Estoy en deuda con las siguientes personas por su contribución a este libro:
Mi marido, Bob, mi amor y mi principal valedor.
Mi editor, Chuck Adams, que me aportó la clase de crítica, atención al detalle y apoyo que elevó el nivel de esta historia.
Mi crítica y colega Kristy Kiernan, y mis primeros lectores, Karen Abbott, Maureen Ogle, Kathryn Puffett (que además es mi madre) y Terence Bailey (que además es mi padre), por su cariño y apoyo, y por disuadirme en ocasiones de hacer ciertas tonterías.
Gary C. Payne, por responder a mis preguntas sobre los temas del circo, aportando anécdotas y revisando el manuscrito para darle precisión.
Fred D. Pfening III, Ken Harck y Timothy Tegge, por permitirme utilizar fotografías de su colección desinteresadamente. Un agradecimiento especial a Fred por leer el texto y ayudarme a afinarlo.
Heidi Taylor, secretaria de administración del Museo de Arte Ringling, por ayudarme a localizar y conseguir los derechos de algunas fotografías, y Barbara Fox McKellar por permitirme utilizar las fotos de su padre.
Mark y Carrie Kabak, tanto por su hospitalidad como por explicarme las tareas que realizaba Mark en el Zoológico de Kansas City.
Andrew Walaszek, por facilitarme y revisar las traducciones del polaco.
Keith Cronin, por sus valiosas críticas y por sugerirme el título.
Emma Sweeney, por seguir siendo todo lo que podría desear de un agente.
Y, por último, con los miembros de mi taller de escritura. No sé qué haría sin vosotros.