MONTAJES Y EXCLUSIVAS

El dinero que mueve el mundo rosa

Todos los famosos tienen su «caché». En el mercado de la intimidad, cada día se cotizan los diferentes servicios que puede aportar el famoso: ataques a otros personajes, fotografías «robadas» previo pacto, bodas, bautizos, comuniones, divorcios y exequias. Los famosos son activos financieros que cotizan en bolsa de acuerdo con su posición en «el candelabro».

El éxito fácil se ha convertido en un modelo de comportamiento que engancha a nuestra juventud. Todos quieren ser como esas figuras surgidas de la nada y sin nada que aportar, pero que obtienen ingresos millonarios simplemente prostituyendo su intimidad. La sociedad tiene claro que cualquiera puede ser famoso si tiene los suficientes pocos escrúpulos. Los mismos periodistas especializados se han convertido ellos mismos en estrellas y sus emolumentos alcanzan cotas que provocan la mal disimulada envidia de sus compañeros de la prensa «seria». Uno de ellos, muy conocido, declaró: «¡Fíjese!, ¿quién me lo iba a decir?, pero es que con esto de las televisiones, hemos encontrado un chollo. En cualquier tontería de programa, hala, 400 000 pesetas».

Las buenas exclusivas son otro negocio más. Entre muchos casos distintos, existen los llamados pack, por los que una pareja de famosos que va a casarse, por ejemplo, vende a un medio de comunicación el paquete del acontecimiento más importante de su vida: boda, vestido de la novia, luna de miel, nueva casa, nacimiento de su primer hijo, bautizo, etc.

Uno de los más lucrativos negocios del mundo rosa durante el año 2002 fue el protagonizado por la difunta Carmina Ordóñez, de quien se cuenta que en una sola semana ganó más de 60 mil euros con la denuncia de los presuntos malos tratos por parte de su último marido, Ernesto Neyra. Independientemente de la veracidad o no de los hechos denunciados, es innegable que el asunto fue manejado con maestría y conocimiento de los medios. La bomba informativa se lanza primeramente en un programa, pero las lágrimas y los detalles escabrosos son dejados para sucesivas apariciones televisivas previo pago de su importe. Entre unas cosas y otras se calcula que Carmina Ordóñez facturó algo más de 400.0000 euros en el año 2002.

Por aquellas mismas fechas, Norma Duval conseguía embolsarse casi 180 000 euros gracias a las «noticias» que generó durante aquel año: su separación matrimonial, el hijo que esperaba de su nueva pareja, la posterior pérdida de ese hijo y la ruptura de su última relación.

Sara Montiel puntuó alto en este particular ranking al hacerse con un botín de casi 250 000 euros por su boda con el cubano Tony Hernández. Como era de esperar, el matrimonio terminó como el rosario de la aurora. La revista ¡Qué me dices! recapitula los principales episodios del culebrón:

En agosto de 2001, Sara presentó a Tony como su nuevo amor. La pareja se casó en octubre de 2002, previo pago de la exclusiva en una revista. Entonces, en ¡QMD!, el periodista Gabriel Carrión afirmó: Ya se ve venir la separación. La manchega nos desmintió, y descalificó a los que la acusaban de embustera.

En julio de 2003 y, después de embolsarse una fortuna por sus apariciones en programas del corazón y venta de exclusivas, presentó la demanda de separación. Hoy, Sara Montiel está con Giancarlo Viola. ¿Otro montaje?[47]

En los momentos en que Sara Montiel seguía haciendo caja, ahora a expensas de su fracaso matrimonial, la que fuera madrina de la estrafalaria boda, Carmen Sevilla, fue consultada por el desenlace de esta historia y no se le ocurrió decir ante los micrófonos televisivos sino que «Sara había perdido los papeles». La manchega no pareció tomarse estas declaraciones con demasiada deportividad y contraatacó acusando a su ex amiga de tener a su madre, enferma de Alzheimer, abandonada en una residencia: «Que atienda a su madre y le lave el culo», dijo en televisión, recibiendo de paso un talón de 30 000 euros más.

Mucho menos conflictiva pero mucho más rentable fue la boda de Jesulín de Ubrique con María José Campanario, que le supuso a la pareja más de un millón de euros de ganancia. Por las mismas fechas en que contraía matrimonio su ex, Belén Esteban, se consolaba con los 240 000 euros en concepto de exclusivas varias que se embolsó durante aquel año.[48]

La televisión no es en absoluto ajena a este mercado de la carne. Enfrentamientos y declaraciones en exclusiva se cotizan en la pequeña pantalla tanto o más que en el papel cuché. A veces, ese dinero ha traído consigo consecuencias inesperadas. Los más viejos del lugar aún recuerdan cómo la hasta aquel momento inquebrantable amistad entre Isabel Preysler y Carmen Martínez Bordiú terminó de forma abrupta cuando, durante una emisión de Tómbola, la nieta de Franco se hizo la loca ante la saña que demostraron los periodistas hacia Chabeli Iglesias, hija de la Preysler, su amiga hasta ese momento. A ambas comparecientes les cabe el consuelo de haberse embolsado alrededor de 40 000 euros gracias a su paso por el programa.

Claro que en televisión no es oro todo lo que reluce y existen otros enfrentamientos considerablemente alejados de éstos, tanto en glamour como en rendimiento económico. Buen ejemplo del proletariado del corazón son las concursantes de Gran Hermano María José Galera y Aída Nízar, que protagonizaron unas sonora, que no sonada, disputa televisiva a raíz de que la primera se sintiera aludida cuando su ex pareja, Jorge Berrocal, fuera acusado por Nízar de «estar acostumbrado a tratar con putas». Los 40 000 euros que se embolsa la alta sociedad del cuore contrastan llamativamente con el salario que recibieron las ex concursantes por ventilar en público su hostilidad mutua: 1800 euros Aída y 3600 María José Galera. Tan baja cotización no se debió en absoluto a que el contenido de la polémica estuviera exento de interés. Aída, por ejemplo, elevaba el nivel intelectual del debate introduciéndose en los terrenos del psicoanálisis: «¿Qué sentías cuando te abrías de piernas por dinero?». María José no se quedaba atrás y derivaba hacia la crónica política: «Tú te has tirado a todo el PP de Valladolid».

Cuando en 1990 el conde Lecquio llegó a España como empleado de Fiat, estaba casado con la modelo Antonia Dell’Atte. Dicen que el rey Juan Carlos cenó alguna noche en casa de Lecquio los deliciosos espaguetis preparados por Antonia, pero su escandaloso romance con Ana Obregón cortó aquellas relaciones. Menos mal para la Corona, pues en aquel momento comenzaba una de las sagas más largas y económicamente más fructíferas del panorama rosa nacional.

En la prehistoria de la telebasura, el público asistió fascinado al enfrentamiento entre Ana Obregón y Antonia Dell’Atte por los amores del conde. La italiana comenzó su vendetta acudiendo a airear sus intimidades en La máquina de la verdad, de donde se llevó seis millones de las antiguas pesetas, lo que equivale a unos 36 000 euros. Ana Obregón, indignada, afirmaba por aquellas fechas que la italiana se había embolsado 17 millones de pesetas —102 000 euros— en tres días a cuenta de la historia. Al menos le quedó la satisfacción de ganarle a la italiana también en este terreno, ya que durante aquella época, gracias a diversas exclusivas, Ana Obregón hizo una caja que superaba los 25 millones de pesetas (150 000 euros).

Una que nada tiene que envidiar a la Obregón en lo referente a la rentabilidad televisiva de sus enemistades es Mila Ximénez, cuya animadversión hacia Isabel Pantoja —de quien declaró: «Es siniestra, oscura, depredadora… Dejó a Encarna sin un duro»— se utilizó en su día para llenar muchos minutos de programación en la parrilla de Telecinco. Sus acusaciones sirvieron para resucitar el fantasma de Encarna Sánchez y poner en cuestión las preferencias sexuales de las fuerzas vivas de la copla española. Con ella comenzó una nueva tendencia: ya que la actualidad no daba de sí suficiente inmundicia como para satisfacer las crecientes necesidades de los estercoleros televisivos, se comenzó a recurrir a la arqueología «basuril», removiendo los estratos más profundos del cenagal y presentando, como nuevos y del máximo interés, asuntos cuyos protagonistas hacía tiempo que descansaban en paz o al menos lo intentaban.

Mila Ximénez rentabilizó de maravilla este pasado año, al recaudar alrededor de 50 000 euros gracias a su historia y conseguir hacerse un hueco en el elenco de Crónicas marcianas, con un envidiable salario de 1500 euros semanales.[49]

Y es que, en la farándula rosa nadie da un gramo de información, por más cierta que sea, si no hay un talón de por medio. En la revista ¡Qué me dices!, encontramos algunos ejemplos de ello:

«Cuando dijimos que Fran y Eugenia rompían, ellos lo negaron. Cuando adelantamos que la boda de Sara y Tony era un circo, un burdo montaje, y que la separación vendría enseguida, los se rieron. Cuando dijimos que Ronaldo y su mujer habían terminado, ella fue a la televisión a contarle a Manel Fuentes que eran muy felices. Humberto Janeiro dijo que rodarían cabezas, cuando publicamos que él no era fiel. María Jiménez y Pepe Sancho nos negaron su separación hasta que luego ellos vendieron la exclusiva…».[50]

Ésa es la frase clave: nada es verdad hasta que se ha vendido la exclusiva.

A corazón abierto

Muchas de las miserias y trapicheos del mundo rosa fueron puestos al descubierto ante los atónitos ojos de una audiencia que, en buena medida, creía ingenuamente en la autenticidad de lo que se le ofrecía en el programa A corazón abierto. Se trataba de un programa de investigación periodística emitido por Telecinco y producido por EM3 (la división de entretenimiento de El Mundo TV). Mediante una serie de investigaciones realizadas con cámara oculta, A corazón abierto sacaba a la luz los insospechados entresijos de las exclusivas millonarias, los montajes más escandalosos, los embarazos inexistentes o los falsos romances que terminan incluso en bodas igualmente falsas. Este programa surgió a raíz del éxito del reportaje La gran mentira del corazón, realizado por esta misma empresa y en el que se mostraba a la audiencia cómo un completo desconocido, un actor contratado por la productora, se hacía famoso gracias a un falso romance con la cantante mexicana Paulina Rubio. Ni las fotos burdamente retocadas, ni los desmentidos de la implicada, impedían que el actor se hiciera su pequeño hueco en la fauna rosa con la connivencia incluso de algún profesional del medio. En vista del éxito obtenido, El Mundo TV decidió ahondar en lo que realmente se escondía tras ese submundo de personajes que han aireado, sin ningún pudor, su vida privada en todos los medios de comunicación.

El resultado fue digno de la mejor novela picaresca del Siglo de Oro. A través de la cámara oculta, los reporteros revelaron las maniobras de aquellos famosos, sin oficio conocido la mayor parte de ellos, que se las arreglan para vivir de negociar con su vida privada. A quien se atrapó in fraganti fue a la cantante que entonces era conocida como Tamara. El reportaje dejó al descubierto inesperadamente a Margarita Seisdedos, su madre. Era ella la gran maquinadora de las patrañas de su hija. Organizaba, negociaba y supervisaba las exclusivas de la cantante con la profesionalidad del mejor manager. Lo único que no vio demasiado bien del montaje que se le proponía a su hija era que tuviera que ser fotografiada besando a un cubano de piel negra.

En la misma emisión, los telespectadores fueron testigos de un espectáculo mucho más lamentable cuando se difundió un vídeo en el que el «playboy» Frank Francés no tenía el menor reparo en vender, casi literalmente, al hijo que tuvo con Silvia Salas y comerciar con su primer encuentro. Cogido «in fraganti», Francés mostró ante las cámaras un arrepentimiento que no terminaba de sonar sincero. En cambio, ni sincera ni arrepentida se mostró Marujita Díaz, la primera de las víctimas del espacio televisivo, al ser sorprendida planeando un montaje a cuenta de un amorío ficticio. La aplastante fuerza de la evidencia filmada no sirvió de nada ante la contumacia de la artista que, en un ambiente que se iba tensando según se iba desarrollando el reportaje, negó en todo momento haber organizado montaje alguno e incluso llegó a afirmar que jamás había dicho nada incierto. Según aumentaban las pruebas en su contra, la cantante se fue quedando paulatinamente sin argumentos, así que sólo pudo proclamar su inocencia alegando que los vídeos habían sido manipulados.

Marujita Díaz no fue la única histórica del panorama artístico nacional pillada por las cámaras de A corazón abierto. Sara Montiel también quedó al descubierto al confesar sobre lo que ella creía era la intimidad de su matrimonio con Tony Hernández y cómo este enlace había sido concebido para reverdecer la popularidad de la artista. Tony también se explayó ante el objetivo soltando toda suerte de lindezas sobre los profesionales españoles de la prensa rosa. Quizá lo más interesante de aquel programa fuera la argumentación de Enrique del Pozo y Kiko Matamoros de que la prensa fue cómplice de aquella extraña boda, difundiéndola y luchándose con ella aun a sabiendas de que con toda probabilidad se trataba de algo prefabricado.

Otra a la que se desenmascaró del montaje de una relación sentimental ficticia para vender a la prensa fue a la vidente Aramis Fuster. En este caso, la «bruja» defendió su pundonor profesional, asegurando que sabía que estaba siendo sometida a una cámara oculta. Su actuación prestándose al montaje que se le ofrecía fue, por lo tanto y según ella, «de película» y le permitió disfrutar de tres días con todos los gastos pagados en las Islas Canarias, comprarse la mejor ropa y comer en sitios caros.

Pero quizá, y con diferencia, el personaje que mostró un mayor grado de vergüenza al verse pillado por la cámara oculta fuera el conde Lecquio: «Me siento como un gilipollas», llegó a decir a lo largo de la emisión y reflexionó al respecto:

Me parece tremendo poner una cámara oculta para conocer cosas de la vida privada de una persona. Estoy aquí para reclamar una intimidad a la que hasta los famosos tenemos derecho… Y que conste que con mi presencia no estoy legitimando las imágenes que vamos a ver a continuación.[51]

En esta ocasión no le faltaba en absoluto la razón al aristócrata multimedia, ya que lo que se le proponía en el reportaje era un trabajo en Roma perfectamente lícito y ético. El problema consistía en que, cuando se sintió con confianza, Lecquio comenzó a desvelar toda suerte de jugosos detalles de sus anteriores exclusivas, exagerando en unas ocasiones y alardeando en otras, como hace todo hijo de vecino cuando se sabe entre amigos.

La bolsa de los famosos

Tanto cobras, tanto vales. Ésa es la ley inapelable del mundo del «famoseo». Los programas de televisión son los que deciden la cotización particular de cada famoso, estableciendo lo que cada uno va a cobrar por revelar su última separación matrimonial o las desavenencias con otros personajes del ramo. La banda salarial de estos programas oscilaría entre los 600 euros, que se llevan por cada intervención los integrantes del proletariado rosa, y los 20 000, sólo al alcance de un puñado de elegidos para la gloria.

La redacción de un programa es la que elige el elenco que participará en la emisión de la semana, teniendo en cuenta el tema de actualidad y las ofertas que se le presentan. El programa cuenta con un presupuesto limitado que tiene una partida cerrada para invitados. Así pues, habrá que repartir este dinero entre los que intervienen. La cadena, por lo general, no participa ni decide quién debe intervenir ni cuánto va a cobrar. Tampoco suele hacer excepciones en el presupuesto del programa por la presencia de un famoso determinado; todo esto pertenece a las atribuciones de la productora, que es la empresa que vende el programa a la cadena para que lo emita.

Los programas diarios suelen tener, lógicamente, presupuestos por emisión mucho más ajustados que los semanales. Sin embargo, ello no es impedimento para que disfruten de su pequeña tropa de mercenarios rosas. Si no se puede pagar a tal o cual famoso una cantidad exorbitante para que vaya a contar su vida, entonces se optará por contratarle como colaborador fijo e irle sacando las intimidades a retazos.

En esta categoría podemos encuadrar a personajes como Rocío Carrasco, el conde Lecquio, Belén Esteban o Antonio David, cuyos salarios oscilarían desde un mínimo de 600 hasta 9000 euros por programa en algún caso excepcional. Sin embargo, se rumoreaba que lo que cobraba en su día la desaparecida Carmina Ordóñez podía superar ampliamente dicha cantidad.

En la parte más baja del escalafón estarían los participantes de Gran Hermano que, salvo el codiciado Kiko Hernández, se moverían en una banda entre los 300 y los 1500 euros, los «más bajos» del sector, algo así como «famosos de todo a cien», que comparten esta franja salarial con los populares Sonia Monroy, Yola Berrocal, Loli Álvarez o Paco Porras.

Los presentadores también cotizan al alza o a la baja, según su «tirón». Por lo general se trata de cifras que superan en mucho a las mencionadas hasta ahora. María Teresa Campos cobraría unos cinco millones de euros por temporada. Ana Rosa Quintana, algo menos, unos cuatro millones, aunque, eso sí, es su propia productora, Cuarzo, la responsable de la realización del programa. Por la cola andaría Santiago Acosta, presentador de Salsa Rosa, programa de Telecinco, que se estaría embolsando unos 5000 euros por programa[52].