Día 12

3 de enero

Estábamos apiñados alrededor de la mesa de café en el apartamento de Chuck, mirando la pantalla del portátil de Damon. Lauren estaba sentada junto a mí con Luke, que instalado en sus rodillas se entretenía jugando con una espátula. Ellarose había estado llorando en el regazo de Susie, pero de pronto se calló y se oyó un pedete. Después rompió a llorar de nuevo.

—Creo que este te toca a ti —le dijo Susie a Chuck tendiéndole a la niña—. Intentaré encontrar agua y algo de ropa limpia.

Asintiendo, Chuck cogió a Ellarose con mucho cuidado. Le husmeó el trasero, pero se encogió de hombros porque no olió nada. Los primeros días de la falta de pañales habían podido ser solventados envolviendo a los bebés en toallitas que sujetábamos con alfileres, pero los intentos de reciclar los pañales de tela no tardaron en complicarse bastante.

Ellarose se calmó en cuanto Chuck empezó a mecerla, cantándole una nana con un locutor que hablaba en voz monocorde como ruido de fondo.

—«Si va a salir hoy en busca de ayuda de emergencia en la zona del centro, la Cruz Roja aconseja evitar Penn Station y Madison y dirigirse a algunas de las estaciones de ayuda más pequeñas».

En uno de los apartamentos-letrina de abajo teníamos un cubo para pañales con lejía, pero para secarlos había que colgarlos cerca de la estufa de queroseno. La solución no gozaba de mucha popularidad.

—Utilizando la potencia de la señal de los móviles en punto fijo que he ajustado —explicó Damon—, puedo triangular la posición de cualquier persona en la red de malla de nuestro barrio.

—¿Los has encontrado? —pregunté.

Damon meneó la cabeza.

—Más o menos, suponiendo que estén conectados, como supongo que estarán.

Señaló los siete puntitos que parpadeaban en el mapa superpuesto con el que llevaba toda la noche trabajando.

—Las direcciones de malla son algo así como números de teléfono, y lo normal es que las personas cuando las crean les añadan su nombre. Estamos hablando de una red abierta, así que cualquiera que entienda mínimamente la técnica puede ver a todos los demás. Todas estas direcciones de malla que estoy siguiendo se llaman «Paul» o «Stan», y todas han estado en nuestro vecindario recientemente.

—¿No sospecharán que tal vez seamos capaces de seguirles el rastro si se conectan?

Damon se encogió de hombros.

—Dudo que hayan hecho la conexión mental de que fuimos nosotros quienes iniciamos la red de malla. Ahora la gente simplemente la comparte, así que se está volviendo vírica por sí sola. De todos modos, se tiende a no pensar en ese tipo de cosas.

—Y esos tipos tampoco parecían ser unas lumbreras —añadió Chuck—. ¿Puedes crear alguna clase de alerta que nos avise si alguno de ellos se acerca a menos de una manzana de nosotros?

Damon miró al techo.

—Podría, enviando un mensaje de texto a todo el mundo.

—A todo el mundo no —dijo Chuck—. Solo a los de nuestro grupo. No confío en nadie más.

—¿Así que de verdad crees que alguien de nuestro piso está con Paul y su banda? —preguntó Lauren—. Me parece increíble que nadie pueda…

—Alguien los dejó entrar la primera vez —la interrumpió Chuck—. No faltaba ninguna llave de esa puerta, ¿verdad, Tony?

Tony asintió.

—¿Y cómo supieron que durante la fiesta estaríamos todos en el apartamento de Richard? ¿Suerte? No lo creo.

—¿Quién crees que es?

—No lo sé —dijo Chuck, sacudiendo la cabeza—. A esas parejas de abajo no las conozco, y Rory…

—¿Rory? —exclamó Lauren—. ¿Lo dices en serio?

—Es amigo de Stan y anda metido en todo ese rollo de Anonymous, con los hackers, unos criminales que…

—Los hackers distan mucho de ser criminales —dije yo.

Chuck me miró y volvió a sacudir la cabeza.

—Bueno, ¿tú quién crees que es?

—¿Qué me dices de Richard?

Eso afectó bastante a Lauren.

—¿Se puede saber qué te pasa, Mike? ¿Todavía estás celoso?

—Richard fue quien propuso lo de reunirnos a todos en su apartamento —repuse a la defensiva.

—Y dio de comer generosamente a todo el mundo, si mal no recuerdo.

Chuck levantó una mano, sosteniendo cuidadosamente a Ellarose con la otra.

—¡Eh! Solo estamos especulando, cuidado. Lo único que digo es que aquí hay algo que no encaja, y que necesitamos mantener en secreto que disponemos de esta herramienta de seguimiento. —Miró a Damon—. Así que podemos seguirle el rastro a cualquiera, incluso a los de nuestro edificio…

Lauren sacudió la cabeza.

—Es la misma conducta estúpida que ha metido al mundo en todo este jaleo.

Se levantó, cogió en brazos a Luke y fue hacia la puerta. La abrió y salió al pasillo. Chuck se rascó la cabeza, esperó a que Lauren cerrara la puerta y miró una vez más a Damon.

Damon le devolvió la mirada.

—Mientras estén en nuestro barrio y en la red, sí podemos seguirles el rastro.

Ellarose se puso muy roja y dio inicio a una nueva ronda de gritos. Chuck la levantó y volvió a olisquearla.

—¿Qué te pasa? —le susurró, y después se volvió hacia nosotros—. ¿Os importa, chicos?

Quería examinarle el pañal.

—Claro que no —murmuramos Damon y yo.

Chuck puso a Ellarose encima de la mesita, junto al portátil. Cuando hubo acabado de quitar los alfileres y apartó el pañal de tela, yo esperaba ver una mancha marrón de caca, pero en lugar de eso vi un sarpullido rojizo. Parecía infectado y tenía aspecto de doler bastante. Ellarose gritó.

Damon y yo nos quedamos sin habla mientras Chuck miraba el suelo antes de mirar nuevamente a su hijita.

—¿Podríais concederme unos minutos? Necesitamos hablar de esto un poco más, pero el caso es que ahora tengo que…

Le falló la voz.

—No hay problema —se apresuró a decir Damon, recogiendo el portátil.

Una dermatitis del pañal podía ser muy peligrosa en aquellas condiciones. Susie no tenía mucha leche con todo aquel estrés, y el estómago de la pequeña Ellarose se las veía y se las deseaba para lidiar con los distintos alimentos a los que conseguíamos echar mano. Estaba perdiendo mucho peso, pero tampoco había gran cosa que pudiéramos hacer al respecto. Yo me sentía capaz de afrontar cualquier clase de dolor o incomodidad, pero si afectaba a los niños…

Miré la puerta cerrada.

—Será mejor que vaya a hablar con Lauren.

Y quería ver a Luke.