquierda de la puerta que da acceso a la cámara, junto con nueve registros que muestran a soldados y carros, hay una rareza artística para este tiempo, y es que algunas de las cabezas de los caballos se representan frontalmente. Al otro lado de la puerta de entrada a la siguiente cámara hubo originalmente siete registros que representaban soldados, algunos de ellos extranjeros, elevando sus manos en alabanza al Atón, como en un intento de expresar que el culto a este dios solar era universal, no solamente egipcio. Y en la esquina se ve una vez más al rey, la reina y las princesas adorando al Atón en un templo, aunque esta vez el sol se eleva sobre el horizonte oriental. Fuera del templo se ven diversos personajes y carros, mientras las aves y otros animales se regocijan con los rayos del sol en el extremo izquierdo de la pared, más allá del templo, lo que hace suponer que estas escenas son una representación del Himno a Atón, el único texto religioso conservado de esta época, redactado por el mismo faraón, que comienza así:
Radiante te elevas en el horizonte, oh Atón. Creador de la vida. Cuando te alzas sobre el horizonte oriental llenas la tierra de tu belleza, pues eres hermoso, grande, brillante y elevado sobre la tierra… y aunque estés en la cara de los hombres, tu esencia permanece oculta…
Efectivamente, un dios evidente y visible pero, al final, desconocido. Un perfecto misterio: uno y tres. Un lío incomprensible que los cristianos repetirán en la Trinidad y salvarán con la fe. No hay que entender, sino creer.
El evidente y visible Atón es un Oculto. Como Amón. Y así debía pensarlo el pueblo egipcio, que iba a lo suyo y seguía adorando a Osiris, una divinidad que ofrecía la inmortalidad y era un sufridor, como el pueblo, que moría y resucitaba y resultaba un dios muy humano, muy cercano, al que todos entendían.
El muerto al hoyo y el vivo al Atón, que era el dios del rey. Sin embargo, quien solucionaba los problemas era el simpático Bes, el dios enano patizambo que protegía a las parturientas y a los bebés. Por eso, en la tumba real de Amarna, un anillo de oro lleva una doble imagen de Bes. Demasiadas mujeres reales habían muerto ya de parto en esta y otras generaciones. Y para las pocas que quedaban vivas y su descendencia se necesitaba la mágica protección del horrendo y deforme dios, que espantaba a los demonios de las fiebres puerperales y neonatales que los dioses tradicionales azuzaban contra la familia del faraón maldito.
En la pared a la derecha de la entrada a la tumba real, dos escenas muestran el duelo del rey y la reina en lo que se pensó inicialmente que era por una princesa muerta, que yace en un féretro en la parte inferior izquierda. Aunque no se conserva el nombre de la difunta, la mayoría de los investigadores supone que era también Maketatón, por similitud con la escena en la última cámara (gamma) en la que se la nombra. En el registro superior, el rey y la reina lloran por su hija muerta y, detrás de ellos, asistentes angustiados se unen al dolor de los apenados padres. En los brazos de una nodriza hay un bebé, que parece ser hijo de la princesa, por la presencia de un porta-abanicos, lo que sugiere que el niño era de la familia real. Con el rey y la reina hay muchos funcionarios de alto rango, incluyendo el visir, al que se reconoce por sus vestiduras. El registro más bajo es casi un duplicado del registro superior. Geoffrey Martin ha sugerido que no había realmente ninguna buena razón para esta duplicidad, por lo que se trata de otra princesa muerta, diferente de Maketatón.
Por lo tanto, en la tumba real, los reyes lloran, no por una, sino por tres jóvenes princesas diferentes muertas de parto, en los que nacieron unos bebés cuyo nombre se ignora. Uno de ellos, al menos, se supone que pudo ser el joven Tutankhamón. De los otros dos, nada se sabe.
6.11. Un dos tres, me lo cuente otra vez
La suposición de que las tres cámaras representan el duelo por Maketatón se debe a las escenas similares en las cámaras alfa y gamma, pero recientemente ha sido cuestionada. Y para rizar más el rizo, se supone que el cuerpo representado en el registro superior de las paredes de la cámara alfa puede ser otra mujer real, tal vez incluso Kiya, esposa del rey y óptima candidata a ser considerada madre de Tutankhamón, entre otras cosas porque es a la única que se conoce para tal menester, ya que las demás damas de Amarna parecen seguir estando vivas al menos durante algún tiempo, pero Kiya desapareció muy pronto.
Aunque también se piensa que la joven muerta podría ser otra hija de Akhenatón. Pero la razón de que Kiya sea la ganadora en las apuestas en esta discusión es que, considerando algunos detalles de la escena, como el porta-abanicos, se supone que el niño pudo haber sido un heredero al trono. Como ya hemos dicho, un excelente investigador del tema de Amarna como Geoffrey Martin ha señalado que el registro inferior tal vez representa a otra hija de Akhenatón, y no Maketatón, porque parece que el rey «amó», por decir algo, además de a sus esposas, a casi todas sus hijas, a sus hermanas y hasta a su madre, todo en su afán por concebir un ansiado heredero varón. Si al final lo tuvo, que lo debió tener, no se conoce ningún sitio donde esté escrito. Con lo que seguimos con otro de los misterios de Amarna. Y ya van no sé cuántos.
Muchos objetos procedentes de esta tumba real se pueden encontrar actualmente en diversos museos del mundo. Probablemente, los objetos más importantes son los fragmentos de dos sarcófagos de granito y sus tapas, pertenecientes a Akhenatón (restaurado y en el Museo de Antigüedades de Egipto) y Maketatón, la segunda hija; los fragmentos de urna canopo de alabastro de Akhenatón (restaurada, en el Museo de Antigüedades de Egipto), y más de doscientos ushebti pertenecientes a Akhenatón, conservados en el mismo museo.
A pesar de la evidencia de objetos procedentes del entierro de Akhenatón en esta tumba, el recinto fue profanado y expoliado tan a fondo que se desconoce el destino del cuerpo del rey. Hubo informes iniciales de los fragmentos del cuerpo que se encontraron modernamente en la tumba, pero ahora son imposibles de verificar. Sin embargo, debe tenerse en cuenta una interesante faceta final de esta tumba. La mayoría del equipo hallado es de un estilo completamente tradicional, incluyendo un vaso canopo, unos artículos bastante incompatibles con lo que se sabe acerca de la adoración al Atón y, curiosamente, hay muchas similitudes entre el ajuar funerario de esta tumba y el hallado en la de Tutankhamón.
6.12. ¿Enfermo mental o el Picasso egipcio?
Lo que sí parece evidente es que las imágenes que se conservan del singular faraón Akhenatón han dado pie a estas y otras muchas y diversas interpretaciones, porque cada investigador tiene una diferente. Mucho se ha dicho y escrito sobre el peculiar rostro y cuerpo, no solo de él, sino de todos los miembros de la familia real de Amarna. Desde que podrían sufrir de un tumor suprarrenal, la enfermedad de Wilson, infección de equistosomiasis, el Síndrome de Marfan o hermafroditismo, aunque para mí todo el cambio estético de esta época no fue más que una moda. Un intento de renovar el arte egipcio, de buscar la libertad de expresión. El arte de un Picasso antiguo (egipcio o no, pues no lo sabemos) que puso los ojos de las personas que pintaba dónde y cómo quiso, igual que el pintor malagueño. A su aire: alargó cuerpos, apepinó cabezas, inventó vientres, brazos, manos, como quiso, o quisieron, que tampoco sabemos si fue un solo artista o muchos diferentes los responsables de esta estética imposible y original.
El problema es que no nos ha llegado la voz de los artistas de Amarna y los protagonistas de la época y se desconoce por qué hacían las cosas como las hacían. Y uno puede imaginarse lo que se quiera, pero nunca se sabrá la verdad si no se llega a conocer por qué lo hicieron, pero con sus propias palabras. No con la desbocada imaginación de cualquiera. Amarna sigue siendo una película de cine mudo. Lamentablemente, falta la banda sonora original.
6.13. La Muy Amada, Ta-Shepset
El personaje llamado Kiya, de la que se conocen imágenes y es citada en diversas inscripciones, parece ser una mujer, una reina, esposa de Akhenatón, que adoraba al Atón en su templo del Maru-Atón, en Akhetatón.
El palacio Maru-Atón estaba situado al sur de Amarna. En el año 1907 se encontraron los restos procedentes de dicho palacio y posteriormente, en el año 1921, Leonard Woolley excavó la zona y exploró el emplazamiento de un complejo ubicado en el sector sur de Akhetatón, entre las aldeas de el-Hawata y el-Amariya. Woolley descubrió unos restos esparcidos que identificó como las ruinas de un «templo maru» u «observatorio», donde la familia real podía recibir los efectos benefactores de los rayos del sol. Dicho complejo tenía jardines, paseos y lagos artificiales. Aunque no se sabe con seguridad el propósito final de este templo, parece ser que se construyó con fines culturales. Actualmente no queda absolutamente nada, excepto lo hallado por Woolley.
Constituido por dos grandes patios amurallados, en el interior de Maru-Atón se podían ver las distintas dependencias que lo formaban: el estanque, el lago, los depósitos, jardines, etc. Se ha pensado que era una finca de recreo en la que vivía la reina Kiya. Posteriormente, tras su muerte o repudio, y cuando Meritatón, hija mayor de Akhenatón, fue nombrada reina, ella heredó el palacio. Cuando comenzaron a excavar la zona, los arqueólogos se quedaron en un primer momento bastante extrañados, porque encontraron un nombre femenino borrado y reescrito. Supusieron que era el nombre de Nefertiti, que había sido eliminado y sobre el que se había escrito el de su hija mayor, pero nuevas y más precisas investigaciones demostraron que el nombre borrado era el de Kiya. Una manía amarniense para fastidiar a los investigadores futuros. Está claro. Porque nadie se explica por qué se hizo. Ni para qué.
Este gran espacio templario y de placer estaba solo a unos tres kilómetros al sur del núcleo central de Amarna, a la altura de la actual aldea de el-Hawata. A partir de aquella zona existía otro gran espacio urbano sin construir que alcanzaba hasta las estelas fronterizas de la zona sur y que, seguramente, se había reservado para otros edificios que se suponía serían necesarios en el futuro. Entre estos edificios aislados destaca el llamado «Maru-Atón». Estructurado en dos grandes patios, protegidos por grandes muros, contenía unos estanques que, a juzgar por su escasa profundidad, tenían posiblemente una finalidad ritual o para contener plantas exóticas o peces de colores y lotos. A su alrededor había otros pabellones y un grupo de santuarios, en medio de unos hermosos jardines; dentro de los santuarios se alzaba un grupo de mesas de ofrendas situadas, a su vez, en una isla artificial, rodeada por un foso poco profundo. La parte más distintiva, de haber sobrevivido, estaba en la esquina noreste de la caja más grande. Una isla artificial enorme rodeada por una zanja, apoyó una plataforma de piedra. Detrás de ella, y ocupando la esquina de la construcción, había una pérgola de columnas que daban sombra a una serie de estanques en forma de T, adornados con escenas de la naturaleza. Lamentablemente, este interesante enclave fue destruido por completo en la década de 1960-70, cuando se llevó a cabo un programa de irrigación en los lugares cercanos, al norte y este de el-Hawata.
Akhenatón y Nefertiti, con sus hijas en brazos, y recibiendo la bendición del Atón.
6.14. Kiya la maldita o la maldita Kiya
También se borró el nombre de Kiya en otros lugares. Y no se conoce mucho más de esta esposa secundaria de Akhenatón, salvo la colección de hermosos vasos canopos de alabastro, encontrados en la KV55, cuyas tapas conservan las que se supone son las mejores imágenes de esta esposa del faraón, a la que Akhenatón llamaba en ocasiones «la bien amada».
También se sabe que la figura de Kiya y su recuerdo fueron perseguidos y sus imágenes e inscripciones se encuentran borradas e incluso mutiladas (con los ojos destrozados). Además, por encima de estas se ven figuras y textos con los nombres de la hija mayor de Akhenatón, Meritatón, y de su tercera hija, Ankhesenpaatón, mujer de Tutankhamón. Está claro que algo no debió ir bien en la vida de Kiya. Y desde luego, parece que alguien muy poderoso no le tenía mucho afecto. Que su enemigo fuese mujer u hombre, no se sabe, pero está claro que le hicieron perrerías, primero a ella en vida, y luego a sus imágenes. Pronto se repartieron su herencia otras mujeres de la familia, tal como indican las pocas pruebas que se conservan de su memoria.
6.15. Procedencia de Kiya y Nefertiti
Las figuras de Kiya y Nefertiti se entremezclan en los documentos de la época de Amarna y, en ambos casos, ignoramos su origen. Las teorías que se manejan son variadas. Se supone que una de ellas pudo haber sido la princesa mitannia Taduhepa, llegada a la corte egipcia a fines del reinado de Amenofis III o principios del reinado de Akhenatón para estrechar aún más la alianza entre ambos países. Pero la princesa desapareció pronto de la escena pública y, como era costumbre, debió cambiar su nombre original por uno egipcio. Por eso, sus huellas se pierden nada más llegar al harén real. El nombre egipcio de Nefertiti, nfr.u itn, nfrt.y.ty, se traduce como «Bondad de Atón, la bella ha llegado», y se relaciona con el mito de la diosa lejana Tefnut, que retorna después de haberse marchado, bastante enfadada, por cierto. Aunque nada se sabe sobre su significado y por qué llevaba este nombre la esposa principal de Akhenatón.
6.16 Vuelve la que se fue
Pero a Tefnut se le pasó el enfado y volvió con su padre. Un relato egipcio cuenta que, en los tiempos primigenios, Tefnut se enfadó con su padre, el dios Ra. La hija del sol, rabiosa, abandonó Egipto y se retiró al sur, a Nubia superior, viviendo allí como un gato montés. Pero su padre la echaba de menos, y encargó al dios Thot que trajese a casa a Tefnut desde su lejana morada en el sur, calmándola con su habilidad, ya que la diosa tenía poder sobre la vida y la muerte y podía incluso matarlo a él en su forma de leona salvaje. Thot consiguió dominarla y Tefnut volvió a la casa paterna domada y en forma de una bella gatita mimosa y dócil.
El nombre de Nefertiti significa «la bella ha llegado», y se refiere a esa diosa leona Tefnut, «Señora de la llama», diosa de la humedad que representa al rocío que vivifica y los procesos corporales que producen humedad. Es decir: una divinidad más que añadir al «monoteísta» culto al Atón. Y ya llevamos no sé cuantos, con lo que de un solo dios, nada de nada. Incluso el nombre de la reina es recuerdo de una poderosa diosa a la que ni el radiante Atón se oponía, sino que la mandaba traer a su presencia en su forma de Ra.
6.17 Las princesas mitannias en Egipto
También se ha propuesto que cualquiera de las dos reinas de Akhenatón, Kiya y sobre todo Nefertiti, podría haber sido hija de Ay, hermano de la reina madre Tiyi, que llevaba el título de «Padre del dios», un extraño apelativo que antes había llevado Yuya, padre de la reina Tiyi, y que, tal vez, significaba «suegro del faraón». Pero tampoco se puede descartar que una de ellas fuese la princesa Taduhepa, lo que se supuso de la joven Nefertiti, aunque la aparición de Kiya desvió esta hipótesis y actualmente se suele pensar más en Nefertiti como hija de Ay que en la posibilidad de que fuese una princesa mitannia «bella que vino de lejos», convertida en esposa del rey con un nombre cariñoso egipcio que aludía a la poderosa diosa Tefnut, la forma femenina de su esposo en su forma de Shu.
Pero el caso es el de siempre en esta historia: ni un solo dato corrobora tales teorías, y las figuras de Nefertiti, Giluhepa, Kiya y Taduhepa se siguen confundiendo, intercambiando y mezclando en la imaginación de sesudos egiptólogos y eruditos aficionados, sin que haya forma humana de saber quiénes fueron estas mujeres, de dónde eran o cuándo nacieron o murieron. Ni siquiera sabemos si sus muertes fueron naturales, las mataron, murieron de enfermedades o de accidente y dónde están sus momias. Algo que sucede a menudo no solo con estas mujeres principales, sino con los cientos de esposas secundarias y concubinas que llenaban el harén real de los faraones egipcios en todas las épocas. En la correspondencia diplomática de Amarna se lee que al faraón se le pregunta «por sus esposas e hijos», lo que evidencia sin ninguna duda la existencia de otras consortes, además de la Gran Esposa Real y la de numerosas concubinas, entre ellas princesas procedentes de Mitanni y Babilonia que, a la muerte de un faraón, pasarían al harén del sucesor, como fue el caso del harén de Amenofis III, que pasó a su hijo. Otro tanto ocurrió con las mujeres egipcias de la corte, como Ipy, «Ornamento Real», de la cual solo se conoce su nombre. No hay que olvidar que la madre de la reina Tiyi, Tuya, había sido «Ornamento Real», un título de dudosas atribuciones (esposa «menor» y temporal del faraón, luego casada con cualquier noble, tras ejercer el faraón el inicial «derecho de pernada». ¡Un honor para cualquier mujer!), así como «Cantora del templo de Amón».
¿Dónde estaba en época de Akhenatón la princesa Giluhepa, hija del rey Shuttarna II de Mitanni y hermana de Tushratta, una bella joven que llegó a Egipto acompañada de 317 sirvientas; o Nebet-Nuhe, Tia-Ha y Taduhepa, esta última hija de Tushratta de Mitanni, todas esposas secundarias de Amenofis III, entre otras muchas esposas que se sabe tenía dicho faraón?
Tushratta envió algunas cartas a Amenofis III quejándose de que no sabía nada de su hermana Giluhepa, y, cosa curiosa, también pedía una estatua suya de oro puro como pago de su «venta». Así pues, el envío de mujeres era una transacción comercial, y el faraón, como cualquier moroso de nuestros días, se hacía el remolón para no pagar.
Las condiciones de vida de las esposas reales (no se sabe nada de sus acompañantes, servidoras, lavanderas, planchadoras, peluqueras, cocineras mitannias, etc.) en los harenes reales egipcios no debía ser nada mala, sino todo lo contrario, ya que no tenían que trabajar mucho, tenían el sustento y el techo asegurados y debían dedicarse únicamente a cotilleos, intrigas y entretenimientos varios, como danzar, tocar instrumentos y acicalarse diariamente en las largas y tediosas jornadas de aburrimiento, por si el faraón las llamaba a su lecho.
Aunque no se descarta la posibilidad de que Giluhepa muriese al poco tiempo de llegar a Egipto, por alguna enfermedad o por alguna intriga palaciega, también es posible que tomase un nombre egipcio, perdiéndose para siempre su recuerdo en la historia, ya que no se la vuelve a nombrar al menos por su nombre mitannio. Y, por supuesto, de su momia, ni rastro. Algunos investigadores consideran que el primogénito de Amenofis III, el príncipe Tutmosis (que debía haber reinado con el nombre de Tutmosis V), era hijo del faraón y la princesa mitannia, porque nunca aparece como hijo de la reina Tiyi y su nombre (Tutmosis) nunca lo llevaban los hijos nacidos de una Gran Esposa Real. El caso es que este joven llegó a la adolescencia, pero murió por enfermedad o asesinado y no llegó a reinar. Algunos estudiosos piensan que es el muchacho cuya momia acompaña a las de las dos señoras que se encontraron en la tumba KV 55.
En cuanto a la reina Giluhepa, es posible que muriese en Egipto antes de la llegada al harén real de su sobrina, la princesa Taduhepa. No existe ninguna mención posterior a ella y con casi total seguridad murió en su país de adopción, sin volver a su Mitanni natal ni tener noticias, más que tal vez solo por citas o notas, directas o indirectas, de los embajadores de su país en la corte del faraón, su celoso esposo, comprador y carcelero.
¿Dónde estarán las momias de todas estas mujeres reales? ¿Y las de todos sus servidores? Otro misterio que añadir a los ya citados hasta este momento.
6.18. Haciendo mutis por el foro
La pista de Nefertiti y Kiya se pierde también tras el año 14 de reinado de Akhenatón. Y a partir de esta fecha, en apenas tres años, la numerosa familia real egipcia quedó reducida a tan solo tres personas: Akhenatón, su nueva y joven esposa, la tercera de sus hijas, Ankhesenpaatón, que fue su Gran Esposa Real y luego de Tutankhamón, el tercero de la cuenta. Y si sumamos a Ay, sucesor de Tutankhamón, cuatro. Y, tal vez, a Mutnodjemet, reina, hija de Ay. Todos los demás fueron desapareciendo sin un motivo aparente. Pero de todos los personajes que interpretaron su papel en el drama de Amarna, el que más interés despertó siempre fue Nefertiti. ¿Murió la reina en el año 14 del gobierno de su esposo, dejando a un Akhenatón desolado, que ya no volvió a ser el mismo? ¿O acaso se descubrió una conspiración de la Gran Esposa Real, cuyas creencias comenzaban a diferenciarse de las de su marido y fue «eliminada»? Esta hipótesis cobró fuerza en su momento, al descubrirse que la primogénita de Akhenatón, Meritatón, se convirtió en Gran Esposa Real y suplantó, en todas las inscripciones, a la anterior reina, su madre.
Se supone que Nefertiti se habría divorciado ya entonces del rey, o habría sido recluida en el Palacio Norte de la ciudad, donde acabaría sus días de alguna enfermedad, olvidada de todos y por todos. Hoy en día, aunque el asunto sigue siendo espinoso (quizá el más complicado de todos los que rodean la confusa y enigmática época del faraón Akhenatón), hay una corriente de opinión que supone que Nefertiti no cayó en desgracia, sino todo lo contrario: fue ascendida al rango de corregente de su marido y tomó el nombre de Smenkhara. Debido a esto, Meritatón se convirtió en la Gran Esposa Real de su mamá (es raro, sí, pero con los líos que hemos contado hasta este momento, ya nada extraña demasiado). Y desde luego, el resultado es una madeja de acontecimientos y opiniones entremezcladas que, debido a la aparición y desaparición de diversos personajes, cada vez está más liada. Y las preguntas se acumulan, lamentablemente, sin que haya ninguna respuesta coherente, sensata o al menos que se pueda considerar cierta. Porque no hay datos. Solo especulaciones, casi siempre sin ningún fundamento real o verdadero en que apoyarse. Es hablar por hablar. Opinar por opinar. El caso es no callarse, y, puesto que hemos llegado hasta aquí, opinemos.
6.19. ¿Por qué Kiya no fue Gran Esposa Real?
Que Kiya hubiese sido Gran Esposa de Akhenatón es algo que tal vez hubiera sido lógico, en una época en la que los términos «lógico» e «ilógico» se confunden fácilmente.
Si Nefertiti se convirtió en corregente de su esposo, ¿por qué no «ascendieron» a Kiya al cargo vacante de Gran Esposa Real? ¿Por qué sus nombres fueron borrados en el Mar Atón? ¿Por qué se tachó su figura, y se cegaron mágicamente sus ojos, dejándolos sin luz? ¿Por qué cayó esta bella joven en desgracia? ¿Por qué desapareció, como si se la hubiese tragado la tierra? ¿Pudo haber sido víctima de un complot de Nefertiti, celosa del amable papel de Kiya al lado del faraón y las preferencias de este por ella? ¿Fue Nefertiti una reina-faraón? Volveremos más tarde a esta y otras preguntas, e intentaremos contestarlas, cuando la época de Amarna esté a punto de finalizar.
El caso es que ambas, Nefertiti y la favorita Kiya, desaparecieron casi a la vez. Y sigue siendo un misterio dónde se pensaba enterrar a Kiya cuando muriese. Y también es un misterio dónde están la tumba y la momia de Nefertiti.
Así pues, la favorita desapareció de la historia sin dejar rastro, tan súbitamente como apareció. Si murió antes que Akhenatón, quizá su cuerpo reposó durante algún tiempo en la tumba real de Akhetatón, junto a los cuerpos de Maketatón y de la reina madre Tiyi, y más tarde fue trasladado a Tebas con sus convecinos de tumba reales, puestos todos a salvo de los saqueadores y los enemigos de Akhenatón por el joven Tutankhamón, en una tumba en el Valle de los Reyes, la KV 55, una de las tumbas más misteriosas del Valle de los Reyes. Sin olvidar la KV 35, de la que ya hemos hablado, con sus tres momias reales desenvueltas y sin nombre.
6.20. Las respuestas científicas
Lo poco seguro que se puede saber de estos personajes tan enigmáticos solo podrá averiguarse con el estudio y comparación del ADN de las momias reales de Amarna conocidas. De la única de la que no se duda acerca de su identidad es de la de Tutankhamón.
Respecto a este rey y sus restos, una serie de investigaciones recientes, realizadas por unos científicos y egiptólogos egipcios, ha arrojado tal vez nueva luz sobre la misteriosa reina Kiya. En 2009, un examen mediante diagnóstico por imágenes reveló que una momia encontrada en la tumba KV 35, conocida como la «Joven Dama», tenía, para muchos investigadores, un increíble parecido físico con la momia de Tutankhamón, por lo que se supuso que podían ser parientes. Y se pusieron manos a la obra a tratar de averiguar si era, en realidad, la madre del rey niño. En septiembre de 2010, la revista National Geographic dio a conocer los resultados de una investigación llevada a cabo por un equipo interdisciplinario dirigido por Zahi Hawass, el más reputado egiptólogo conocido de la actualidad. En ella se había comprobado que, mediante exámenes de ADN, las momias de la KV 55 eran, efectivamente, la abuela y la madre de Tutankhamón. El siguiente paso es que, si se acepta que Kiya fue la madre de este faraón, debemos concluir que la momia conocida como la «Joven Dama» es Kiya.
El problema es que, obviamente, no todo el mundo está de acuerdo con dicha identificación. Es decir, se acepta que la «Joven Dama» es la madre de Tutankhamón, pero que la «Joven Dama» sea Kiya, pues a lo mejor no. Aunque los vasos canopos y el ataúd de Kiya fueron descubiertos en la KV 55, casi todas las imágenes de los monumentos que la representaron fueron usurpadas por las hijas de Akhenatón, por lo que es casi seguro que cayó en desgracia algún tiempo después del año 11 de dicho rey.
Aquellos que dudan que esta momia sea la favorita Kiya y que, por tanto, Kiya fuese la madre de Tutankhamón, han propuesto identidades alternativas para la «Joven Dama». O bien era la princesa Beketatón, sexta hija de Amenofis III y Tiyi, o bien la princesa Nebetah, hermana de la anterior y algo mayor que ella. O bien ambas princesas, Beketatón y Nebetah, eran solo una.
El título que llevaba Beketatón era el de «hija del rey de su cuerpo». Es probable que esta princesa muriese joven, ya que no se la menciona en los registros históricos después de la muerte de la reina Tiyi. Algunos estudiosos han supuesto que Nebetah, la hija menor de Amenofis III, era la misma que Beketatón. Sin embargo, no hay prueba alguna que demuestre que son la misma persona.
Puede ser también que Beketatón fuese hija de Akhenatón y Kiya, la niña que se representa en algún relieve junto a Kiya, cuyo nombre termina en -atón, pero del que desconocemos el nombre completo. Después de la muerte de Kiya, sus representaciones fueron retalladas para representar a Meritatón y Ankhesenpaatón, con sus hijas Meritatón Tasherit y Ankhesentpaatón Tasherit, aunque estas dos niñas podrían ser ficticias y haber sido inventadas para llenar el lugar de los hijos de Kiya en estas representaciones. Más incógnitas acerca de los personajes femeninos de Amarna.
Esta teoría se basa en parte en el hecho de que Beketatón nunca fue llamada «hermana de rey» en las escenas de Amarna, sino solamente «hija de rey», y nunca aparece al lado de las hijas de Nefertiti, lo que, para algunos investigadores, parece indicar que puede ser hija de Akhenatón con otra mujer, quizá Kiya, pero, en ningún caso Nefertiti.
Tras la muerte de su madre, Beketatón pudo haber sido criada por su abuela Tiyi. Una expedición de vino menciona una cosecha fechada como Año 1 de Beketatón, por lo que se ha propuesto que, al ser su hija, Beketatón heredó las fincas que tenía Kiya a la muerte de esta.
6.21. La mamá de Tutankhamón: la Joven Dama de la KV 35
Según Joan Fletcher (que dice haber identificado la momia de Nefertiti), la peluca de estilo nubio encontrada cerca de la momia de la «Joven Dama», un tipo de tocado que siempre se asoció con las representaciones de Kiya, puede avalar la identificación de las dos esposas de Akhenatón.
Los resultados de las pruebas de ADN, publicados en febrero de 2010, han demostrado de manera concluyente que la «Joven Dama» era la madre de Tutankhamón y, por extensión, la posible esposa de Akhenatón, que era además su hermana. Así que todo queda en familia. Porque todos los protagonistas de esta liada historia eran hijos de Amenofis III y Tiyi. Aunque ni Kiya ni Nefertiti recibieron jamás el tratamiento de «hija de rey».
Por tanto, entre las hermanas de Akhenatón candidatas a ser madres de Tutankhamón, solo nos quedan Nebetah, «Señora del Palacio», la hermana más joven de Akhenatón, o bien la princesa Beketatón, la joven hija de Amenofis III, que no se sabe si se casó con su padre, por lo que Tutankhamón podía ser hermano y sobrino de Akhenatón, en lugar de solo su hijo, o bien ser su hijo y sobrino si lo tuvo con su hermana. ¡Cualquiera sabe!
En cualquier caso, ambas mujeres, Nebetah y Beketatón, son las candidatas conocidas más probables para dar nombre a la momia de la «Joven Dama». Por muchas especulaciones que se hagan, el misterio sigue y se esperan nuevos resultados de ADN en un futuro que puedan desvelar el misterio. Aunque hay un ligero problema, por lo que no se esperan muchas conclusiones positivas, y es que no hay más momias identificadas de la época de Amarna, con seguridad, que la de Akhenatón. Por lo tanto, tendría que aparecer una nueva tumba inviolada y una momia de la familia identificada para que se le pudiera hacer un análisis de ADN y comparar los resultados con los de la momia de Tutankhamón. Esa es la esperanza que anima a los actuales egiptólogos. Por eso, cada vez que aparece un nuevo testimonio, sienten que se les para la respiración y la boca se les seca de ansiedad, preguntándose, mientras miran los nuevos restos que acaban de asomar a la luz del sol bajo sus pies, si se tratará de la tumba de Nefertiti, o si se encontrará por fin la momia, perfectamente identificada, de la bella reina de Egipto.
Por el momento, el final de la historia de la reina Nefertiti y sus hijas, o de las concubinas de Akhenatón sigue siendo un misterio. Entre los recientes descubrimientos en la necrópolis real del Valle de los Reyes, una nueva tumba, bautizada como KV 63, y que alberga varias momias que podrían pertenecer al periodo de Amarna, podría aportar la solución a este oscuro enigma histórico que se resiste a ser desentrañado.
6.22. El bebé real sin nombre
Otro de los misterios sin resolver de la familia de Akhenatón se debe al despiste de un egiptólogo. Lamentablemente, Bouriant, que investigó la tumba real de Amarna, no tomó nota de los jeroglíficos de algunas de las escenas que reprodujo y que, con el tiempo, se perdieron irremisiblemente. Los que sí anotó son claros: una de las princesas fallecidas representada en las escenas de duelo de la tumba era la princesa Maketatón, la segunda de las hijas de Nefertiti y Akhenatón, casada con su padre. Lo demás es un lío de imágenes sin texto que las explique o aclare, como si se tratase de una película de cine mudo.
La opinión generalizada es que la segunda escena de la tumba real no representa la muerte de Kiya, sino que es una mera repetición de la muerte de la princesa Maketatón representada en el registro superior. Poco se puede decir acerca de la criatura amamantada por la nodriza, ya que su nombre (que sí constaba en la escena) ha desaparecido, y o bien podría ser hijo o hija de una de las hijas menores de Nefertiti, la propia Maketatón (y que esta hubiese muerto de parto), o bien podría ser otra hija de Kiya y Akhenatón, una posibilidad de la cual no hay un solo dato seguro que la corrobore. No obstante, si así fuera, quizá se llamaría Kiya ta-sherit o «Kiya la menor».
Posiblemente, Maketatón no fue la madre de Tutankhamón, pero si de algo no hay duda es de que Akhenatón sí fue su padre (al menos así se piensa últimamente, a ver cuánto tiempo dura esta opinión…) y el de la criatura representada en la tumba real. Hay quien opina que, si hubiese habido un hijo varón del faraón, este se hubiese sentido muy orgulloso de ese heredero y hubiese ordenado representar al bebé a menudo, bien junto al faraón, o bien formando parte de su familia. O tal vez el bebé no vivió mucho tiempo, y por eso ni se le representó ni le dio tiempo a su padre a tener esperanza de que algún día fuese su heredero. O se le quiso proteger del mal de ojo. ¿Por qué no?
Y si Kiya fue la madre de Tutankhamón, y ella fue una de las hermanas de Akhenatón, ¿por qué no se representó más al niño, heredero del faraón, si es que vivió? ¿Quizá porque no fue hijo de la Gran Esposa Real?
6.23. ¿Tut, hijo de quién?
Para algunos estudiosos, esto muestra evidencia de que el bebé representado en la parte superior de la cámara A o alfa (no se sabe si es niño o niña), es hijo de la difunta Maketatón, posiblemente muerta a consecuencia del parto o posteriores complicaciones, y el padre no podría ser otro que el mismo Akhenatón, padre y abuelo a la vez del bebé real. Según Dodson: «… los signos del texto que acompañan al bebé de la escena de la muerte de Maketatón se han interpretado como el final de un nombre masculino». Si era un niño, sería el primer hijo varón de Akhenatón, fruto de la relación con una de sus hijas. Si aceptásemos la hipótesis de que era hijo de Nefertiti, entonces esta habría tenido, por lo menos, un hijo varón. ¿Sería Tutankhamón el bebé representado?
En realidad, no se sabe quién es la princesa representada en la escena de la cámara gamma, tan solo que es una princesa cuyo su nombre termina con la «t» propia de muchos nombres femeninos, como es el caso de MakeT-Atón y MeriT-Atón. Ahora bien, si sabemos que: 1) la muerte de Maketatón es la representada en la cámara Alfa, y 2) Meritatón reina junto a Smenkhara a la muerte de Akhenatón, la conclusión obvia es que ha de tratarse de Maketatón.
Pero también es posible que la niña no fuese tan joven como se supone. O tal vez sí. Y hay quienes dicen que la misma Nefertiti tuvo su primera hija sobre los doce años (raro, raro, porque Nefertiti era cinco años mayor que su esposo, quien, por lo tanto, tendría siete añitos, pelín precoz el muchacho para empezar a concebir bebés…).
El cuerpo de una niña tan joven no estaba preparado para tal eventualidad y murió de parto. O de sobreparto y con ella el bebé. No se sabe tampoco. Y hay que tener en cuenta el índice de mortalidad de la época, no solo el factor edad que se supone en la madre. Y, desde luego, es extraño que el bebé fuese el heredero del faraón, porque, de haberlo sido, Akhenatón lo habría proclamado a los cuatro vientos y lo habría hecho representar hasta en la estelas de la Ciudad del Sol.
Un detalle que indica que la escena ocurre dentro de palacio es la ausencia de los rayos de Atón que aparecen en la escena exterior registrada en el muro B. Ya fuera de la estancia, un séquito de funcionarios y plañideras lamenta la triste pérdida. Al final del registro superior, se aprecia la figura de un visir con su largo manto, lo que subraya la importancia de la fallecida. En el centro del registro aparece una de las imágenes más importantes: una nodriza lleva en brazos al recién nacido mientras sale de la cámara donde yace Maketatón. La importancia de esta criatura está remarcada por las dos portadoras de abanicos y, de la misma forma, el origen de este grupo (la cámara donde se encuentra la difunta) no deja lugar a dudas, ya que desfilan en sentido contrario al del resto de los personajes figurados. Como detalle importante, hay que indicar que una sirvienta mueve el abanico haciendo una reverencia ante el desconocido recién nacido, subrayando así su importancia. ¿Quién era este bebé?
Justo delante de la nodriza y el recién nacido, un registro de dos columnas lo identificaba, pero Bouriant no lo registró, y en la actualidad el texto ha desparecido por completo, aunque existe una nota en su obra en la que intenta una reconstrucción del mismo; en cualquier caso, la identidad de la criatura se ha perdido para siempre. Geoffrey Martin reconstruye el texto como: «(Nombre), nacida de la bija del rey, de su cuerpo, su amada, Maketatón, nacida de la Gran Esposa Real, su amada Neferneferuatón Nefertiti, que viva por siempre en la eternidad».
Así como existen registros de Meritatón Ta-sherit y de Ankhesepaatón Ta-sherit, no se conoce ninguno de ninguna Maketatón Ta-sherit, por lo que Martin se inclina por afirmar que esta criatura no es una princesa, sino que se trata de un varón: Tutankhamón. Pero, de ser esto cierto, Tutankhamón habría comenzado a reinar a los cuatro o cinco años, o bien Maketatón habría dado a luz a los nueve años, algo muy problemático en ambos casos. Seguimos con las dudas.
6.24. Las hijas de la reina
Pero este lío se puede acrecentar, si cabe. Porque Nefertiti fue la madre de, al menos, seis hijas conocidas, que aparecen, unas veces juntas y otras por separado, en compañía de sus padres en los monumentos de la familia real de Amarna, con textos explicativos que señalan a la madre, pero nunca mencionan al padre. ¿Por qué no se conocía o porque era obvio? He ahí el dilema.
Estos textos resultan muy curiosos y únicos y han dado lugar a la opinión de la mayor importancia de Nefertiti sobre su esposo o a que obedecen a la cultura «matriarcal» propia de los reinos sirios, donde la reina propietaria era la que garantizaba la herencia en lugar del rey, legitimado solo por su esposa. Y también a la teoría de que Akhenatón sería estéril, una teoría que ya no se sostiene, debido a la identificación de Meritatón, Ankhesenpaatón y Neferneferuatón Ta-sherit, mostrando las tres el título de «La hija del rey de su cuerpo, su amada (Nombre), nacida de la Gran Esposa Real (Neferneferuatón Nefertiti), que viva por siempre y eternamente».
La cara de la princesa Maketatón ya fue dañada en la antigüedad, pero aún se aprecian claramente el cono perfumado y el peinado nubio de adulta que luce. Este detalle contrasta con el peinado de Meritatón, que en esta imagen aún luce la coleta de niña, siendo de mayor edad que Maketatón. Esto puede explicarse si Maketatón se quedó encinta antes que su hermana mayor, por lo que se afirma que la fecha de esta escena es anterior al año 15 del reinado de Akhenatón.
6.25. Tut, ¿hijo de Kiya o de Nefertiti?
Esta vez el texto sobre la cabeza de la imagen es claro, e identifica a Maketatón con estas palabras: «La hija del rey, de su cuerpo, su amada Maketatón, nacida de la Gran Esposa Real Neferneferuatón Nefertiti, que viva para siempre y eternamente». Sin el nombre de papá, que se supone era Akhenatón.
Sobre la primera imagen de la cámara alfa, con dos escenas, en la superior, la familia real, junto a cinco de sus hijas, está haciendo ofrendas a Atón. La otra escena muestra al rey y la reina en una cámara, llorando la muerte de una mujer, reina o princesa, que yace sobre un lecho funerario. En la escena superior, los rayos del Atón entran en la habitación del palacio (representada como en la cámara gamma, muros B y C), pero en la escena que se ve en la inferior es de noche, porque no están representados los rayos del Atón. Fuera de la habitación, las plañideras y cortesanos gimen, lloran y se arrojan ceniza sobre las cabezas. De nuevo, como en la cámara gamma, se ve a un visir identificado por su ancho manto, al final del registro superior. Esta escena, igual que la de la cámara gamma, ha sido interpretada como el duelo por la muerte de parto de una mujer de la familia real.
Pero, lamentablemente, el texto que estaba sobre el cuerpo de la mujer fallecida en la imagen inferior desapareció ya en la antigüedad, por lo que algunos egiptólogos suponen que ambas cámaras representan la muerte de personajes diferentes: una de ellas podría ser Kiya, la madre de Tutankhamón, ya que hay una inscripción que dice «el hijo carnal del rey, amado de él, Tutankhatón», de manera que la fallecida puede ser su madre: Kiya.
O no. Y parece que no. Que ninguna de estas dos reinas, ni Nefertiti ni Kiya, fue la madre de Tutankhamón, con lo que el lío sigue. Se ha supuesto que Kiya podía ser la madre del faraón Tutankhamón, y que tuvo, además, otra hija con Akhenatón. Pero la verdad es que hoy nadie apuesta ya por que Kiya sea la madre de Tut. Salvo que, en un golpe de suerte, resulte que Kiya es Sitamón, hermana de Akhenatón, con lo cual de dos personajes de los que no se sabe una palabra haríamos uno solo, aunque también casi desconocido. De este modo, seguiríamos teniendo el mismo misterio, pero un personaje que aparece con dos nombres, con lo que tampoco se resuelve nada. La presencia de Kiya en Amarna puede atestiguarse únicamente antes del cambio de nombre de Atón del faraón, y desaparece de repente en el año 12 de reinado de Akhenatón, aunque se ha conservado una etiqueta de una jarra de vino del año 16 de reinado que menciona a Kiya como la «Amadísima Esposa del Faraón». O sea, esposa, no solo favorita.
El caso es que el recuerdo de Kiya fue perseguido, y, como ya hemos dicho, sus imágenes e inscripciones están borradas.
Incluso se aprecian sus ojos picados, y también la boca, como si se la hubiera querido privar del aliento vital y la palabra. Sobre su imagen y su nombre se han superpuesto la figura y textos relativos a la hija mayor del rey, Meritatón y, otras veces, a la tercera hija, Ankhesenpaatón. Resulta sencillo imaginarse a Nefertiti como responsable de borrarla del mundo de los vivos e incluso del de los muertos, algo que no habría ocurrido mientras viviese Akhenatón. Aunque tampoco se puede demostrar esta venganza, parece que así se salva la vengativa figura de Nefertiti, cabreada con su rival más bella y más cercana a su esposo que ella cuando esto sucedió.
El caso es que no se sabe nada más de Kiya que lo poco dicho hasta aquí. Ni su origen, ni cómo ni cuándo ni dónde murió, por lo que todo lo que sobre ella se diga son especulaciones. Sobre cómo vivió, se sabe que poseyó una finca en Amarna y que Akhenatón la amó. Lo demás es humo. Nada.
Hay hipótesis que suponen que Kiya fue la madre de Tutankhamón, basándose en las deterioradas escenas de la cámara alfa que muestran a una criatura amamantada por una nodriza, y a Akhenatón apesadumbrado frente al lecho de muerte de una mujer, buscando apoyo en Nefertiti. También existe un pequeño fragmento de caliza que se cree representa a Akhenatón, sin afeitar, llorando apenado la muerte de una de sus jóvenes hijas, una de sus infelices esposas o tal vez de la misma Kiya, cuya imagen, como su existencia, se resisten, sin embargo, a cualquier identificación o conclusión basada en una evidencia cierta.
6.26. Los corregentes y el lío de los nombres
Una teoría bastante aceptada sostiene que Nefertiti llegó a ser corregente de su marido con el nombre de Neferneferuatón. Pero uno de los grandes interrogantes de esta época (bueno, otro más, en realidad) es, precisamente, el de la existencia de uno o más personajes que llevaron el nombre de Neferneferuatón («Exquisita es la belleza de Atón»).
Vista aérea de las ruinas de la ciudad de Akhetatón, 1932.
Esta denominación se empleó por primera vez en el año 4 del reinado de Amenofis IV, cuando el rey cambió definitivamente su nombre por el de Akhenatón. Al mismo tiempo, la Gran Esposa Real Nefertiti adoptó el sobrenombre mencionado y pasó a ser conocida como Nefer-neferuatón Nefertiti.
En el año 14 de reinado de su esposo, Nefertiti desapareció de los registros oficiales y la figura y el papel de Gran Esposa Real fue ocupado por su hija mayor, Meritatón. Sin embargo, en ese mismo momento aparece un corregente de Akhenatón cuyo nombre es Ankhet-Kheperu-Ra Merit-Ua-En-Ra Nefer-Neferu-Atón (o «la amada de Akhenatón», por aquello de la terminación femenina «t» de Merit), lo que indica que «el» corregente es, en realidad, «la» corregente, es decir, una mujer. Y puesto que Meritatón era ya la Gran Esposa Real, se supone que es Nefertiti, que no habría muerto como se creía, sino que solo habría cambiado de nombre.
Este personaje desaparece al poco tiempo y es sustituido por otro nombre, idéntico al anterior, pero en masculino: Ankh-Kheperu-Ra Mery-Ua-En-Ra Nefer-Neferu-Atón («el amado de Akhenatón», porque ahora Mery termina en «y», masculino, y no en «t» femenino). Dado que el corregente tenía una relación muy próxima con Akhenatón, solo puede significar dos cosas:
1. el rey mantenía una relación homosexual con este sustituto de Nefertiti, o
2. este corregente era la propia Nefertiti que, como ya hizo en su día la reina Hatshepsut, habría cambiado oficialmente de sexo.
Al poco tiempo, hasta la muerte de Akhenatón y poco después, el nombre de Neferneferuatón desapareció y fue sustituido por el de Smenkhara, quedándose en Ankheperura Smenkhara. Lo que da a entender que hubo un último cambio de nombre:
1. bien de Nefertiti o
2. bien de ese amante masculino del rey Akhenatón, que aparece acariciándose con él en la estela de Berlín 25574.
Así pues, Nefertiti y sus posibles cambios de sexo, o su desaparición, son muy difíciles de seguir y más aún de probar. Y tantos cambios de nombre no hacen más que despistar a los expertos, a los aficionados y a cualquier estudioso interesado que pase por allí y que siga lo que aquí se está tratando de entender y explicar. Porque, desde hace casi un siglo, las opiniones de los egiptólogos están divididas en diversas teorías, opiniones, contra-opiniones, hipótesis de trabajo y conjeturas varias, entre los que suponen que:
1. Nefertiti murió (o cayó en desgracia) en el año 14 de su esposo o,
2. todo lo contrario: que fue ascendida al rango de corregente masculino de su esposo, que ambos gobernaron unidos, como los dioses Shu y Tefnut, y que ella acabó por suceder a su marido en el trono al fallecer este. De nuevo, de «monoteísmo», nada de nada.
La cuestión es determinar si Smenkhara fue hombre o mujer y, hasta que no se sepa con certeza de quién es el cuerpo masculino de la famosa Tumba KV 55, no se podrá asegurar nada, así que vamos a ocuparnos de la tumba en cuestión.
6.27. La KV 55. Todos a mogollón
A menudo se afirma que Akhenatón llevó a cabo una política exterior casi suicida, desentendiéndose por completo del peligro que suponía para Egipto la amenaza del reino hitita, gobernado entonces por un gran guerrero, el rey Subiluliuma. Este hecho está muy bien documentado en las cartas de Amarna.
Akhenatón murió en el año 18 de su reinado. Tras su muerte, gobernaron sucesivamente y de forma fugaz Smenkhara, Tutankhamón y Ay, según se afirma en diversos manuales. Se suele afirmar que el reinado de Smenkhara, sucesor de Akhenatón, duró tan solo dos años, y que después desapareció de la escena política en circunstancias desconocidas y gobernó Tutankhamón, el faraón niño, hijo de Akhenatón y Kiya, o Tiyi, o Sitamón, o cualquier concubina.
Al menos, sí parece seguro que el padre fue Akhenatón, con lo cual aquella frase latina de Mater certa, pater incertus aquí está de más o es al revés: «Sé quién es el padre, aunque de la madre no tengo ni idea». Pero no solo se ignora la madre: la madre, la tía, la abuela y todos los miembros femeninos de la familia real de Amarna, porque hay un lío tremendo de momias femeninas. Y las chicas desaparecen una tras otra sin dejar rastro. Y cuando aparecen en la tumba, las momias se han dejado el carné de identidad en la sala de momificación, con lo que nos han hecho la pascua. Y no digamos los chicos, porque también hay lío con las momias masculinas.
Tenemos momias sin nombre, nombres sin momia, brazos tirados por el suelo, sin cuerpo ni nombre ni momia ni ataúd. Y lo más grave: el único bien identificado para conocer el ADN de todos es el pobre Tutankhamón, de cuya momia se depende para poner un poco de orden en todo este barullo. Aunque, como ya sabemos, su cuerpo no está en la KV 55, sino en su propia tumba, la KV 62.
Con este joven faraón-niño se inició la vuelta a la antigua tradición y a la supremacía del dios Amón, lo que se manifiesta en el cambio de nombre (de Tutankhatón a Tutankhamón), y tras él subieron al trono el general Ay y luego Horemheb, que se casó con la princesa Mutnedkhemet, hija de Ay. Horemheb declaró herético a Akhenatón, desmanteló las bases del culto a Atón, según algunas teorías, mientras otros egiptólogos opinan que a Horemheb le importó un pito Akhenatón y su dios y se casó con la hija de Ay para reinar y que la mató de hambre en cuanto pudo y que él no restauró nada de nada ni persiguió la religión de Atón.
6.28. Momias sin DNI
Existen pruebas que indican que la tumba KV 55 del Valle de los Reyes, relativamente pequeña y un lugar arqueológico bastante problemático por su contenido, parece haber sido utilizada para varios enterramientos, debido a los restos diferentes, variados y revueltos que en ella se han encontrado. Modernamente fue utilizada como laboratorio fotográfico cuando se excavaba la cercana tumba de Tutankhamón y no había un lugar tranquilo para revelar las fotos de los tesoros del joven faraón.
Se atribuyó en un primer momento esta tumba KV 55 a la reina Tiyi, madre de Akhenatón, porque había en ella restos de su capilla funeraria. De ahí se dedujo que los restos de la reina, que en un primer momento reposarían en varios ataúdes en la ciudad de Akhetatón, fueron trasladados al Valle de los Reyes en Tebas al ser abandonada la ciudad del Sol y que finalmente la momia se depositó en esta tumba KV 55, y luego se trasladó al escondite donde fue encontrada finalmente. Una momia viajera, ciertamente.
Lo que no se sabe (otro misterio más, obviamente) es por qué, si la momia masculina encontrada aquí podría ser la de su hijo, el faraón Akhenatón, la dejaron aquí al trasladar la de su madre a otro sitio. Aunque tampoco hay seguridad de que dicha momia que se supone de Akhenatón no sea de su posible sucesor, Smenkhara, si es que realmente existió el personaje cuyo nombre aparece como tal, que ese es otro lío más a añadir al que ahora nos ocupa.
Con total seguridad, la tumba KV 55 contenía objetos con el nombre de Amenofis III y de Tiyi (sí, esto sí se sabe con seguridad) y, según uno de los arqueólogos que la excavó, contenía un trineo para la momia de quien fuese, un féretro también para quien fuese, amuletos, frascos de perfumes y varias piezas extrañas que, lamentablemente, resultaron destruidas al sacarlas del panteón y, por tanto, no permitieron identificar a su dueño o dueña. Es decir: objetos sin nombre para muertos sin ídem.
Es posible que dicha tumba sirviese solo para albergar la momia de Tiyi y luego sirvió de escondrijo para la de Akhenatón, antes de cambiar de destino en la época ramé-sida. Son hipótesis, posibles sí, pero nada más que hipótesis. Lamentablemente y una vez más, todo son suposiciones. Y no hay nada seguro, lo que hace este periodo aún más divertido, inseguro y desde luego, apasionante, porque como no hay nada cierto ni todo lo contrario, aquí opina hasta el vecino del quinto que pasa, sea egiptólogo, aficionado o conductor del autobús de los turistas que visitan el Valle de los Reyes, pasando, obviamente, por los foros de aficionados a la Egiptología de Internet, que a veces son más cuerdos que los egiptólogos profesionales. Lo lamento, pero es así.
La tumba KV 55 se compone de una entrada, que da paso a una escalera. La estructura interna del sepulcro es muy sencilla y, después de pasar la puerta de entrada, se tiene acceso a un pasillo de unos diez metros de largo por dos de ancho. Tras eliminar los cascotes que cubrían gran parte del corredor inicial, los arqueólogos hallaron una habitación no muy grande, de cinco por siete metros: la cámara funeraria. Un nicho a medio construir señala en un ángulo el inicio de una segunda cámara que no llegó a construirse.
6.29. El sarcófago sin rostro
Probablemente, el mayor misterio que guardaba esta tumba, que ya había sido saqueada en la antigüedad (los sellos de la puerta de entrada demostraron que los guardianes de la necrópolis la habían vuelto a cerrar en la antigüedad, se rellenó con cascotes su interior para que no se pudiera volver a entrar a ella sin dificultad, cosa que su descubridor moderno logró) es un bello sarcófago del que se desconoce el propietario, un problema más. El rostro de oro, enigmático y sereno en lo que aún se aprecia, está dañado. Arrancado a medias. Como si se le hubiese querido despojar a propósito de una identidad que, por el momento, ignoramos. Se ha querido ocultarla y se ha conseguido, desde luego, aunque, actualmente, la KV 55, a pesar de su escaso valor arquitectónico e histórico, supone uno de los mayores hallazgos y uno de los grandes misterios de la Egiptología por varios motivos:
1. Porque en ella aparecieron objetos con el nombre de varios personajes reales de la XVIII Dinastía.
2. Y lo más sensacional de todo: porque en ella se encontró el ataúd real ya mencionado, exquisitamente trabajado, al que se le había borrado cualquier inscripción que pudiera identificar a la momia que contenía. En la parte central de dicho ataúd, donde debía leerse el nombre del difunto que guardaba, solo se veía un rectángulo de madera, del que se retiró cuidadosamente el oro en el que estaba grabado el nombre del difunto. La máscara de oro que cubría la cara había sido parcialmente arrancada, por lo que su identidad se había perdido para siempre. Y el misterio sigue sin resolverse, aunque parece que hay alguna pista para descubrir al protagonista de esta apasionante novela de misterio.
Que el ataúd real no tuviera nombre significaba, para los antiguos egipcios, que su ocupante no tendría vida eterna, el peor castigo que podía infligirse a un difunto según la antigua religión egipcia, porque le privaba de la existencia en el Más Allá. Así pues, el difunto que lo ocupaba estaba maldito por toda la eternidad y su nombre sería olvidado por siempre jamás. No renacería.
Un castigo que en el Antiguo Egipto solo se infligiría con toda seguridad a un personaje siniestro, execrable, abominable, perverso. Por ello se supone que se trata del ataúd del faraón Akhenatón, del que conocemos también su sarcófago de granito rosa, hoy medio abandonado en un patio del Museo de El Cairo. Pero cabe preguntarse: ¿se arrancó a propósito el nombre del ataúd, se borró a propósito la identidad del difunto, se arrancó el rostro para desfigurarlo a propósito, o fue para robar el oro, lo que se consiguió solo parcialmente, por las prisas, y sucedió algo que ahuyentó a los ladrones, que ya no volvieron a rematar su obra y quedó inconclusa?
6.30. ¿Hombre o mujer?
El primer análisis forense hecho por un americano, millonario y médico aficionado a los restos humanos descubiertos en el interior de este ataúd de madera dorada sin rostro, hoy en el Museo de El Cairo (CG 61075), dio como resultado que el cadáver pertenecía a una mujer. Aunque muchos estudiosos consideraron el análisis muy poco fiable, le sirvieron al millonario para afirmar que se trataba de la tumba y los restos de la reina Tiyi, que habría sido enterrada y cuya imagen habría sido posteriormente desfigurada por un potente enemigo. ¿La reina Nefertiti, harta de su suegra? Quizá. ¿O fueron los sacerdotes de Amón? ¿O los de Atón? ¿Sería Horemheb, el posible restaurador de las antiguas tradiciones?
Sin embargo, el problema de la KV 55 no quedó resuelto con esta identificación de Tiyi. Un segundo análisis de los restos hallados en una cesta, enviados por Arthur Weigall, del Servicio de Antigüedades de El Cairo, para que fueran estudiados por Elliot Smith, un verdadero especialista en momias egipcias, dio como resultado que pertenecían a un joven, un varón de unos 25 años. De este modo, la polémica se avivó, ya que ahora cabía la posibilidad de que los restos perteneciesen al faraón Akhenatón, cuyo nombre se mencionaba en algunos ladrillos mágicos descubiertos en la habitación sur o en los vasos canopos de la misma estancia de la KV 55. Así pues, había dos posibilidades opuestas para la polémica y los restos de una sola momia analizada. O bien el cuerpo era de un varón o de una mujer. Dos opciones para un sarcófago sin rostro.
Pero había un ligero problema. Se sabía que Akhenatón, al morir, tenía más de 25 años, al menos 29. En consecuencia, los restos se atribuyeron a Smenkhara, «supuesto» corregente y «supuesto» sucesor de Akhenatón, que tendría unos años menos que el faraón. Y el asunto se lío aún más cuando el egiptólogo David Rohl planteó que los restos de la tumba podían estar mezclados y pertenecer a un hombre y a una mujer. Actualmente se ha descartado esta posibilidad y, mediante las técnicas de análisis más modernas, se considera probado definitivamente que se trata de los restos de un varón joven.
En resumen, y pese a tanto lío, actualmente se acepta que:
1. Los restos pertenecen a un hombre joven de la época de Amarna.
2. El ataúd de madera perteneció a Smenkhara. Aunque hay diferencias también entre los estudios hechos al cuerpo y especialmente difieren en la edad, porque hay quienes dicen que tenía 20 años y sugieren que el cuerpo es de Smenkhara, mientras que los que piensan que el cuerpo tenía más de 30 años suponen que es el de Akhenatón. Sin embargo, hay quien dice que Smenkhara no existió y que, en realidad, era un nombre que adoptó Nefertiti. Entonces, si Smenkhara es Nefertiti, ¿quién es este muchacho?
3. La capilla de madera protegió el sarcófago de la reina Tiyi en Amarna y luego fue llevada hasta la KV 55 en la orilla occidental de Tebas.
4. Los vasos canopos pertenecieron posiblemente a Kiya, segunda esposa de Akhenatón y considerada durante mucho tiempo madre de Tutankhamón. Puesto que, según las últimas investigaciones, la madre de Tutankhamón fue la princesa Sitamón, hija de Amenofis III, yo ya me he vuelto a perder. ¿O es que Kiya y Sitamón son solo una persona?
Según el descubridor de la tumba y el sarcófago sin rostro, el lecho fúnebre estaba derrumbado, con la tapa del sarcófago suelta y se podía ver la momia, que se encontraba en su interior, con los huesos sobresaliendo entre los restos de las vendas. Al extraerla del sarcófago, la momia empezó inmediatamente a deshacerse. Total, que ni momia ni ADN. No queda nada para hacer un estudio un poco serio. La cabeza estaba muy estropeada y apareció cubierta en parte por un collar de oro que, en un primer momento, se consideró una corona. El collar tenía forma de buitre, como la diosa Nekhbet, y era completamente de oro, cerrándose en la parte de atrás con un pequeño gancho ¿Por qué llevaría un buitre por corona que era un collar, en lugar de llevar una corona de verdad?
De su cuello pendía aún un collar de cuentas de oro, rematado por flores de loto y, en el brazo izquierdo, doblado sobre su pecho, tenía tres brazaletes de oro. El brazo derecho, también con tres brazaletes, estaba extendido a lo largo de su cuerpo y la mano estaba apoyada en un muslo. Eran sus únicas joyas.
Los objetos encontrados en la tumba eran muy escasos, y de diversas procedencias, aunque tenían en común pertenecer a miembros de la familia real de Amarna. Aparecieron varios sellos de barro rotos con el nombre de Tutankhamón, y también cuatro ladrillos mágicos, pertenecientes al rey Akhenatón, con una fórmula del Libro de los Muertos. Estos ladrillos se introducían en las tumbas como parte del ritual del enterramiento, y se distribuían en función de los cuatro puntos cardinales. Las tapas de los vasos canopos, hallados en la pequeña cámara excavada en la pared oeste, que representan el rostro de una mujer con una peluca típica del periodo de Amarna, muy similar a la del féretro, pertenecían, casi con seguridad, a Kiya, la «otra» esposa de Akhenatón, considerada durante mucho tiempo la madre de Tutankhamón.
Los sellos de la puerta pertenecían al rey Tutankhamón, lo que podría indicar que este rey mandó utilizar el escondite, colocar en él algún mobiliario y quizá el cuerpo de su predecesor. En la tumba se encontró también el nombre de Akhenatón y, en los ladrillos mágicos, también el del rey Amenofis III y el de la hija primogénita, Sitamón, así como el de la reina Tiyi.
La teoría de Reeves supone que Akhenatón y la reina Tiyi habían sido enterrados en Akhetatón y que luego fueron trasladados al Valle de los Reyes durante el reinado de Tutankhamón. Reeves piensa que durante la construcción de la tumba de Ramsés IX fue abierta por los obreros. En esa época (Dinastía XX), Akhenatón seguía siendo despreciado por hereje, por lo que podrían haber retirado el cuerpo de la reina Tiyi y trataron de borrar todos los escritos sobre Akhenatón, arrancar la máscara de oro del ataúd y dañarlo como forma de condenación eterna para el rey. Pero el caso es que, por el momento, la KV 55 sigue siendo un misterio hasta que no se identifique el cuerpo o el ataúd sin rostro ni nombre.
Aunque creo que existe otra posibilidad.
El ataúd encontrado en KV 55 lleva una peluca de estilo nubio, lo que sugiere que fue diseñado para una mujer de la realeza. Además, en el texto que se conserva grabado en él contiene ciertas alusiones que algunos han creído poder relacionar con la esposa del faraón llamada Kiya. En realidad, se trataría de una carta de amor.
El añadido de la barba faraónica hace pensar a los investigadores en el reacondicionamiento del ataúd para un varón, quizá Akhenatón. Pero creo que se ha olvidado que, ya antes de este momento, otra mujer-faraón había lucido la barba ritual de los faraones: Hatshepsut.
¿Por qué no pensar que este sarcófago o ataúd dorado fue el de una mujer-faraón? ¿Kiya-Sitamón o Nefertiti? La diosa Wadjet de la cabeza-peluca solo es propia de los faraones, hombre o mujer. La diosa buitre Nekhbet es la compañera de la cobra Wadjet cuando el faraón, en todo su esplendor, reina sobre el Alto y Bajo Egipto y en el título Nesut Biti. Es otra posibilidad: una mujer que reinó sobre el Alto y Bajo Egipto. Después de Akhenatón. Nefertiti o su hermana Sitamón, fuese o no Kiya. Una mujer protegida por la diosa buitre.
En definitiva, se puede decir que la KV 55 sigue, hoy en día, repleta de incógnitas. Forma parte de los grandes misterios de una época que pronto cayó en el olvido y que resucitó cuando Carter abrió la tumba del joven Tutankhamón, llenando al mundo de admiración, incertidumbre y curiosidad por conocer la historia del joven enterrado cubierto de oro, la carne de los dioses que le aseguraba la inmortalidad.
6.31. La estela de la discordia
Sobre este tema, como ya hemos señalado, y ahora trataremos de explicar, caben varias respuestas diferentes:
Es de suponer que el futuro despejará estas dudas. Hoy en día, solo se puede concluir con una cosa: Neferneferuatón fue un nombre que usó una Gran Esposa Real y después una corregente (si no eran la misma persona) de Akhenatón y, por lo tanto, debería estar incluido en las listas reales con todo derecho.
El caso es que Smenkhara es uno de los personajes más controvertidos de la historia egipcia. Expertos en el tema han formulado muchas teorías para iluminar la oscuridad de la época. Una de las hipótesis supone que podría haber sido hijo de Amenofis III y la princesa Sitamón y, por tanto, medio hermano y sucesor de Akhenatón. También es posible que fuese corregente en los últimos años de gobierno de Akhenatón. Según varios estudiosos, Smenkhara podría haber gobernado entre dos y cinco años. Algunos creen que murió poco antes que Akhenatón, de 25 años. No hay ninguna prueba que demuestre la hipótesis de que Smenkhara fue el padre de Tutankhamón. Según C. Aldred y la mayoría de los expertos destacados en aquellos tiempos, Smenkhara y Tutankhamón eran hermanos. Con una alta posibilidad de certeza, se puede decir que la momia hallada en 1907 por T. Davies en la tumba KV 55 del Valle de los Reyes era la momia de Smenkhara. Como los grupos sanguíneos de ambas momias coinciden, este hecho confirmaría que eran, al menos, parientes cercanos y, por tanto, parece muy probable la hipótesis de Aldred.
6.32. A vueltas con la corregencia
Parece que Smenkhara fue, posiblemente, esposo de una de las hijas de Akhenatón, la princesa Meritatón, lo que resulta difícil si en realidad Smenkhara fuese Neferititi, que tendría que haberse casado, en un matrimonio entre dos mujeres, con su propia hija.
Para R. Krauss, el matrimonio de Smenkhara y Meritatón pudo celebrarse un año después de la muerte de Akhenatón. Mediante esta unión, Smenkhara reforzó su derecho al trono, si es que no era Nefertiti, como afirman J. P. Alien y N. Reeves, en contra de la opinión de C. Aldred.
Ante esta suma de opiniones contrarias, solo se puede decir que Ankheperura Smenkhara, o bien fue el más breve y enigmático faraón de la Dinastía XVIII egipcia, o bien constituye la mayor equivocación de la historia de la Egiptología.
6.33. Akhenatón era homosexual
Tampoco se libró el original monarca Akhenatón de la opinión moderna de que era homosexual, porque aparecía dándole un beso en la boca a un tal Smenkhara, al parecer un joven varón. Además, en una estela del Museo de Berlín, Akhenatón fue representado asexuado, con todos sus atributos reales masculinos, barba incluida y también corona, pero con unas bellas caderas femeninas, lo que ha hecho que se planteasen posibilidades tales como que Akhenatón era homosexual, metrosexual, bisexual o cualquier otra sexualidad que se guste o desee imaginar. O travesti.
Este gobernante egipcio era representado a menudo, en las pinturas, grabados y estatuas, con caderas anchas y pechos femeninos. Algunos investigadores atribuyen estos detalles a un intento de unificación de lo masculino y lo femenino durante su reinado, un rasgo propio de un culto monoteísta. Otros sugieren que se trata de una indicación de un desorden glandular, y suponen que Akhenatón pudo ser hermafrodita. Por otra parte, las escenas de Akhenatón acariciando a Smenkhara podrían indicar una relación homoerótica. Algunos investigadores sugieren que Smenkhara, el posible ahijado de Akhenatón, amante o mujer disfrazada de chico, pudo haber sido Nefertiti, asumiendo ella este nuevo nombre una vez muerto este faraón.
No obstante, esta explicación no encaja con las uniones posteriores de Smenkhara, aunque explica las representaciones de afecto entre el faraón y su ahijado. Y se dice que, tras la muerte de Smenkhara, tomó las riendas de Egipto el denominado «rey niño», Tutankhamón, que fallecería a los 18 años, presumiblemente asesinado.
También se afirma que, en su decimoquinto año de reinado, nombró como corregente a este Smenkhara (posiblemente su hermano) que tomó como esposa a Meritatón, luego Meritamón, al tiempo que Akhenatón se casaba con su tercera hija, Ankhesenpaatón. Prueba de esta corregencia sería la pequeña estela Berlín 25574, que tiene dibujadas las figuras, besándose y acariciándose, de Akhenatón y Nefertiti, que lleva la corona de guerra. Ambos reyes están identificados por los cartuchos que se aprecian sobre ellos.
Pero, según parece, en esta pequeña estela en piedra caliza, que fue ofrecida por Pase, un soldado destinado en el barco o regimiento Khaemmaat («El que aparece en la verdad»), se representa a dos reyes masculinos y, de acuerdo con algunos investigadores, en pose afectuosa. Los cartuchos, aunque nunca se completaron, narran una historia diferente: las figuras no están identificadas por los cartuchos que flanquean al disco solar, y que, de hecho, estaban destinados a su nombre, sino por el conjunto de tres óvalos situados sobre la mesa de ofrendas. A pesar de las coronas reales que portan las dos figuras, tres cartuchos identifican únicamente a un rey y a su esposa, es decir, a Akhenatón y a Nefertiti. Y son ellos los representados, aunque Nefertiti parezca un hombre.
Sin embargo, el egiptólogo británico Percy E. Newberry propuso en 1928 que esta pequeña estela inacabada representaba a Akhenatón y a su corregente y sucesor, Smenkhara, besándose afectuosamente y acariciándose, y que fue realizada mientras aún vivía el faraón principal, siendo su corregente un varón joven, que aparecía representado en un relieve de la tumba de Meryra II, de pie junto a su reina principal, Meritatón, la hija mayor de Akhenatón.
Por lo tanto, y según esta opinión, en la Gran Bretaña de los años veinte se imaginó que Akhenatón era homosexual, un hecho aceptado durante unos cincuenta años por los investigadores de Amarna, provocando una gran confusión entre ellos, ya que existe otra opinión que supone justamente lo contrario, algo tan normal cuando se estudia esta época que ya no asombra a nadie.
6.34. Akhenatón no era homosexual
En el año 1973, John R. Harris demostró que la opinión de P. Newberry sobre la homosexualidad de Akhenatón era falsa, porque en la estela de Berlín, en la que este apoyaba su opinión, había siete cartuchos en total. Los dos pares de cartuchos que flanqueaban el disco solar habrían contenido el nombre del Atón, y quedaban tres cartuchos en blanco, posiblemente para los reyes representados. Si hubiesen sido masculinos, tenían que ser dos cartuchos para cada uno (cuatro en total), pero, puesto que solo había tres, podría tratarse de un rey y una reina, a pesar de que ambas figuras llevan coronas reales masculinas. Esto podría significar que tenían igual poder, aunque las curvas de sus cuerpos demuestran claramente su diferente sexo.
Una pequeña estela inacabada (Berlín 25574) que representa a la pareja real, pero con cuatro cartuchos esta vez, podría atestiguar este cambio de condición de Nefertiti. Uno de los cartuchos a la derecha parece añadido después de tallada y terminada la estela. Además, algunos pequeños objetos permiten descubrir numerosas variantes femeninas del nombre Ankhkheperura, confirmando que quien lo lleva es, efectivamente, una mujer.
Para algunos especialistas, está claro que el final de la Dinastía XVIII produjo una nueva Hatshepsut y que la famosa recepción del año 12 en el palacio de Amarna no fue una mera recepción de tributos ofrecidos al faraón por enviados extranjeros ni una fiesta en honor de la reina Tiyi, como a veces se ha dicho, sino una asunción de más poder por parte de Nefertiti y el comienzo de su ascensión al trono. La secuencia podría ser como sigue:
Así, para N. Reeves, Nefertiti y Smenkhara serían una sola persona y Nefertiti fue una reina-faraón que reinó sola tras la muerte de su esposo.
6.35. La corregente fue Nefertiti
Así pues, en opinión de Reeves, la estela 25574 del Museo de Berlín (cuyo significado ha sido desconocido durante un siglo) confirma, sin la menor duda, que la mujer es Nefertiti. Esta pequeña estela con la parte superior redondeada es una pieza modesta, sin escritura e inacabada. Sin embargo, desde el punto de vista histórico, representa uno de los eslabones perdidos de los estudios sobre Amarna. Es la misma estela de la que hemos hablado anteriormente, pero interpretada de otra manera.
La estela tiene dos figuras de pie, delante de una mesa de ofrendas, con el disco solar arriba, en el cielo, cuyas manos llegan a las ofrendas. Tres cartuchos, que están vacíos, debían identificar a las dos figuras. La primera, mayor y con peluca, es Akhenatón; la segunda, con su alta corona de borde plano, es Nefertiti. Sobre ellos, los tres cartuchos vacíos y uno más, introducido posteriormente como a presión a la derecha de los otros, porque es más pequeño y está tallado de forma diferente y dispuesto bastante mal, lo que indica, según Reeves, que la condición de las figuras había cambiado mientras la estela estaba esculpiéndose. Los tres primeros cartuchos identificarían a un rey y a una reina, mientras que, al introducirse un cuarto cartucho, identificarían a un faraón y su corregente, lo que demuestra que Nefertiti se había convertido en faraón-corregente de su esposo. También resulta curioso que se conocen varias representaciones de Nefertiti con Akhenatón siendo ella corregente.
Por lo tanto, parece probado según este autor, que «la desaparición» de la Gran Esposa Real Nefertiti se debió, no a su muerte o a su caída en desgracia, sino a un cambio de su nombre regio provocado por un ascenso en su rango, porque pasó de ser solo Gran Esposa Real a ser faraón, corregente de su esposo.
En este nuevo papel, Nefertiti adoptó una titularidad real, cartucho incluido, con el nuevo nombre de entronización y un nomen que incorporaba el epíteto que se le había dado hacía tiempo: Ankhkheperura Neferneferuatón. Esto demuestra que, al menos en Egiptología, una misma estela puede dar para mucho.
Esta idea de un «Smenkhara raro» ya había sido propuesta por Henri Gauthier en 1912. Para Gauthier, Smenkhara era la reina Nefertiti disfrazada; pero esta opinión fue desechada en favor de la opinión de que era una variante tardía del nombre del sucesor de Akhenatón, y así se asumió la existencia de Smenkhara.
En 1973, Harris volvió a revisar las pruebas de este cambio de estatus de Nefertiti y, basándose en los adornos reales que Nefertiti exhibía como Gran Esposa Real, incluidas las coronas de la estela de Paser, llegó a la misma conclusión que Gauthier.
Otra prueba es el relieve del templo de Amarna, conservado en el Museum of Fine Arts de Boston, que muestra a Nefertiti en la barca real golpeando a los enemigos de Egipto, igual que hacían todos los faraones masculinos.
6.36 Nefertiti, faraón
John R. Harris afirmaba que, en el año 13 de su esposo, la reina Neferneferuatón-Nefertiti, tras asumir la corona real, aunque no la titularidad completa, parece desaparecer de repente y al mismo tiempo aparece como corregente un personaje desconocido, que lleva el nomen Neferneferuatón, pero un epíteto diferente y el praenomen Ankhkheperura. Durante esta corregencia, la posición de hemet nesu were o Gran Esposa Real, fue ocupada por Meritatón, que continuó en el cargo con Neferneferuatón en solitario, y cuando murió Akhenatón adoptó el nombre de Smenkhara, posiblemente como gobernante único.
N. Reeves añade además otras pruebas de que el corregente de Akhenatón era una mujer, como una serie de sellos de fayenza, preparados posiblemente para la coronación del año 12 de reinado, en los que figura el praenomen del faraón Ankhkheperura, el más joven, escrito con una «t» de femenino, y un epíteto, que indica su dependencia respecto al rey mayor (aquí, «amada» [con t de femenino] de Waenra, es decir, de Akhenatón). Además, algo después, otros egiptólogos afirmaron lo mismo, cuando, al revisar una colección de sellos de fayenza de anillos hallados por Petrie en Amarna en 1891-92, se descubrió escrito el mismo nombre, no con la forma masculina habitual «Ankhkheperura», sino la forma femenina Ankh(et)kheperura, lo que demostró definitivamente que la reina Nefertiti había gobernado como faraón.
6.37 La fiesta del año 12
Amenofis IV también había cambiado su nombre por el de Akhenatón («El que es útil al Atón»), único representante de su padre en la tierra, con el que prosiguió su reinado y la corregencia. ¿Fue por la misma razón por la que Nefertiti cambió su nombre? ¿Cuándo pudo empezar esta corregencia? De nuevo, más pruebas pueden dar la pista, sobre todo la ya mencionada fiesta del año 12 de Akhenatón representada en las tumbas de Huya y Meryra II en Amarna, y que, según muchos egiptólogos, no sería una recepción de tributos extranjeros, sino la escena de la elevación al poder de Nefertiti.
Pero no acaba aquí el problema de Smenkhara y la corregencia o del poder de Nefertiti. El cuerpo de la tumba KV 55 es esgrimido una y otra vez como prueba de que el sucesor de Akhenatón fue un hombre, muy parecido a Tutankhamón y, probablemente, su hermano mayor.
6.38 La pista falsa
Según N. Reeves, el cuerpo de la Tumba KV 55 atribuido a Smenkhara ha sido la gran pista falsa de los estudios sobre Amarna, porque no hay nada que lo relacione con un sucesor de Akhenatón, sino que, más bien, todo le relaciona con el propio Akhenatón, una conclusión con la que coinciden los recientes estudios dentales y anatómicos sobre la edad en el momento de la muerte del ocupante. Mientras que un estudio detallado del arte, las inscripciones, la arqueología y la historia del periodo no ofrece nada que contradiga la conclusión de que Neferneferuatón y Smenkhara fuesen la misma persona. Una conclusión que se basa también en el hecho de que ambos compartieron la misma Gran Esposa Real, Meritatón, la hija mayor de Akhenatón, esposa de su madre según esta teoría. ¡Total, ya puestos…!
6.39 Akhenatón y Nefertiti se enfadaron (teorías varias)
En su Historia de Egipto, escrita en 1938, E. Driotón y J. Vandier consideraban que, al final de su reinado, Akhenatón dio marcha atrás en sus creencias e intentó reconciliarse con el clero de Amón, posiblemente bajo la influencia de su madre Tiyi, lo que hizo que se distanciase de Nefertiti, que defendía el culto de Atón.
Según F. Daumas, la reina se separó de su marido y se fue a vivir al Palacio Norte, con lo que la familia real se dividió y reinaron sucesivamente los dos yernos del rey, casados con sus hijas: la mayor, Meritatón, con Smenkhara; y la segunda, Ankhesenpaatón, con Tutankhatón, más tarde Tutankhamón.
Akhenatón eligió primero a Smenkhara como sucesor porque era el mayor, y le asoció como corregente al trono tras la marcha de Nefertiti. Siguiendo con esta teoría, envió a la joven pareja a Tebas para negociar su posible vuelta al culto de Amón y la reconciliación con sus sacerdotes. Akhenatón y Smenkhara reinaron juntos unos tres años y ambos debieron morir en un breve espacio de tiempo, sucediéndoles en el trono el joven Tutankhamón.
Según Daumas, y a juzgar por los objetos hallados en las excavaciones del Palacio Norte con los nombres de Ankhesenpaatón y Tutankhatón, estos habrían seguido a Nefertiti a su retiro, y es probable que ella y sus partidarios le proclamasen rey, mientras que, al morir Akhenatón, el clero de Amón proclamó rey al corregente Smenkhara. De este modo, la película cambia un poco y tenemos ya una guerra Amón-Atón en época de Smenkhara y posiblemente dos faraones. Ya me he vuelto a perder…
Para Drioton, Barry Kemp y William Manley, Smenkhara era, sin duda, un hombre, y ni siquiera contemplan la posibilidad de que pudiera tratarse de Nefertiti con otro nombre. Jaromir Malek también se sumó en 1996 a la teoría de que Smenkhara era un hombre, basándose para ello en un relieve de Menfis perteneciente al templo de Atón.
Sobre los protagonistas de esta historia, Malek afirma que son demasiado jóvenes para tratarse de Akhenatón y Nefertiti, pero, por otra parte, el rey parece demasiado mayor para ser Tutankhamón, que dejó Amarna con unos diez años de edad. Así, supone que se trata del enigmático rey Smenkhara, hermano mayor o hermanastro de Tutankhamón y su esposa, mientras que la reina sería Meritatón, la hija mayor de Akhenatón. Si se observa el relieve, y teniendo en cuenta lo que sabemos ahora sobre las dolencias de Tutankhamón, se ve que el personaje masculino se apoya en una muleta, lo que sugiere que podría ser Tutankhamón, o bien que su hermano también estuviera tullido. Malek también supone que Smenkhara era un hombre y no una mujer y que, por tanto, sí existió, aunque concluye finalmente que el mencionado bloque de Menfis no tiene nada que ver con la cuestión de la corregencia y que está mal interpretada.
Aún debemos referirnos además a la opinión tradicional del destino de Nefertiti, expresada por E. F. Campbell en 1964:
La desaparición de Nefertiti, y su sustitución por su hija Meritatón no supone su muerte, sino su alejamiento de la corte y su confinamiento en un recinto de su propiedad al norte del complejo principal. Hay pruebas de que siguió viviendo en su estado de mayor o menor reclusión, aunque no se sabe cuánto tiempo más estuvo con vida.
6.40 El falso ocaso de Nefertiti
La posible «caída en desgracia» de Nefertiti es reconocida en la actualidad como otras de las grandes meteduras de pata de la tradicional historiografía egipcia para la época de Amarna. Porque, como descubre un detallado estudio moderno de las inscripciones del Palacio Norte, del Maru-Atón y, sobre todo, de hallazgos en Hermópolis, la reina que perdió el favor del rey no fue Nefertiti, como se suponía, sino Kiya, la otra esposa conocida de Akhenatón. Y la desaparición de su odiada rival aumentó la influencia de Nefertiti, quien, sin duda, sobrevivió unos años a su esposo.
6.41 El Palacio Norte
Situado en lugar aislado, al sur de la Gran Rampa que sube a las necrópolis, en la Vía Real de Amarna, el Palacio Norte es famoso sobre todo por sus bellas pinturas murales que muestran la vida en las marismas del río, por lo que se ha sugerido que podía ser una especie de parque zoológico al que el faraón iría a contemplar los animales y aves y donde se inspiró para la redacción de su famoso Himno al Atón. También se supone que es el lugar donde vivió un supuesto exilio dorado la bella reina Nefertiti hasta su muerte, tras su supuesta «caída en desgracia». Por lo que sabemos ahora, parece que, efectivamente, fue la residencia de una reina, pero no de Nefertiti, sino, una vez más, de Kiya, que aparece por todos lados, cuando ya no se la espera.
6.42. Nefertiti-Nafteta y Akhenatón-Ajanyati
Hay aún una teoría más: la que afirma que el rey Akhenatón se había retirado o había muerto, y que sus enemigos dejaron de temer sus represalias y molestaron o intimidaron a Nefertiti, quien, al verse en peligro, decidió la reconciliación con el sacerdocio de Amón, reinando en Tebas ella sola. Y la reina habría tenido incluso un enorme templo funerario en Karnak, en el que se hacían ofrendas a Amón.
A pesar de estas evidencias, parece claro que Nefertiti se mantuvo fiel al culto de Atón, pero intentó una reconciliación entre ambos dioses. Todo esto se deduce del Grafito Pauah, que recoge una larga oración a Amón en la que termina diciendo:
¡Oh Amón, oh gran señor que puede ser encontrado si lo buscas, ahuyenta los temores! Siembra el regocijo en el corazón del pueblo. Feliz es aquel que te ve, oh Amón: ese está en fiestas todos los días.
Poco después (posiblemente antes de cumplir su cuarto año de reinado), Nefertiti y Meritatón desaparecían, seguramente muertas. Aquel sí fue el verdadero ocaso de Amarna.