La literatura criminológica ha empezado a ocuparse de los «apuntadores» en relación con el desarrollo del fenómeno de las sectas, un argumento difícil que genera múltiples problemas. La mayor dificultad es precisamente la de proporcionar una definición de «apuntador» que sea útil a los objetivos judiciales, porque infiere directamente en las categorías de imputabilidad y punibilidad.
Así pues, donde no exista un nexo causal entre la actividad del culpable y la del apuntador, no es posible imputar ningún tipo de crimen a este último. El recurso a la figura de la instigación al delito arroja en numerosas ocasiones un resultado demasiado débil para impartir una condena, porque en el caso de los apuntadores va más allá del simple delito de esclavitud. La actividad de estos individuos implica un nivel subliminal de comunicación que no añade un intento criminal a la psique del agente, sino que en todo caso hace emerger un lado oscuro —presente de manera más o menos latente en cada uno de nosotros— que finalmente lleva al sujeto a cometer uno o más delitos.
A este respecto, es emblemático el caso Offelbeck, de 1986: el ama de casa que recibe una llamada telefónica anónima y que luego un día, de buenas a primeras, asesina a toda su familia vertiendo matarratas en la sopa.
Además, es necesario añadir que quien comete a menudo crímenes violentos tiende a repartir la responsabilidad moral con una voz, una visión o con personajes de fantasía, por lo que resulta particularmente arduo distinguir cuándo tales manifestaciones son el fruto de comportamientos psicóticos y cuándo, en cambio, son realmente atribuibles a la obra oculta de un apuntador.
Entre las fuentes utilizadas en la novela, además de manuales de criminología, psiquiatría forense y textos de medicina legal, deben ser citados los estudios efectuados por el FBI, que posee el mérito de haber constituido el más valioso banco de datos en materia de asesinos en serie y crímenes violentos.
Muchos de los casos mostrados en estas páginas han ocurrido realmente. En algunos, los nombres y los lugares han sido cambiados oportunamente porque los hechos relativos a las investigaciones y los procesos no puede decirse que hayan concluido aún por completo.
Las técnicas de investigación y también las aplicadas por la policía científica descritas en la novela son reales, aunque en algunas circunstancias el autor se ha tomado la libertad de adaptarlas a las exigencias narrativas.